ENFOQUE
“Es una enfermedad seguir insistiendo en el odio”: Jesus Abad Colorado
Aunque es reconocido como uno de los grandes fotógrafos del conflicto y la violencia en Colombia, Jesús Abad Colorado abrió recientemente la exposición ‘En la piel del otro’ bajo una nueva óptica: la esperanza de un nuevo amanecer.
Por qué cambió el rostro de la tragedia por los cielos estrellados…
En Manual de tolerancia Héctor Abad Gómez afirmaba que si perdemos la esperanza, habitamos un infierno; eso trato de mostrar en esta exposición. Siempre escuché a mi papá decir que la luna menguante es la época propicia para sembrar y hacer cortes, y las mujeres la usan a veces en sus ciclos y para cortarse el pelo, era como una época para empezar. Eso quiero mostrar con los cielos estrellados.
¿En qué momento empezó a tomar esas fotos?
En 2009 conocí a una mujer wayúu de 106 años que estaba desplazada por la guerra en Maracaibo, Venezuela. Ella y su hija, que era profesora, habían sido víctimas de la masacre de Bahía Portete y llegaron a Maracaibo en 2004. Me llamó la atención que la mamá no hablaba español, solo wayuunaiki. Cuando preguntamos qué era lo que decía su mamá nos respondió que ella solo estaba de cuerpo, porque todo el día hablaba del jaguey, del chivo, de la lana, del silencio y de las estrellas de La Guajira. En 2010 fui a Bahía Portete y dormí en la escuela destruida, ahí monté mi hamaca y me quedé mirando el cielo estrellado. Fue allí donde vi la esperanza de un país.
Esa esperanza también viene entonces de los campesinos…
Los campesinos nunca pierden la esperanza de poder vivir en paz. Puede que no haya energía, un sistema de salud o educación, pero lo único que quieren es que el sueño de la noche deje de estar en riesgo. Eso es lo que han vivido durante muchas décadas millones de personas, la gente se levanta con dolores porque no ha tenido sueño plácido, porque la guerra les arrebató la tranquilidad. Esos cielos estrellados los estoy tomando en lugares donde se ofendió la vida, donde los campesinos quieren dormir tranquilos.
¿En el país ya se vive esa esperanza del posconflicto?
En Colombia hay mucha gente que hoy se está revolcando por la paz. Nos la pasamos poniéndoles los micrófonos a Álvaro Uribe, a José Félix Lafourie, a Alejandro Ordóñez, y yo pienso que eso es una enfermedad, estar insistiendo todavía en lo mismo, en el odio, como si quisieran que las Farc y el ELN arreciaran los ataques para poder justificar el odio. Hay gente que lo único de lo que quiere hablar es de trabajar, trabajar y trabajar y se la pasan sembrando odio también en el corazón de las nuevas generaciones.
¿Es difícil para usted cambiar la mirada que tenía puesta en el conflicto?
Cada vez soy más sensible. Muchas personas creen que con el paso de los años uno se acostumbra a documentar hechos de violencia. Frente a ese dolor con el paso de los años soy más débil, aflojo más fácil las lágrimas. Yo le apuesto a una memoria que genere reflexión para no repetir, para no olvidar, para entender que lo que deberíamos hacer es trabajar todos para amar ese país. Yo podría seguir caminando y todos los días encontraría motivos para derramar lágrimas sobre este país, pero no.