Historia del nazismo en Uruguay
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Historia del nazismo en Uruguay

La primera batalla naval entre Hitler y el Reino Unido se dio en Uruguay, a dos meses de la invasión a Polonia, lo que marcó el comienzo de la guerra.

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3 de diciembre de 2021
   
   
                   
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La primera batalla naval entre Hitler y el Reino Unido se dio en Uruguay, a dos meses de la invasión a Polonia, lo que marcó el comienzo de la guerra. Después del conflicto mundial fue en este país donde el asesino letón Herbert Cukurs encontró la muerte. Su apellido significa azúcar, lo que contrasta con su macabra participación en la guerra.

El asesino nazi que tenía un dulce nombre

La primera batalla naval de la Segunda Guerra Mundial no ocurrió en el estrecho de Dinamarca, ni en Creta ni en Guadalcanal sino en Uruguay, a 280 millas náuticas del balneario de Punta del Este.

Apenas iniciada, la Segunda Guerra Mundial tocó a las puertas de la República Oriental del Uruguay, el primer país americano en experimentarla. A dos meses y medio de la invasión alemana a Polonia, que marca el comienzo de la guerra y dos años antes del bombardeo a Pearl Harbor, se produjo frente a las costas del Uruguay la Batalla del Río de la Plata. Fue también la primera batalla naval entre Hitler y el Reino Unido.

Protagonista de la conflagración fue una unidad naval alemana, el acorazado de bolsillo Admiral Graf Spee. Se le llamó de bolsillo porque el tratado de Versalles de 1919 que impuso a Alemania indemnizaciones a favor de los países vencedores en la Primera Guerra Mundial y prohibición de rearmarse, determinó que los alemanes solamente podían construir acorazados hasta de 10.000 toneladas. El Admiral Graf Spee tenía un desplazamiento de 16.000 toneladas, la muestra que desde los años treinta Alemania, violando el tratado, empezó su carrera armamentista, pero de todas formas era de tamaño inferior a los otros acorazados. Por eso se le llamó de bolsillo.

   
   
                   
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El Admiral Graf Spee, fue protagonista de la conflagración contra varios barcos de guerra británicos a 280 millas de las costas de Punta del Este, bajo el mando del capitán Hans Langsdorff. - Foto: Corbis via Getty Images

Desde septiembre de 1939 el Admiral Graf Spee, navegando en las rutas que surcaban los barcos mercantes en el Atlántico Sur, empezó a cobrar, no vidas, sino buques. Hundió nueve navíos mercantes británicos. Se daba a la tripulación la oportunidad de evacuar el barco enemigo en botes salvavidas o se tomaba prisioneros a los tripulantes. Una vez evacuado el mercante, el Admiral Graf Spee lo hundía con sus torpedos.

A finales de octubre el capitán del acorazado, Hans Langsdorff, navegó hacia el sur de Madagascar para esconderse por un tiempo. Cuando regresó a las costas suramericanas hundió un carguero cuya bitácora reveló rutas secretas de navegación. Siguiéndolas, Langsdorff se dirigió entonces frente a las costas de Uruguay. Al alba del 13 de diciembre de 1939, los vigías del acorazado de bolsillo divisaron tres barcos. No eran mercantes sino barcos de guerra británicos: el Exeter, el Ajax y el Achilles. La Royal Navy estaba al acecho del Graf Spee para cobrarle el hundimiento de los nueves barcos mercantes que en total sumaban 50.000 toneladas de desplazamiento. El comodoro Henry Harwood, comandante del Exeter, tuvo la intuición de que el acorazado se dirigía al Río de la Plata, una de las rutas de navegación más congestionadas del Atlántico Sur, donde podría interceptar no uno sino muchos de los barcos que transportaban hacia Gran Bretaña carne bovina congelada y trigo sembrado en la pampa.

La Royal Navy estaba al acecho del Graf Spee para cobrarle el hundimiento de nueve barcos mercantes. El comandante británico del Exeter intuyó que el acorazado se dirigía al RÍo de la Plata y planeó una estrategia para atacarlo con otros dos barcos de guerra.

   
   
                   
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Capitán Hans Langsdorff, comandante del Graf Spee, a quien le fue ordenado desde Berlín no permitir que el barco cayera en manos del gobierno uruguayo ni mucho menos en manos británicas. Él decidió destruirlo.   -  Foto:  Keystone/Getty Images

El comodoro decidió que los otros dos barcos de guerra debían situarse a babor y a estribor del Admiral Graf Spee para que el acorazado tuviera que defenderse por ambos flancos y además defenderse de los cañones del Exeter. Es decir, obligó al barco alemán a dividir el fuego.

El intercambio de cañones dejó a los cuatro navíos con fuertes averías y causó muchos muertos. Langsdorff inició la retirada enfilando hacia el puerto de Montevideo para desembarcar los 36 marinos muertos y los heridos. Atracó a las 22:50. El Admiral Graf Spee se había quedado sin munición y tenía averiada la planta de desalinización y el equipo de refinación del combustible diésel. Necesitaba reparaciones urgentes y no podría regresar a Alemania por sus propios medios.

   
   
                   
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Funeral del capitán Hans Langsdorff, comandante del acorazado alemán Admiral Graf Spee en el cementerio alemán de Buenos Aires, Argentina, el 1 de enero de 1940. - Foto: Keystone/Getty Images

La inteligencia naval británica transmitió, en bandas de radio que interceptaban los alemanes, mensajes haciendo creer que otras naves de guerra se dirigían a la zona. Esas naves estaban realmente muy lejos, pero se logró el efecto buscado. Berlín ordenó a Langsdorff que el barco no debía caer en manos del gobierno uruguayo, que podría internarlo mientras durara la guerra, ni en manos británicas. Como el gobierno uruguayo, que era neutral, solamente concedió a Langsdorff 72 horas de plazo para permanecer en puerto, el capitán decidió destruir el acorazado. El Admiral Graf Spee levó anclas ante la mirada de miles de montevideanos. Se colocaron cargas explosivas para que el barco se partiera en dos, la tripulación abandonó la nave y la orden se ejecutó el 17 de diciembre de 1939 a seis millas de Montevideo frente a la multitud atónita que no sabía que el capitán había decidido volar la embarcación.

   
   
                   
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El Graf Spee levó anclas ante la mirada de miles de montevideanos y se le colocaron cargas explosivas para que se partiera en dos. La orden se ejecutó el 17 de diciembre de 1939.   -  Foto:  Corbis via Getty Images

Langsdorff viajó a Buenos Aires. Tiempo después viajarían los mil tripulantes. El 20 de diciembre, en el lugar donde se alojaba y vestido de uniforme, el capitán se acostó en el piso sobre la bandera del Admiral Graf Spee y con una pistola Mauser se suicidó de un disparo. “Soy feliz de pagar con mi vida cualquier reproche que pudiera formularse contra el honor de nuestra marina”, escribió en la carta que dejó.

Después de la guerra Winston Churchill, ministro de Marina en 1939, escribió sobre la batalla del Río de la Plata: “El espectáculo de tres barcos británicos más pequeños que sin vacilar atacaron y obligaron a darse a la fuga a un enemigo blindado y mejor armado, fue objeto de admiración por doquier”.

Las hostilidades en el Río de La Plata no habrían ocurrido si los despachos de lana australiana no se hubieran demorado ese año de 1939. El Admiral Graf Spee se concentraba en atacar en el sur de África a mercantes que transportaban lana de Australia a Gran Bretaña. Pero como hubo una demora de dos semanas el capitán Langsdorff decidió merodear por las costas suramericanas. Lo relataron las tripulaciones británicas, que el capitán había capturado en sus ataques a naves mercantes.

   
   
                   
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Foto: HO / ALFREDO ETCHEGARAY / AFP

Un águila nazi de bronce de casi dos metros de altura que pesa 400 kilos, con una esvástica en sus garras, fue izada en 2006 del lugar en que se encuentran los restos del Admiral Graf Spee.

   
   
                   
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Foto: HO / ALFREDO ETCHEGARAY / AFP

El nacionalsocialismo uruguayo

El pensamiento nacional-socialista “impregnó notoriamente diversos sectores de agentes políticos del país, más allá de aquellos explícitamente identificados con él”, según la historiadora uruguaya María Camou.

Como en otros países, el foco de difusión del nazismo fue la colonia alemana. En Uruguay el partido nacionalsocialista se fundó de manera independiente de Alemania en 1931, cuando Hitler todavía no se había tomado el poder. Su periódico, Deutsche Wacht (El centinela alemán), se autodefinió “órgano de lucha del movimiento nacional-socialista en Uruguay”.

He aquí algunas de las tareas de los miembros del partido: “Cumple las leyes del país del que eres huésped. Deja la política del país en que resides para sus habitantes. Date a conocer siempre y en todas partes como miembro del partido. Habla y actúa permanentemente como orgulloso integrante del movimiento nacional-socialista y de la nueva Alemania”.

El partido nacionalsocialista de Uruguay se fundó de manera independiente de Alemania en 1931. Entre las tareas de los miembros estaba actuar como orgullosos integrantes del movimiento y de la nueva Alemania.

El proselitismo se hacía también por medio de una emisora radial que transmitía los discursos de Hitler y de Goebbels, su ministro de propaganda, así como himnos y marchas del partido, y se extendía a los alumnos de los varios colegios alemanes del país. El poeta Mario Benedetti aprendió alemán en el Deutsche Schule de Montevideo donde cursó la primaria. Fue retirado del colegio antes del contagio nazi pero sí recordaba que en una ocasión un profesor les pidió a él y a sus compañeros que lo saludaran con la mano en alto.

Ese proselitismo incluía una buena dosis de antisemitismo. Según la historiadora Camou: “El antisemitismo, como bandera política, constituyó el aspecto más elaborado y homogéneo del discurso nazi fascista nacional, y el que logró mayor incidencia, y para cuya difusión colaboró parte de la prensa conservadora, El Debate y El Diario, por ejemplo”.

Ya en 1936 afirmaba el periódico Tribuna Popular: “El comunismo es dirigido, lisa y llanamente, por judíos”. El mismo diario había escrito antes: “La influencia semita se nota en toda actividad de nuestro país, y ello es deprimente para el espíritu nacional que se ve desplazado, desposeído y suplantado por los semitas en sus maniobras de fin utilitario y material”.

Cercanas fueron las relaciones entre Hitler y Gabriel Terra, dictador del Uruguay de 1931 a 1938. Con ingenieros y técnicos alemanes se inició en 1937 la construcción de una hidroeléctrica sobre el Río Negro en Rincón del Bonete. Con ese motivo Hitler telegrafió a su homólogo: “Excelentísimo señor presidente de la República Oriental del Uruguay Doctor Don Gabriel Terra. Montevideo. Al buen éxito de la obra monumental del Río Negro, comenzada por iniciativa de su gobierno, expreso a su Excelencia mis más sinceras felicitaciones. Adolfo Hitler. Canciller del Reich”.

Según el FBI algunos de los principales nazis de Uruguay en 1940 fueron: Julius Holzer, Adolf Becker, Adolf Fuhrmann, Friedrich Herold, Hero Holtz, Otto Klein, Rudolf Messner, Rudolf Patz, Ernest Bohle, Julius Dalldorf, Adolf Dutine y Max Schmidtlein.

Varios fueron detenidos en 1940 gracias a una campaña de Hugo Fernández Artucio, un periodista y político que en un programa radial diario denunciaba la infiltración nazi. Se ha dicho que trabajaba para la inteligencia británica, lo cual es posible pues en 1942 publicó en Nueva York el libro The Nazi Underground in South America, editado por la conocida editorial Farrar, y el año siguiente en Londres dio a la luz The Nazi Octopus in South America. Tenía apenas 30 años y solo había publicado Los Nazis en Uruguay. Para dar ese salto a Nueva York y Londres y escribir dos tomos sobre las actividades secretas nazis y sobre el pulpo nazi en América del Sur, seguramente contó con una mano amiga.

En 1940 el periodista Hugo Fernández Artucio, empezó a denunciar la infiltración nazi a través del partido Obrero Nacionalsocialista Alemán, una asociación política que él consideraba peligrosa. Dicha campaña logró el cierre del partido.

Sea como fuere, la actuación más eficaz de Fernández Artucio ocurrió en 1940 cuando presentó ante el doctor Hamlet Reyes, juez letrado de instrucción, la siguiente denuncia penal:

”Que en uso del derecho y cumpliendo con la obligación de todo ciudadano de poner en conocimiento de las autoridades competentes -para su adecuada investigación, comprobación y castigo-, la perpetración de un delito, comparezco ante V.S., denunciando las actividades en la República Oriental del Uruguay de una asociación política que se denomina “Partido Obrero Nacional Socialista Alemán”, organización que ha tomado en nuestro país entidad y peligrosidad suficientes, como para que sean investigados sus fines y medios de acción”.

Dos fiscales investigaron el partido, consideraron que atentaba contra el Estado uruguayo, ordenaron capturas y el Congreso nombró una comisión investigadora de actividades nazis. La legación alemana anunció la disolución del partido. De todos los países del subcontinente, el único en que la justicia penal condujo al cierre del partido, fue Uruguay.

Un sanguinario asesino nazi

No se sabe de criminales nazis de alto bordo que hayan encontrado refugio en Uruguay. Pero sí fue en la Calle Colombia en un balneario cercano a Montevideo donde un sanguinario asesino nazi terminó sus días. La historia de Herbert Cukurs es la siguiente. Nacido en 1900 en Latvia, un pequeño país en el mar Báltico que limita con Estonia y Lituania, Cukurs era un héroe nacional por sus proezas como aviador. En aviones que él mismo construyó había volado de Riga a Gambia, cruzando el Sahara, y de Riga a Tokio. Se le consideraba el Charles Lindbergh de su país. Lindbergh perdió prestigio en los años treinta cuando visitó Alemania, se deshizo en elogios al gobierno, recibió una condecoración de Hitler y decidió radicarse en Berlín. Renunció a la mudanza cuando en 1938 ocurrió la Noche de los Cristales Rotos.

   
   
                   
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Herbert Cukurs. Nacido en Latvia en 1900, era considerado el Charles Lindbergh de su país. Cuando las tropas de Hitler invadieron Latvia en 1941 él se convirtió en un desaforado asesino de judíos. - Foto: KEYSTONE-FRANCE/Gamma-Rapho via Getty Images

Cukurs fue más allá. Cuando las tropas de Hitler invadieron Latvia en 1941 el héroe de la aviación se convirtió en desaforado asesino de judíos. Les disparaba sobrio y también ebrio, en fiestas macabras donde las libaciones con vodka se alternaban con el homicidio casual y con la violación de mujeres judías y de Latvia. “En Riga vivían unos 80.000 judíos antes de la ocupación alemana. Cuando el ejército rojo liberó Riga quedaban en la ciudad 140 judíos”, se lee en uno de los 42 volúmenes que contienen la transcripción de los juicios de Núremberg. En Latvia el Holocausto fue de los más acabados.

Uno de los pocos sobrevivientes fue un joven judío de 16 años, Abram Shapiro. Cukurs se apoderó del apartamento de su familia, que fue toda exterminada. Fue obligado a trabajar en la mansión de un banquero judío confiscada por los colaboracionistas. Allí presenció las atrocidades cometidas por Cukurs contra los judíos que eran recluidos en los sótanos de la edificación. Por órdenes de Cukurs los judíos eran luego transportados en camiones y no regresaban. Cukurs asesinó personalmente a muchos judíos en el gueto de Riga.

Cukurs llegó a Río de Janeiro con su familia después de la guerra, sin ocultar su nombre. Transportaba turistas en un avión para ver desde el aire el Corcovado y la bahía de Guanabara. Luego se radicó en Sao Paulo donde alquilaba botes de pedal en un lago. De ese transplante al Brasil quedan muchos descendientes de Cukurs, entre ellos su bisnieta la cantante Laura Rizzotto.

En 1960 el Mossad, el servicio de inteligencia de Israel, había secuestrado en Buenos Aires en la Calle Garibaldi a Adolf Eichmann, que fue juzgado en Tel Aviv y condenado a la horca. Fue la única operación del Mossad en su género. No hubo otros secuestros de criminales nazis. No era esa la prioridad del gobierno de un país recién fundado.

La operación que el Mossad montó para matar a Cukurs es la única que se conoce en el mundo en relación con criminales nazis.

Un agente que se hacía pasar como hombre de negocios austríaco interesado en invertir en proyectos turísticos apareció un día en el negocio de alquiler de botes de Cukurs. A lo largo de varios meses y de varios viajes, Cukurs, aunque siempre receloso, entró en confianza con el agente del Mossad. Los preparativos fueron minuciosos. Cuando acordaban encontrarse en otra ciudad del Brasil para visitar lugares para invertir, el agente del Mossad se cuidaba de que Cukurs llegara antes para que pudiera alojarse primero en el hotel y no sospechara que se le iba a tender una trampa.

Pasado el tiempo el falso inversionista le informó que como los militares acababan de tomarse el poder en Brasil, lo cual ocurrió en 1964, su compañía había decidido que eso no era bueno para el turismo internacional porque el gobierno podría imponer restricciones de ingreso al país y que debían pensar en otros países. Le propuso visitar Uruguay y Chile.

Cukurs fue sentenciado a muerte por haber supervisado la ejecución de más de 30.000 hombres, mujeres y niños. Los encargados de cumplir con la sentencia se autodenominaron “los que nunca podrán olvidar” y ejecutaron a Cukurs el 23 de febrero de 1965 en un barrio de Montevideo.

