LITERATURA
"Las mujeres no escriben. Y cuando escriben, se suicidan": escritoras latinoamericanas
Existe un grupo excepcional de escritoras, muchas de las cuales incluso ahora solo son conocidas en sus países. Y a veces ni siquiera en ellos.
El recuerdo es de Cristina Peri Rossi, la gran escritora uruguaya: "Había una biblioteca que para mi era fundamental, la de un tío mío -comunista, soltero, intelectual-. Tendría unos mil libros que fui leyendo en los ratos que él no estaba, porque estaban en su cuarto (...). Un día me dijo, muy severo:‘Imagino que todavía no has leído todos los libros que tengo, pero sí te habrás dado cuenta de cuántos libros de mujeres hay‘".
"Y le dije: sólo tres. Hay uno de Alfonsina Storni, uno de Safo y uno de Virginia Wolf. Y me respondió: ‘Mmmm. ¿Y te leíste las solapas para ver cómo murieron?‘. Le dije: las tres se suicidaron. Y me contestó: ‘Bueno, aprendé: Las mujeres no escriben. Y cuando escriben, se suicidan".
Cristina pertenece a una generación fabulosa en las letras latinoamericanas, la que empezó a darse a conocer en la década de los 60 y explotó en toda su dimensión en los 70. La generación que hizo que muchos críticos y lectores consideren a la latinoamericana como la gran literatura mundial de la segunda mitad del siglo XX.
Pero es posible que a muchos de esos lectores y críticos, si se les pregunta por algún nombre de la época, mencionen a los sospechosos de siempre: Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, José Donoso o Guillermo Cabrera Infante.
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Camadas extraordinarias
Pero paralela a esa extraordinaria camada de escritores -y muchas veces entrelazada a ella- había también un grupo excepcional de escritoras, muchas de las cuales incluso ahora solo son conocidas en sus países. Y a veces ni siquiera en ellos.
Un rápido repaso mental de las más conocidas nos da, además de Peri Rossi, a las mexicanas Elena Garro, Rosario Castellanos y Elena Poniatowska; la argentina Luisa Valenzuela, la colombiana Albalucía Ángel y las brasileñas Nélida Piñon y Clarice Lispector. Y faltan muchas.
La escritora mexicana Carmen Boullosa ("Las paredes hablan" y "La mano de Lepanto"), de la generación inmediatamente posterior, es una apasionada del tema y recuerda bien esos años.
"Yo me acuerdo que mi librero, cuando yo era jovencita, por supuesto que tenía a Donoso, García Márquez, Cortázar, Reinaldo Arenas. Muchísimos varones en español. Y tenía muchas autoras de otros idiomas: Katherine Mansfield, Virginia Woolf, Anaïs Nin, Emily Brontë, que habían alcanzado el prestigio literario para llegar al inocente librero de una jovencísima escritora.
"En cambio no tenía -y ahora que lo pienso me parece casi un crimen- a Rosario Castellanos, que fue una grandísima autora estrictamente contemporánea a la gente del Boom... (La novela) "Los recuerdos del porvenir" la publicó Elena Garro en 1963 (el mismo año que Cortázar sacó "Rayuela" y Vargas Llosa "La ciudad y los perros"). Y el Boom no las tomó a ninguna de las dos. Ahí es donde uno ve que es mucho el asunto de género".
"Porque es verdad que Elena Garro estaba más loca que una cabra, puso los pies donde no tenía por qué ponerlos, pero no fue el caso de Rosario Castellanos, que era muy respetada, embajadora de México en Israel. Murió en 1974, o sea que hubo tiempo para que la levantara el Boom. Y no lo hicieron".
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"A uno lo suicidan"
A la colombiana Albalucía Ángel, un hombre también le habló de suicidio, aunque de una manera muy diferente a la del tío de Peri Rossi.
En una entrevista que le hice hace algunos años, Albalú (como la conocen en Colombia) contó lo que le dijo su amigo Álvaro Cepeda Samudio (escritor colombiano, gran compinche de Gabo e integrante del famoso grupo barranquillero de La Cueva), cuando ella estaba en medio de una crisis por la presión y el rechazo que sentía por haber decidido ser escritora.
"Me dijo: ‘No te dejes engañar, no te dejes suicidar‘. Yo no le entendí. ‘Es que a uno lo suicidan‘, me explicó. Tuve la fuerza de irme, porque yo iba a terminar probablemente como él, que sintió que la sociedad lo había acosado, Me decía mucho: ‘Váyase, París es igual. Es uno el que no es igual‘".
Albalucía Ángel (como Cristina Peri Rossi, Elena Poniatowska o Nélida Piñon), fue una de las escritoras que conoció de cerca a los escritores del Boom. Primero a García Márquez, en los años 50, cuando aún no era García Márquez.
"Yo entré a La Cueva invisible y así salí. Me acuerdo perfectamente de Germán Vargas, de (Ramón) Vinyes, me acuerdo del ambiente, de los gritos de Álvaro... Y esa fue la tuerca grande de mi existencia para realmente prensarme dentro de ese mundo y decir: ¡Yo voy a ser escritora!".
Luego volvería a reencontrarlo en Barcelona, en la época en que la ciudad no sólo era la capital de Cataluña sino de la literatura latinoamericana, pues allí vivían,además de Carmen Balcells y Carlos Barral (agente y editor claves del movimiento), Gabo, Vargas Llosa y Donoso. Y Julio Cortázar viajaba cada que podía desde París.
También vivían Nélida Piñon y Cristina Peri Rossi. Una muestra del cruce que existió entre escritores y escritoras de la generación del Boom, que algunas veces fue de colaboración.
A Albalú, por ejemplo, tanto Julio Cortázar como la que entonces era su esposa, Ugne Karvellis, intentaron -sin éxito- que se tradujera al francés su novela "Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón".