Daniel Lenis, exalumno; Henry Romero, rector del Liceo Campo David, y Santiago Caicedo, exalumno. Los estudiantes obtuvieron algunos de los mejores Icfes.
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La escuela no para de aprender: la lección del Liceo Campo David

Este colegio de Bogotá ocupa el tercer lugar del escalafón de los mejores colegios del país elaborado por Dinero.

27 de marzo de 2021

El 2020 fue un año de gran incertidumbre para el sector educativo, que tuvo que adaptarse rápidamente a la nueva realidad luego de que se decretaron las medidas de aislamiento en el país.

Henry Romero, rector del Liceo Campo David, afirma que la convicción liceísta por crear estrategias orientadas al bien común fue clave para mantenerse en pie. También se convirtió en la fuerza que les ha permitido encontrar dos faros para este camino: la voluntad de cambio y la evaluación como práctica recurrente.

Este colegio, ubicado en el barrio Ciudad Tunal de Bogotá, tiene tradición en el ranking de estudiantes con los mejores resultados promedio en las pruebas Saber 11. Incluso en momentos complejos como los que trajo la pandemia, sus alumnos se destacaron.

Por eso, si de lecciones aprendidas se trata, quizás la más valiosa es que la escuela nunca para de aprender. Y en el caso de esta institución educativa, el nivel de exigencia y de trabajo duro por alcanzar los objetivos pedagógicos se mantuvo aún en medio de la crisis sanitaria. “En Campo David prima el ejercicio permanentemente de diversificar, ajustar y renovar los modelos, procesos y herramientas pedagógicas, porque el mundo cambia aceleradamente y la escuela debe ser un espacio de transformación”, recalca el directivo.

En este 2021 la tarea es seguir aprendiendo y preparándose para responder a los desafíos del nuevo modelo de alternancia. Según voceros de la institución, 88,2 por ciento de las familias que forman parte del Liceo Campo David decidió continuar en la modalidad virtual durante el primer trimestre escolar.

Mientras llega el día de volver a las aulas, realizan una fase piloto en cada uno de los hogares liceístas, a fin de crear rutinas y hábitos de autocuidado, y así adaptarse física, emocional y mentalmente a los protocolos y a la interacción en la presencialidad.

Para Romero, “más allá de las posibilidades y limitaciones de un sistema no presencial, la firme convicción en la excelencia académica sobrepasa cualquier pantalla o plataforma”.