Matar o morir: así es en Colombia la defensa propia, ante la grave ola de inseguridad. Los testimonios son estremecedores
En medio de la inseguridad desbordada, algunos ciudadanos decidieron defenderse. No debería pasar, es una tarea de las autoridades. Las víctimas terminan acusadas de delitos por protegerse.
Axl Cárdenas, con solo 25 años, estuvo preso seis años en la cárcel La Modelo y acaba de obtener la detención domiciliaria. Sin embargo, siente que en ese “hueco” perdió todo. Rossman Monterroza era una promesa del fútbol, jugó para la Selección Colombia Sub-20, estudia Instrumentación Quirúrgica y lo embarga el temor de caer preso. Jhon Arley Sandoval es un escolta, entrenado para enfrentar situaciones peligrosas, y ahora está imputado en un proceso penal. Los tres tienen algo en común: se defendieron de ladrones, estaban en juego sus vidas, actuaron y ahora viven una pesadilla.
Las historias se repiten una y otra vez. La inseguridad está desbordada, las personas tienen miedo de caminar en las calles, ni comiendo en un restaurante se sienten tranquilas, los atracos están a la carta. Como afirmó el alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, no es un asunto de percepción y es necesario tomar medidas. Mientras eso pasa, los ciudadanos se están armando, dispuestos a defenderse, a buscar justicia por mano propia. No debería ser así, para eso están las autoridades, pero es una realidad que siempre termina en tragedia.
SEMANA se metió a fondo en el debate sobre lo que se ha denominado justicia por mano propia, que desde la otra orilla es visto como venganza. Las posiciones están enfrentadas, y los hechos son diferentes. ¿Cómo puede una persona medir su respuesta cuando siente su vida o la de su familia en riesgo? ¿Cuál es la línea que marca la diferencia entre la defensa y el ataque?
Para el gobierno del presidente Gustavo Petro, hablar de justicia por mano propia va en contra de los preceptos legales y constitucionales. El ministro de Justicia, Néstor Osuna, asegura que el término es sinónimo de “venganza”. “La función del Estado es la administración de justicia, por esto tiene el monopolio de las armas (...), hablar de justicia por mano propia es, simplemente, hablar de la desarticulación del Estado”, enfatiza Osuna.
El abogado penalista Marlon Díaz afirma que existen condiciones: “Que haya una agresión a un bien jurídico como la vida, la integridad personal, la seguridad, la libertad individual, la libertad de formación sexual, por mencionar algunos”.
Si se comprueba que la acción cumplió con estas condiciones, se puede plantear ante la Fiscalía o un juez la ausencia de responsabilidad “y no tiene ninguna consecuencia penal”, dice Díaz. Él defendió al escolta que les disparó a dos ladrones que habían robado a una mujer en la calle 116 con autopista Norte, en Bogotá, el 30 de enero de 2019, y cuyo proceso fue archivado.
Por el contrario, el presidente del Colegio de Abogados Penalistas, Francisco Bernate, aclara que son muy pocos los casos en los que se puede aplicar la legítima defensa: “Es una situación excepcional que habilita al ciudadano a reaccionar a una agresión actual e inminente. Por eso, cualquier respuesta desproporcionada lo convierte en un homicidio simple”.
Una posición contraria tiene el abogado Iván Cancino, quien, recordando el caso reciente, en el sur de Bogotá, en el que dos ladrones entraron con armas de fuego a atacar a los clientes de un restaurante y uno de ellos, un expolicía, disparó al ver en riesgo su vida, explica: “Ante una situación de riesgo grave y evidente, actuó con rapidez y determinación para protegerse a sí mismo y a los demás”. Para Cancino, es una actuación justificada.
SEMANA también habló con el médico que el 30 de enero de 2020, al defenderse de un atraco en un puente peatonal al norte de Bogotá, usó su arma legal y mató a tres delincuentes. La justicia le fue favorable, pues la misma Fiscalía afirmó que se trataba de legítima defensa, aunque para él es un asunto de “legítima existencia”. El juez acogió los argumentos y quedó cerrado el caso sin ningún tipo de antecedente.
