Informe especial | Orgullosamente colombiano, un homenaje al país del tricolor
Un grupo de líderes del país le cuentan a SEMANA cuál fue ese momento en que vivieron con emoción la felicidad de haber nacido en las tierras colombianas. Homenaje a Colombia este 20 de julio.
Fue a las 7:00 de la noche cuando un florero que se estrelló contra el suelo de una casa de la Calle Real (hoy carrera séptima) y se partió en mil pedazos, marcaría para siempre el destino del único país bañado por dos océanos. Pertenecía al comerciante español José González Llorente, quien se negó a prestarlo a Luis de Rubio, que lo requería para la cena con la que los criollos querían cumplimentar la visita del comisario real Antonio Villavicencio, nacido en Quito. Se sabía de antemano que Llorente no prestaría ninguno de sus objetos de valor, y menos para que los criollos festejaran. Fue el pretexto para que estallara la reyerta de aquella noche del 20 de julio de 1810 y se escogiera la primera junta de gobierno autónomo de la que se tuvo noticia.
José Acevedo y Gómez se asomó por una de las ventanas del segundo piso del edificio donde funcionaba el cabildo. El pueblo, afuera, de ruana y aguantando frío, gritaba al unísono: “Abajo el Virrey”. “¿Quieren que Sinforoso Mutis sea uno de los voceros de la junta?”, preguntó Acevedo y Gómez ,y la gente respondía. Así, a gritos, se conformó el primer gobierno de Colombia. Los elegidos fueron “los más patriotas”, y el sevillano Juan Jurado, cuyas doce hijas habían nacido en el entonces virreinato, fue el único español incluido en la junta.
Desde entonces, el 20 de julio no volvería a ser lo mismo. Cada año no solo se recuerda aquel estruendo de un florero contra el piso, que provocó el mayor grito en la historia del país: el de Independencia. También es el día para que las banderas de Colombia salgan del armario y se ondeen con libertad en balcones y ventanas de todos los rincones del país, y en el que los colombianos se sienten más orgullosos de haber nacido en su tierra.
Pero en la historia de Colombia ha habido muchos días de fervor patrio, tan importantes como aquel 20 de julio de 1810. El día en que doce colombianos y tres estadounidenses fueron liberados tras varios años de cautiverio en poder la guerrilla, fue el día en que más orgulloso se sintió de ser colombiano el expresidente Álvaro Uribe Vélez. El empresario Luis Carlos Sarmiento Gutiérrez sintió lo mismo cuando abandonó su despacho y se unió a la Patrulla Aérea para llevar atención médica a esa otra Colombia. Cuando recibió el premio príncipe de Asturias, en 1994, por haber creado una vacuna sintética contra la malaria, fue esa especie de 20 de julio para el científico tolimense Manuel Elkin Patarroyo. Para David Vélez, en cambio, el día en que sintió más orgulloso de haber nacido en la tierra atravesada por tres cordilleras fue cuando decidió dejar de ser empleado y se lanzó a crear empresa.
Pero el amarillo, azul y rojo no solo se ha ondeado como ritual en el día patrio, sino que se ha agitado, incluso en los lugares más lejanos del mundo, gracias a las gestas y proezas de los héroes nacionales, los deportistas, cuya explosión se produjo hace treinta años, y desde entonces han llegado a encaramarse en lo más alto de sus disciplinas, y han hecho que el himno nacional, considerado el más bello del mundo –después de La Marsellesa–, retumbe por todo el planeta.
El día que por primera vez sonó en los más de 125 años de Juegos Olímpicos es el que más ha llenado de orgullo a María Isabel Urrutia, primera deportista colombiana en colgarse una medalla de oro en esas justas. Ximena Restrepo dice sentirse orgullosa de su patria a diario, pues desde hace treinta años vive en el exterior, pero recuerda con cariño aquel día de 1992, en Barcelona, cuando se convirtió en la primera colombiana en ganar una medalla en las olimpiadas. Juan Pablo Montoya se erizó la piel cuando sonó el himno en el principado de Mónaco, tras derrotar al alemán Michael Schumacher. Mariana Pajón, a pesar de haber ganado dos medallas de oro en los Olímpicos, se sintió orgullosa de ser colombiana cuando ganó el campeonato del mundo de BMX que se disputó en Medellín, su casa. Robert Farah no olvida la osadía de dar la vuelta olímpica, con la bandera de Colombia, en dos de los templos del tenis mundial, las canchas principales de Wimbledon y el National Tennis Center de Nueva York. Catalina Usme se sintió más colombiana que nunca cuando pudo volver a una cancha de fútbol tras dos cirugías de rodilla que la tenían frente a frente con el retiro. Y para Luis Fernando Montoya, el campeón de la vida, su ’20 de julio’ no podría ser otro que cuando el Once Caldas se coronó campeón de la Copa Libertadores de América.
Pero el único colombiano al que le coincidió su día de consagración con el de la fiesta nacional fue Nairo Quintana, pues fue un 20 de julio cuando se trepó a lo más alto del ciclismo mundial.
Colombia ya no es el mismo país de hace 211 años. Para empezar, su territorio ha disminuido de aquella Gran Colombia con la que soñaba el libertador Simón Bolívar, cuyos primeros descendientes intentaron prolongar. Por aquella reyerta provocada tras la caída de un florero, varios barrios en diferentes lugares del país llevan el nombre de 20 de julio, una fecha que los colombianos celebran a lo grande, pues más allá de conmemorar el grito de independencia, es el día en que los más de 50 millones de personas que habitan el país más orgullosos se sienten de haber nacido en su patria, como dice el bambuco Soy colombiano de Silva y Villalba.
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Empresas que han dejado huella
Estas compañías han puesto ideas que ahora son referente en diferentes sectores productivos del país.