DESARROLLO

Carlos Santacruz, el pintor que no olvida sus raíces andinas

El artista le contó a SEMANA cómo Nariño inspira sus obras artísticas; las mismas que han llegado a Europa y Asia.

Lina María Niebles R.*
2 de octubre de 2017
Las leyendas del sur de Colombia, los colores de los paisajes nariñenses y hasta el volcán Galeras han inspirado las creaciones de Carlos Santacruz. | Foto: Julián Galán

SEMANA: ¿Cómo surgió su amor hacia el arte?

CARLOS SANTACRUZ: Me sentí pintor desde que tuve uso de razón. Me apasiona mucho la pintura porque, desde que estaba en el colegio, les hacía los trabajos y tareas de dibujo a mis compañeros. Ellos, a manera de honorario, me daban algo de su lonchera. Comencé a darme gusto con lo que disfrutaba hacer, que era dibujar y pintar.

SEMANA: Su familia tuvo que ver en su deseo de ser artista…

C.S.: Totalmente. Mi familia fue de artistas, músicos y pintores. Mi tío abuelo, el maestro Isaac, fue artista de una escuela renacentista y un retratista increíble. Yo, en cambio, fui muy rebelde. Desde que estaba en la universidad fui contrario a muchas normas y a las academias, y creo que eso me dio autenticidad.

Foto: Cortesía del artista

SEMANA: ¿Por qué no se apegó a una escuela?

C.S.: Siempre he dicho que “uno nace original y muere copia”. Seguimos tendencias, normas, estilos de moda y nunca logramos encontrarnos a nosotros mismos ni lo que queremos pintar. El peor error que he visto es el de ser pintor de moda y de época, porque es temporal.

SEMANA: ¿Cree que esa resistencia a lo establecido le ha permitido ser exitoso?

C.S.: Sí. Para ser artista hay que considerarse único como ser humano, no sentirse una copia y saber que hay que pintar para uno y no para los demás. Así lo hice yo. No pintando por encargo ni esperando recibir el aplauso de los otros. Así se encuentra el estilo.

SEMANA: ¿Cómo no seguir estándares?

C.S.: No quiero hacer una crítica de las universidades por las tendencias modernas, estoy de acuerdo con ellas siempre y cuando se conserven las tradicionales, es decir, el oficio del pintor (su paleta, color y mezclas). Algo así como el escritor con sus vocales, narraciones y sus puntos y comas. Comparto la modernización del arte siempre y cuando tengamos el conocimiento elemental, primitivo y original, como en el Renacimiento.

Foto: cortesía del artista.

SEMANA: ¿De dónde surge ese estilo que lo hace único?

C.S.: De los duendes de los Andes. De niño, las vacaciones se pasaban en las fincas familiares. Para que uno llegara a su casa puntual le decían que después de las cuatro se aparecía el duende. Era un ángel con ojos grandes que no entró ni al cielo ni al infierno, se quedó en el limbo. Tenía una aureola de frutas y le gustaba encantar a los niños. Recién terminé mis estudios, me dieron en mi casa un espacio donde había un horno de leña: ese fue mi taller. Un día estaba pintando y eran casi las doce. Sentí un ruido y cuando me volteé creí ver un duende dentro del horno. En realidad había sido un gato al que se le iluminaron los ojos por la luz, pero eso me hizo revivir la leyenda de los duendes. Fue ahí cuando nació mi estilo y se puede ver en los ojos de los personajes que pinto.

SEMANA: ¿Por qué hacerle honor a Nariño y a Pasto en sus pinturas?

C.S.: Es mi inspiración. El próximo año voy a hacer la exposición Nariño, tierra iluminada porque crecí y creí en todas las leyendas del sur de Colombia. Es una forma de homenajear a mi querida ciudad de Pasto y al departamento de Nariño para que su color sea universal. Considero al volcán Galeras como una montaña andina majestuosa, por ejemplo. Lo relaciono con un símbolo que también está respirando, toda una escenografía con sus colores y su sombra. Es una inspiración. Y en mi mural Tierra iluminada quise hacer un resumen de toda la geografía de Nariño, la cultura tumaco y quillacinga y sus paisajes, que al fin y al cabo es como una tesis de mi vida.

SEMANA: Cuéntenos del Centro Cultural Santacruz.

C.S.: Fue un espacio que le aportó muchísimo a Bogotá. Fueron 30 años en los que sostuve ese centro a puro pulso. Estaba ubicado en el parque El Virrey y desarrollamos una actividad independiente sin apoyo ni patrocinio. Realizamos varias exposiciones de artistas y talleres de arte. Fue una gran experiencia porque siempre estuve en contacto con el público y esa ha sido mi mejor escuela.

SEMANA: ¿Y La Rejilla?

C.S.: Fue algo muy lindo porque inició mi primera galería. Yo arranqué en Pasto y me gané un concurso –presentado por la Corporación Nacional de Turismo– en el que tenía que pintar unos murales. Convocaron a varios artistas nacionales y tuve el privilegio de ser elegido. Como me tocaba quedarme cinco o seis meses para pintar el mural, abrí la galería La Rejilla; que se llama así porque la mayoría de tiendas en Pasto y Nariño tienen una, es algo muy nuestro.

*Periodista de Especiales Regionales de SEMANA.