Su nombre lo mantiene bajo reserva, pero afirma: “Tuve que aprender también sobre las implicaciones jurídicas de la legítima existencia (...), es decir, un ciudadano tiene en su haber algunos derechos, derecho a respirar, a la libre movilidad, al trabajo, a la vida. La ley consagra el derecho a la legítima defensa, incluso en favor de un tercero. El concepto es claro en su espíritu y esencia”.
La teoría está bien, pero, como plantea el abogado Cancino, otro asunto es la vida real, cuando ocurren los hechos y llegan las consecuencias para quienes se atreven a defenderse, como sucede con Axl Cárdenas, Rossman Monterroza y Jhon Arley Sandoval. Los tres actuaron protegiendo a sus seres queridos, su propia vida o cumpliendo su trabajo, aunque viven una pesadilla.
El infierno de Axl
En Colombia la tragedia y la cárcel suelen ir acompañadas de pobreza e injusticia. Es la historia de Axl Cárdenas, un joven de 31 años que pasó los últimos seis en la cárcel La Modelo. Su casa era el patio 2B, de donde salió hace apenas unos días con prisión domiciliaria. Su pecado fue no dejarse robar, defenderse de los ladrones.
A las cuatro de la mañana del 22 de abril de 2018, mientras iba camino a su casa, fue sorprendido por dos ladrones de origen venezolano que le pidieron su celular. Envalentonado, Axl les respondió que no se iba a dejar robar en su barrio. Esa decisión le pasó factura.
Recibió un botellazo por la espalda, cayó al piso y lo molieron a golpes mientras él se aferraba a su teléfono. En medio del enfrentamiento, que le costó heridas en la cara y hasta pudo perder la vista, a uno de los delincuentes se le cayó el cuchillo. El asunto dio un giro que ya no tendría reversa.
Imágenes de las cámaras de seguridad mostraron cómo se le acercaron y fue golpeado. Entretanto, en la esquina, esperaba una mujer, la campanera, que luego se hizo la víctima.
Con cuchillo en mano y el rostro ensangrentado, Axl se fue detrás de los ladrones mientras ellos cobardemente corrían. Al buscar justicia por su propia mano, le pegó una puñalada a uno y el ladrón murió.
“Nunca había hecho algo así, era la primera vez que usaba un cuchillo. Estaba lleno de ira por cómo me habían vuelto la cara, me defendí mal, no debí hacerlo, pero lo maté”, cuenta Axl mirando al suelo y recordando el día que todo cambió.
Asustado, buscó refugio en su casa, donde sus papás, lugar al que nunca más volvió. Su hogar sería la cárcel. Se sentó en la sala, tomó una foto de su rostro lleno de sangre seca, moretones y lágrimas; les contó a sus papás, Rodrigo y Érika, y en adelante todo fue injusticia.
“Perdí todo lo que tenía, a mis dos abuelos, no me pude despedir de ellos. Mis papás están en una situación difícil y lejos de mí. Es algo que quisiera borrar de mi mente”, dice entre sollozos.
Los ladrones y la campanera aseguraron que habían sido ellos los atacados. Axl, de la noche a la mañana, pese a las pruebas, testimonios, cámaras y golpes, fue acusado por homicidio y hurto.
Es una persona joven y humilde, no tiene dinero para un abogado y le asignaron una de la defensoría pública, Nohra Clavijo, quien, en lugar de defenderlo, lo condenó. Fue su verdugo.
La abogada Clavijo no asistió a las audiencias, no recogió videos ni testimonios que probaban que el joven era inocente. En la audiencia, en la que se le destruyó la vida, apareció un muchacho asustado, respondiendo sin saber nada de leyes o procedimientos frente a una rancia jueza que dictaminó la sentencia.
