SEMANA: ¿Qué hace una mujer de clase alta trabajando con niños de estratos bajos?
ANNIE DE ACEVEDO: Mis papás, que eran altruistas, me enseñaron que hay que trabajar para ganarse las cosas. Su filosofía consistía en que la nobleza obliga. Quien tiene, está obligado a dar.
SEMANA: Además de adornar su oficina, ¿de qué le sirve la Orden que acaba de recibir?
A.A.:Para que la gente entienda que la educación es lo más valioso del ser humano. Organiza cerebros, y con un cerebro organizado uno hace lo que quiera.
SEMANA: ¿Usted como psicóloga, cuáles cree que son las secuelas que le deja a un niño la falta de educación primaria?
A.A.:Son tremendas. El cerebro tiene fases específicas en las que es necesario aprender. Es como la bicicleta: después de los 12 años uno puede aprender a montarla, pero regular. Lo mismo pasa con la lectura y la escritura. Educar es optimizar un potencial innato.
SEMANA: El Estado, solo, no es capaz de darle educación a la población vulnerable. ¿Deben actuar más las élites económicas?
A.A.: Las élites poseen más, y deben comprometerse. La empresa privada ayuda, pero le falta. En Colombia debemos unirnos.
SEMANA: ¿Dónde está el papel de los padres?
A.A.: No deben ser amigos, sino más bien guías. Un padre forma y educa, un amigo no. Muchos piensan hoy: ¡Que mi hijo no se enoje conmigo! ¡Que mi hijo no pelee conmigo! Quieren caer bien, pero así no necesariamente educan.
SEMANA: Un niño de estrato alto usa el iPad a los 5 años, pero uno pobre, a los 15, no ha tocado un ‘mouse’. ¿No es hoy la tecnología clave para la educación?
A.A.:¡Es importantísima! Su potencial educativo es fundamental. Un niño con problemas para escribir, por ejemplo, puede usar un computador. Él le habla y la máquina escribe. Y sin embargo, es más importante formar maestros. Un colegio con tecnología, pero sin profesores de calidad, es un colegio fallido.
SEMANA: En televisión usted da consejos para la felicidad. ¿Qué les dice a los responsables de la educación de los niños colombianos?
A.A.: A los niños les encanta la organización. Un niño es feliz cuando vive en un hogar armónico, donde padre y madre dan amor, pero ponen límites. Algo más es el tiempo individual. Cuando sonaba el teléfono, mi mamá solía decir: ¡ahora no porque estoy con Annie! Eso da mucha autoestima. Ahí está la clave.