Otros cuatro agentes del Mossad arribaron a Montevideo en vuelos distintos y desde países distintos y se alojaron en otros tantos hoteles. El supuesto austríaco esperó a Cukurs en el aeropuerto de Montevideo el 23 de febrero de 1965 y lo llevó al hotel. Luego salieron en un Volkswagen escarabajo rentado para conocer la oficina que había alquilado. Era una casa en la Calle Colombia, en el balneario de Shangrilá. El falso agente entró primero a la casa. Luego lo hizo Cukurs. Los cuatro agentes que lo esperaban estaban en ropa interior pensando que así podían dominar más fácilmente al héroe de la aviación que a sus 64 años todavía era un jayán. Les falló el cálculo. Cukurs no se dejó maniatar y estuvo a punto de sacar su pistola Beretta cuando uno de los cuatro tomó un martillo que habían dejado los obreros que habían hecho arreglos en la casa y le propinó dos golpes en el cerebro, tan violentos que la cacha se desprendió del martillo. Cukurs quedó inconsciente. Con dificultad, por su tamaño, lo metieron en el baúl que habían comprado para el efecto y le asestaron dos tiros. No pudieron leerle la sentencia de muerte, como habían planeado.

Dentro del baúl dejaron un boleto aéreo a nombre de Herbert Cukurs y la huella digital de su pasaporte, así como copia de la declaración que en los juicios de Núremberg rindió un ingeniero alemán que en 1942 construía silos, no en Latvia sino en Ucrania. Un día al llegar a la obra vio que muy cerca había una enorme fosa. Un oficial de las SS les ordenaba desvestirse a los grupos de judíos que iban llegando en camiones, al lado de una pila con unos dos mil zapatos. Según el testimonio:

”Sin llorar ni gritar esta gente se desvestía, se quedaba alrededor de su familia, se besaban, se despedían y esperaban las órdenes de otro oficial de las SS que tenía un látigo en la mano. En los quince minutos que estuve allí no escuché quejas ni a nadie que pidiera misericordia. Vi una familia de unas ocho personas, el papá y la mamá de unos 50 años, con niños de más o menos 1, 8 y 10 años y dos hijas de 20 a 24 años. El papá le daba la mano al niño de unos 10 años y le hablaba suavemente. El niño estaba a punto de prorrumpir en llanto. El papá le señalaba el cielo, le acariciaba la cabeza y trataba de explicarle algo. En ese momento el oficial de las SS le ordenó a un grupo de unas veinte personas incluyendo la familia que fueran hacia el borde de la fosa donde había una montaña de tierra. Me acerqué a la fosa y vi mucha gente encima de otra gente. Solo les veía la cabeza. Casi todos tenían sangre que les bajaba de la cabeza hacia los hombros. Algunos de los que estaban en la fosa todavía se movían. Algunos levantaban los brazos y movían la cabeza para mostrar que estaban vivos. La fosa estaba dos tercios llena. Calculé que debía haber allí 1.000 personas. Vi el oficial de las SS encargado de disparar. Estaba sentado en el borde de la fosa. Fumaba un cigarrillo. La gente que iba bajando hacia la fosa, completamente desnuda, se iba acomodando donde el oficial indicaba, encima de las cabezas de los que estaban allí, se acostaban sobre o al lado de los muertos, algunos acariciaban a los que todavía estaban vivos y les hablaban en voz baja. Luego escuché los disparos. Muchos cuerpos se retorcían o las cabezas quedaban inmóviles encima de los cadáveres mientras la sangre bajaba sobre los hombros”.

Días después del asesinato de Cukurs la oficina de la Associated Press en Bonn, Alemania recibió una carta anónima firmada por “Los que nunca podrán olvidar”:

”Tomando en consideración la gravedad de los cargos contra el acusado, a saber que personalmente supervisó la ejecución de más de 30.000 hombres, mujeres y niños, y considerando la extrema crueldad demostrada por el sujeto cuando ejecutaba sus tareas, el acusado Herbert Cukurs fue sentenciado a muerte. El acusado fue ejecutado por “Los que nunca podrán olvidar” el 23 de febrero de 1965. Su cadáver se encuentra en la Casa Cubertini Calle Colombia, Séptima Sección del Departamento de Canelones”.

La AP informó a su oficina de Montevideo, que notificó a la policía. Casa Cubertini era una pequeña casa cerca a la playa. Dentro del baúl estaba el cadáver putrefacto.

En el idioma letón de Latvia, cukurs significa azúcar.