“La audiencia de acusación fue en agosto de 2018. Llevan más de seis meses privados de libertad, su defensa técnica ha solicitado el aplazamiento de las diligencias. Ustedes han sido trasladados en siete oportunidades, siete audiencias que han fracasado por ausencia de su defensor técnico”. Esa desidia lo condenó.
En la cárcel, cuenta, no le fue mal, no le gusta hablar de eso. Cuando se le pregunta por lo que tuvo que padecer, la mirada se va en los recuerdos. Solo dice: “Allá pasan cosas que nadie, ningún ser humano debería vivir. No se lo deseo a nadie”.
Lo robaron y lo golpearon, se defendió y terminó en la cárcel
Axl Cárdenas en medio de un atraco mató a uno de sus atacantes. Tenía solo 25 años y pasó seis en la cárcel.
De forma empírica aprendió a arreglar celulares. “Allá todos tienen”, asegura. “Aprendí a ponerlos a funcionar así estuvieran reportados, les enseñaba a conectarse. Así me ganaba la vida, y los plumas (jefes del patio) me daban permiso”, agrega.
Contó con la suerte de conocer a los plumas, tres hermanos que tenían una olla en Engativá, el barrio donde creció y se defendió del atraco. Uno de ellos lo reconoció y pudo vivir en paz.
Tiene muchas historias de su tragedia. Algunas le dan esperanza; por ejemplo, la forma en que conoció a su pareja, Leady. Era amiga de una persona en común, se contactaron por redes sociales y empezó una relación en la que hoy, por lo menos, las rejas no son un obstáculo.
Axl perdió la juventud, la familia y lo más importante: su hijo. Ahora espera rearmar todo lo que le quitó la cárcel, trabajar, ver crecer al niño y ponerle punto final a un capítulo oscuro que se empezó a escribir cuando decidió defenderse.
Una promesa en problemas
“Huele a formol”, le dijeron a Rossman Monterroza, un joven de 27 años, jugador de fútbol, que alcanzó a vestir la camiseta de la Selección Colombia Sub-20, cuando llegó a visitar a su mamá, en el barrio Sevilla de Sincelejo.
Era una amenaza relacionada con hechos ocurridos en agosto de 2022, en medio de un intento de atraco a su novia. El joven persiguió a los ladrones, lanzó una pedrada y uno de ellos cayó, quedó inconsciente. Ahora Rossman tiene que responder por intento de homicidio.
La Fiscalía no investigó el hurto, pero se lanzó con determinación en su contra. Radicó el escrito de acusación por tentativa de homicidio y las víctimas se convirtieron en acusados.
El día de los hechos, Rossman esperaba a su novia en la casa de su mamá. De repente se escucharon unos gritos: “Cójanlos, cójanlos”. Eran dos motoladrones, y la víctima, una mujer, la novia del futbolista. El joven salió tras los delincuentes, que se llevaron el celular.
Como conocía el barrio, cortó camino y alcanzó a los supuestos ladrones. La única defensa que encontró fueron algunas piedras. Una impactó al pasajero de la moto, quien quedó inconsciente. El conductor salió corriendo, Rossman lo alcanzó, pero el celular desapareció.
En cuestión de minutos, llegó la policía, escucharon a las partes y, mientras Rossman trataba de explicar lo ocurrido, el otro presunto ladrón juraba no tener nada que ver con el hurto. Todos quedaron en libertad.
Ahí empezó el viacrucis. Rossman y su familia fueron víctimas de amenazas, su casa se convirtió en una piñata que delincuentes escogieron para llenar de piedras. Rompieron techos, ventanas, el carro. Fueron desplazados, huyeron para evitar los ataques y las amenazas. Mientras tanto, la Fiscalía recogió una parte de la historia: el capítulo según el cual había cometido un intento de asesinato.
