ENTREVISTA
“El humor nos salva de la demencia”: Matador
El caricaturista asegura que su trabajo es retratar el mundo tan grotesco como realmente es y describe a Donald Trump y Álvaro Uribe como personajes dantescos. Dice que una de las mejores cosas de la vida es reírse.
¿Por qué un caricaturista es el invitado de honor a una feria de arte, como lo es la Feria del Millón, que se realiza entre el 29 y 31 de Octubre?
¡Eso habla muy mal de la feria! Mentiras, no. Alguna vez hablaba con Diego [Garzón] de que siempre se ha entendido la caricatura como un arte menor. Muchos artistas llegaron a la caricatura como una forma de ganarse el pan, ya que con el arte a veces es muy duro. O casi siempre. Yo, por lo contrario, nunca pretendí ser pintor, ni tener alguna pretensión estética como tal. Si yo hago un Uribe o hago un Santos no tengo que preocuparme por lo que opine la crítica. La caricatura va y se defiende solita, y la gente se ríe. Lo que más me gusta es que tenga humor.
¿Usted sí cree que la caricatura es una forma de arte?
Sí, yo creo que la caricatura es un arte no tan menor como muchos creen. El arte tiene la pretensión de ser estéticamente valorado y tener una pose política, crítica. La caricatura puede tener todo eso, pero sin la pretensión. Además en el mundo artístico siempre se maneja esa vaina del esnobismo, de las camarillas, de la rosca, cosa que no sucede en la caricatura. Usted se ríe, y es tan sencilla y puede tener una carga de comunicación total, incluso más que un cuadro o una intervención. La caricatura es más masiva.
¿Qué materiales usa?
Incluso en eso soy completamente infantil. En cambio Betto, de El Espectador, es muy bueno con el plumín, maneja diversos pinceles y toca armónica… ¡El tipo es un genio! Yo no manejo ninguna. La mía es el rapidógrafo punto 8, papel propalmate de 240 gramos. Coloco un fomide mi hija Sara debajo de la hoja y comienzo a dibujar. Tampoco hago bocetos. Lo que salió, salió. Y además no borro. Esa es la parte análoga del proceso. Luego paso a la parte digital. Lo escaneo, lo retoco en CorelDraw, hago el jpg, le pongo colores
–para lo que también soy una bestia, pero algo intento–.
¿Nunca ha ensayado otras técnicas?
Ensayé con tabletas gráficas y me pasó una cosa como muy indígena, porque dibujar en las tabletas le quita el alma al dibujo. Hay un rito que tengo sobre el papel. Yo gozo como un enano cuando se me acaba el papel. Porque voy a un sitio, lo compro, ahí mismo lo cortan, me lo entregan en un paquete… Es el día más feliz de la vida mía.
¿Cómo llegó a ese estilo suyo: el blanco y negro –o los colores brillantes–, los contornos oscuros y marcados, la expresión certera?
Cuando se es niño, uno empieza a copiar a sus propios héroes del dibujo. Yo copiaba a Fontanarrosa. El mismo Fontanarrosa decía que las manitas de sus personajes, con un dedo separado del otro, se las había robado a Hugo Pratt. También veo en mí cosas de Quino, Los Simpson, que son de una simplicidad total. Y sigo mirando y admirando a compañeros y a colegas. Trato de imitarlos en muchas cosas, así la composición me salga completamente torcida. Cuando incursioné con las tiras cómicas en Soho, con las entrevistas a políticos y personalidades, no sabía qué era el cómic. Me metí en camisa de once varas y me tocó aprender. Aún hoy no sé lo que es el cómic. Pero como dice un amigo: “¿Cómo aprende usted a dibujar? En gerundio: dibujando”. En mi caso es una cosa compulsiva, como una enfermedad mental.
Sus caricaturas tienen algo de grotesco. ¿Cree que eso tiene que ver con los personajes que retrata?
Uno trata de retratar el mundo tal cual es, y ese mundo es totalmente grotesco. Por poner un ejemplo, si vos ves la actualidad, si vos ves a personajes políticos como Donald Trump o Álvaro Uribe, son totalmente dantescos, malos, hacen bullying. Pero hay que buscar en lo grotesco el lado tierno, o el lado humorístico, porque el humor nos salva de caer en la demencia. Cuando usted se toma todo muy en serio las cosas no terminan bien. De todas maneras nos vamos a morir, y no sabemos cómo. Una de las cosas más ricas que tiene la vida es reírse. El ser humano –aparte de la hiena, pero la hiena no sabe de qué se ríe– es el único que ríe. Aunque en realidad el ser humano viene a ser una especie de mono con pretensiones…
Después de caricaturizar a todos estos personajes dantescos, ¿cómo fue pasar a retratar a su padre?
