SEMANA: ¿Por qué?
M. D. F.: Porque era consentida, pero noble de corazón. Ella les dio a los colombianos la ilusión de creer, a pesar de que el contexto les dijera lo contrario.
SEMANA: ¿Cree que por eso la gente hasta hoy la asocia con ella?
M. D. F.: Sí, ese amor se debió a que vivíamos momentos feos. Las telenovelas eran un bálsamo para la gente. Mi matrimonio con el Gallito Ramírez (Carlos Vives) fue la materialización de esa fantasía.
SEMANA: Hoy en su programa, sus columnas o en Twitter, la gente la ha visto resurgir como una observadora de la sociedad. ¿Cómo están los colombianos?
M. D. F.: Twitter es como un espejo, y siento que ahí los colombianos encontraron un lugar para no estar solos con su rabia. El colombiano tiene mucha rabia y no ha sabido expresarla. Pongo el ejemplo del jurista Jaime Restrepo, que en sus twits maltrató hace unos días al senador Iván Cepeda. ¡Increíble!
SEMANA: ¿Por qué hay tanta rabia?
M. D. F.: Porque este es un país desigual. Además, nos sentimos abusados porque nos roban, y mucho, los responsables de instituciones que deberían velar por los ciudadanos.
SEMANA: Un tema recurrente de su vida ha sido la mujer. ¿Qué siente al ver noticias como los ataques con ácido?
M. D. F.: Es un tema que me obsesiona y me hace preguntar qué ha pasado con esta sociedad para que la figura de la mujer resulte tan amenazante. Creo que nos falta valor para reclamar y tomar el lugar que merecemos.
SEMANA: ¿No cree que el machismo ha trastornado el concepto de belleza?
M. D. F.: Aquí se forjó una cultura alrededor de la juventud. En Colombia, una mujer debe estar siempre joven, debe ser pura carne, reflejar frescura, debe tener senos… estar lista para el hombre.
SEMANA: ¿Es la nueva Mencha una feminista?
M. D. F.: No milito en ninguna causa, y reconozco que las mujeres también somos complejas y cansonas. Nos hemos vuelto intensas con el feminismo y nos falta reflexionar. Tenemos un rol esencial, contra el cual no podemos luchar. ¡Ser ama de casa no lo hace a uno inferior! La mujer se ha puesto una carga tremenda con su nueva independencia y su trabajo, con el deber de criar hijos… A lo que voy es a que hemos olvidado darle valor a lo que ya éramos y hacíamos.