REFORESTACIÓN
Piedemonte andino amazónico: del escepticismo a la esperanza
Desde Putumayo y Cauca, voces que narran cómo ha sido la experiencia de reforestar el territorio que habitan y cómo esta labor ha transformado su entorno, su economía, su vida y la de la comunidad.
“Acá han venido muchas entidades con proyectos parecidos. Hablaban con la comunidad de reforestar y ser productivos; repartían cosas —semillas, plántulas, recursos agroforestales— y se iban, sin educar. Nos dejaban caminando solos y al final las iniciativas no funcionaban. Pensábamos que con Naturamazonas iba a pasar lo mismo”, dice Jhon Jairo Meza, representante legal del consejo Martin Luther King, una comunidad afro de Puerto Limón, en Putumayo.
Su testimonio no es el único de ese estilo.
La duda la comparte también el padre Luis Miramarg, director de pastoral social de la Diócesis Mocoa Sibundoy: “Existen muchas corporaciones e instituciones gubernamentales encargadas de recuperar y proteger los ecosistemas; también hay grandes empresas que vienen a hacerlo. Pero ninguno se lo toma con la responsabilidad necesaria, o lo hacen para tapar un daño mayor”.
Incluso el alcalde de Piamonte, Cauca, Manuel Cuellar, concuerda. “Hay un abandono estatal en esta región. Tenemos instituciones que llevan acá 20 años, a las que hemos elevado solicitudes de apoyo para contrarrestar los cultivos ilícitos, la deforestación y las quemas, pero no nos han escuchado. No se les ve compromiso”.
Al final, de esas propuestas solo queda la frustración.
Sin embargo, la Alianza Naturamazonas, que busca reducir de la deforestación en el piedemonte andino amazónico, ha logrado que la relación entre las comunidades y este tipo de iniciativas pase del escepticismo a la esperanza. Una labor de paciencia, diálogo, educación, apoyo y pruebas de que lo prometido es posible.
Ha sido como cultivar un árbol.
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Jhon Jairo y su comunidad conocieron el programa de Naturamazonas en 2018. “Al inicio tuvimos inconvenientes. Había desconfianza y no los mirábamos con buenos ojos. Entonces comenzamos a conversar con José Vicente —Rodríguez, director científico de la Alianza— sobre la propuesta que tienen, nos hicieron recorridos por sus instalaciones y se ganaron nuestra confianza a punta de hechos”.
Hechos como el empleo: por lo menos 40 mujeres de Puerto Limón trabajan en los viveros de la Alianza. O la participación de la comunidad en el programa de paisajes productivos sostenibles, donde, en palabras de Jhon, “ya hay dos familias apostándole a la siembra de azaí y al menos 20 más que le van a apostar al cacao y el cultivo de abejas sin aguijón”.
La unión, dice, les ha traído bastante aprendizaje. Desde la producción sostenible de esos frutos, que espera les traiga prosperidad económica y los aparte de “los cultivos que solo llevan a inconvenientes”, pasando por la reforestación, en la que “la conciencia sobre la preservación convirtió la tala en un trabajo terciario”, hasta la conservación de fauna. “Hace unos días le comentaba a mi hermana que volvieron las pavas, que ya no se veían”.
Hoy, Jhon Jairo está convencido de que este es el camino. “Estamos interesados en que estos proyectos se fortalezcan, en restaurar y en producir conservando. Nos ilusiona tener un centro de acopio para comercializar lo que estamos cultivando con Naturamazonas. No queremos que vengan y nos regalen, queremos que vengan y nos ayuden a entender cómo todo esto es viable”.
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Manuel Cuellar pertenece a la etnia inga, es miembro del cabildo Aukawasy y ha sido alcalde de Piamonte en dos oportunidades. Conoce el territorio. En 2018, cuando regresó a él, luego de abandonarlo por motivos de seguridad en 2015, tras su primer mandato, se sorprendió.
“Ellos ya estaban acá cuando volví. La gente me contó que había buenas expectativas, muchas esperanzas con los proyectos que adelantaban. Luego, cuando gané la Alcaldía, comenzamos a acercarnos y han sido la entidad que más nos ha ayudado en temas de conversación, incluso a informar al Ministerio de Ambiente —uno de los aliados estratégicos de Naturamazonas— de las necesidades que tenemos”.
Hasta ahora, la relación se ha limitado a un tema de mediación. Un aspecto clave en tanto las campañas de sensibilización y reforestación funcionan mejor cuando cuentan con acompañamiento oficial. Ese vínculo, además, ha sido la forma más directa de conseguir mano de obra —han generado por lo menos 80 puestos de trabajo en el municipio— y concertar con los interesados en la siembra de cacao.
“Antes de que Naturamazonas llegara, era muy poco el trabajo que se hacía para generar conciencia. Ahora la gente protege más el bosque, confía en ellos porque traen árboles nativos y maderas finas. Se nota la diferencia en el paisaje y la productividad de un municipio que fue escenario de guerra”. Hoy, Cuellar busca forjar una alianza duradera para llevar sus programas a más partes de la cabecera municipal y corregimental e, incluso, al Parque Nacional Natural Serranía de los Churumbelos
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“Soy nariñense, pero me ordené en Putumayo y llevo acá 20 años. Esta es una de las zonas de Colombia más afectadas por el extractivismo, la deforestación, la minería, la coca y la quema de bosques, porque ha habido una falta de control y de compromiso por la defensa del territorio”, asegura el padre Luis.
Conoció a Naturamazonas en 2019 y, paso a paso, ha ido construyendo con ellos una relación de compromiso y transparencia. “La protección del ambiente es una de las dimensiones que trabajamos desde la pastoral, nos sentimos llamados a ello, pero tenemos que ser cuidadosos de las alianzas que hacemos. Buscamos organizaciones con objetivos claros, que se tomen en serio esta responsabilidad, para evitar dañar más al ecosistema”.
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Esto se ha traducido en la participación conjunta de la pastoral en por lo menos nueve jornadas de reforestación de la Alianza, usualmente en fechas especiales como Semana Santa o la Semana por la paz. También han trabajado mancomunadamente en la construcción de miniviveros en varias parroquias, para dotar a la comunidad de árboles, plantas medicinales y ornamentales. Naturamazonas pone la infraestructura y el apoyo técnico, mientras que la Iglesia hace la entrega y el monitoreo del material.
“Esta articulación nos ha generado esperanza. Vamos despacio, dando resultados y llevando a la gente hacia el deseo de cultivar, trabajar y defender lo propio. Son pinceladas fuertes y visibles, que demuestran que podemos hacer cosas más grandes en el futuro”, concluye.