Esto se lo aprendí a Osuna: el caricaturista no se inventa la caricatura, la caricatura se la inventa el personaje. Yo no me inventé a Uribe. Lo que hago es exagerar o minimizar ciertos rasgos. Pero Uribe es una caricatura. Trump es una caricatura. Hillary es una caricatura. Y lo que uno hace es llevarlas al papel. En cuanto a mi papá y al drama que teníamos con lo de la eutanasia, yo me preguntabacómo utilizar lo que sé –y sólo sé hacer mamarrachos– para defender el derecho de mi papá a morir con dignidad. Me ayudó mucho que mi papá tuviera un exceso de buen humor, incluso para afrontar la muerte. Y viéndolo con un año de distancia me parece que fue unabatalla muy dura, muy bonita, y serví a su causa. Toda la familia estuvo muy unida ante ese gigante que estábamos enfrentando, que si vos te acordás, es el poder del ex procurador. ¡Estábamos enfrentando a la imagen da esa Colombia goda que nos ganó el plebiscito!
La definición clásica de caricatura (palabra que viene del italiano “caricare”, que es “cargar”, “exagerar”) dice que los rasgos físicos que se exageran aluden a defectos morales, a través precisamente de la deformación. ¿Qué rasgos de sus personajes apelan a esos defectos?
Las caricaturas de los personajes políticos van creciendo con las idioteces que van haciendo los personajes políticos. Mira a Uribe. Alguna vez lo vi en una foto montado en crocks, que estéticamente son una vulgaridad, pero son de una comodidad total. Ahí nacieron los crocks de Uribe. El casco de Santos nació cuando interceptaron una zona donde había minería ilegal. Por protección le colocaron un casco, y el casco le quedaba grande. Y qué tal la foto de Peñalosa haciendo yoga parado de cabeza, o diciendo que en Bogotá va a haber venados. Una completa ridiculez. Es una maravilla, porque aquí pasa de todo y nada es grave. Digamos: la semana pasada un niño de ocho años se suicidó en Pereira. Le hacían bullying los papás. Y esa noticia no la encuentra en los medios locales porque eso no es noticia, pero sí lo es que una modelo se pinte el pelo de rojo. Este es un país muy tarado y muy analfabeto. Y esos son los políticos que nos representan, y que esta misma sociedad escoge. Eso es lo que uno trata de reflejar.
Las caricaturas, como el arte, concentran todo un sistema de símbolos, de referencias. ¿Usted diría que la caricatura vive de la repetición de esas referencias?
Un caricaturista político, que sale todos los días, termina convirtiéndose en un historiador o cronista gráfico de la realidad nacional. Uno va contando es una historia, capítulo a capítulo. Desde hace varios días, por ejemplo, vengo con que la pandilla de los uribeñossecuestró a la paloma de la paz. La tienen de rehén a la palomita. Y realmente, si uno extrapola eso a la realidad, es verdad. Álvaro Uribe y su pandilla secuestraron literalmente a la paloma de la paz. Teníamos un proceso y ya no está. Estamos en un limbo, en una incertidumbre, en una encrucijada, y veníamos de un sueño.
¿Usted cree que podrá liberar a la palomita cautiva y maltrecha de estos días?
Le voy a decir una cosa: yo soy hincha del Deportivo Pereira. Soy de una fe total en las causas perdidas. Mentira… Uno quiere que las cosas mejoren. Y me alienta mucho, por ejemplo, ver las marchas de jóvenes, que lo enamoran a uno otra vez de la vida. Estos pelaos, por la razón que sea, salen a marchar. Eso no se veía desde los 70. Me parece chévere, me parece que hay que creer. Querer hoy, amar hoy. A eso le apuesto yo.
Con ese discurso, uno no entiende por qué le dan tan duro en rede sociales, por ejemplo…
Mucha gente me putea en redes porque supuestamente tengo un sesgo, porque apoyo la paz y al Sí. Y claro, pero es que la neutralidad de la información en un periodista es muy peligrosa. Todos tenemos una posición política, y si usted la defiende desde su tribuna está bien. Es que eso es una democracia. Yo no me voy a identificar con los del Centro Democrático, ni con los curas, ni con los que van en contra de los gays. La mía es una posición totalmente liberal. Hay caricaturistas que van por el No y eso está muy bien. Pero yo defiendo una posición.