ética
La experimentación con animales está en la mira
El corto animado del conejo Ralph dio mucho de qué hablar esta semana, al poner de manifiesto la realidad que viven muchos animales usados en el testeo de productos cosméticos y alimenticios. Este debate también se extiende a la experimentación científica. Para unos esto es un delito; para otros es un mal necesario para salvar a la humanidad de enfermedades.
A lo largo de la historia, la ciencia ha acudido a distintas especies animales para probar sus avances. Estos seres han sido los conejillos de Indias de vacunas, tratamientos para todo tipo de enfermedades, técnicas de cultivo de órganos y hasta en viajes espaciales. En un principio, nadie reparaba sobre las consecuencias éticas de esta práctica. Se pensaba que por no tener conciencia y ser ‘inferiores’ al ser humano, podrían ser utilizados para su beneficio. Sin embargo, en los últimos 50 años, esta concepción utilitarista de los animales ha cambiado.
La crueldad de ciertos experimentos (como el Proyecto Beagle de los años cincuenta, en el que se les inyectaba plutonio a perros para examinar el envenenamiento por radiación, o el trasplante de una cabeza de un mono a otro, en 1970), sumada al auge del vegetarianismo, el animalismo y de filósofos que empezaron a reflexionar sobre el sufrimiento animal y las consecuencias morales de experimentar con ellos, llevó al surgimiento de la bioética animal. Así, aparecieron los movimientos que luchan contra la experimentación en animales. Hoy, este es un tema destacado en la práctica científica y en el campo de la filosofía y la bioética, en el que ninguno de los bandos implicados tiene la última palabra.
¿Por qué seguir experimentado con animales?
Los científicos y médicos consideran que sin la experimentación animal es imposible sacar adelante las primeras fases de elaboración de medicamentos, vacunas o tratamientos. No obstante, son conscientes de que en la utilización de estas especies no todo vale. De hecho, en muchos laboratorios y centros de investigación han puesto en marcha protocolos que buscan reducir al máximo el daño que puedan sufrir, así como establecer medidas para disminuir el dolor y el estrés.
¿Por qué no experimentar con animales?
Los defensores de animales explican que experimentar en ellos no necesariamente representa mayor seguridad de los tratamientos y productos en humanos. Alegan que hay poca transferibilidad de los resultados de origen animal a los humanos. Según ellos, más del 90 por ciento de los medicamentos farmacéuticos que superaron las pruebas con estas especies no son efectivos en las pruebas clínicas con humanos.
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Los animales más usados en la ciencia
Ratón: Representa el 70 por ciento de los animales utilizados en investigación. Se usa en procesos de carcinogénesis y mutagénesis.
Rata: Supone el 22 por ciento de los animales de laboratorio y forma parte de experimentos relacionados con comportamiento, conducta y aprendizaje. Se emplea para evaluar la toxicidad de fármacos, así como en modelos de enfermedades neurodegenerativas y cardiovasculares.
Conejo: En este se prueban productos vinculados con oftalmología, aterosclerosis, cardiomiopatías, embolias, vías respiratorias y osteopatologías.
Cerdo y oveja: Por sus características fisiológicas similares a los humanos, son usados en técnicas quirúrgicas y trasplantes de órganos.
Perro: Representa el 1 por ciento de los animales en la investigación y tiene cerca de 300 patologías congénitas similares a las humanas. Por eso, son usados para probar diversos tratamientos terapéuticos.
Primate: Es utilizado en terapias contra enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas, así como en pruebas de una amplia gama de vacunas, como contra el sida y la malaria.
Rana y sapo: Participan en estudios de desarrollo embrionario.