Rossman, su novia y los supuestos atracadores radicaron denuncias. Una por el atraco y la otra por el ataque con la piedra. Pero fue la segunda la que prosperó.
Nueve meses después, en la Semana Santa de 2023, fue capturado. Le leyeron los derechos y le informaron que era buscado por tentativa de homicidio. Lo llevaron ante un juez, le imputaron cargos y, en un hecho particular, el fiscal que se esforzó por capturarlo, cuando pudo citarlo a una audiencia de imputación, dijo que la captura no era necesaria.
Lo llevaron a una URI en Sincelejo. En días santos estuvo rodeado de demonios. Asesinos, abusadores y secuestradores eran sus compañeros de celda y, mientras el juez definía su situación jurídica, la Fiscalía exponía la declaración de los hombres que fueron señalados del atraco y que se disfrazaron de víctimas.
Rossman no tiene antecedentes y desde niño se destacó en el fútbol. Llegó a las ligas menores del Junior, a los microciclos de la Selección Colombia Sub-20 en Honduras, y después del hurto del que fue víctima su novia, de las amenazas en contra de su vida y los ataques a su familia, tuvo que liquidar un negocio de calzado y ropa y se radicó en Barranquilla.
Sacó un crédito del Icetex. Se inscribió en la Universidad Libre. Ahora es un destacado estudiante de Instrumentación Quirúrgica, pero tiene miedo, no de los atracadores, sino de la justicia.
“Miedo, claro. Tengo temor, todo esto nos ha desbaratado, perder tanto trabajo, los sueños. Estoy rogando porque la Fiscalía entienda que fuimos víctimas de un atraco”, señala Rossman, quien deja todo en manos de Dios.
Miguel Oliveros, abogado de Rossman, está convencido de su inocencia y tendrá la urgente misión de evitar que vaya a la cárcel. Entretanto, los señalados del hurto se convierten en víctimas de un proceso que está por condenar a Rossman y a su familia.
Un promesa del fútbol en riesgo de ir a la cárcel por tomarse la justicia con sus manos
La Fiscalía acusó a una joven promesa del fútbol y estudiante de Instrumentación Quirúrgica por tentativa de homicidio. El estudiante defendió a su novia víctima de un atraco, buscó a los presuntos ladrones, los alcanzó y se defendió con una piedra. Uno salió herido y lo denunció. Ahora las víctimas del robó son acusadas de atacar al supuesto ladrón.
Era su trabajo
“Estoy muerto en vida”. El 14 de octubre de 2023 fue el peor día de su vida para el escolta Jhon Arley Sandoval, quien presta los servicios de seguridad para la empresa SMB Security Ltda.
A las 9:05 de ese día, Sandoval se encontraba trabajando. Su jefe le había pedido que estuviera atento, la zona era insegura y días antes los comerciantes del sector del barrio Chapinero, en Cúcuta, habían manifestado preocupación por la ola delincuencial.
Sandoval estaba alerta y el entrenamiento le sirvió para detectar a cuatro jóvenes con actitudes sospechosas que rondaban el sitio. Sus sentidos no le fallaron, uno de ellos ingresó al parqueadero para robarse una motocicleta.
En el escrito de acusación contra Sandoval, la Fiscalía reconoció que el día de los hechos Jayson Andrés Ortiz, el presunto ladrón, se apoderó de la motocicleta de un empleado de la empresa.
“Al momento que Jayson Ortiz se apodera de la motocicleta violando los sistemas de seguridad, la enciende y arranca, es sorprendido por el señor Jhon Arley Sandoval, quien lo intercepta, protegiendo ese derecho del bien jurídico, esgrime su arma de dotación, debidamente amparada por la autoridad competente”, señala la Fiscalía.
Era claro que estaba evitando un delito. Sin embargo, a partir de ese momento la vida de Sandoval dio un giro. “Estoy muerto en vida”, asegura.
“Minutos antes, varios sujetos sospechosos estaban rondando la empresa. Uno de los empleados me alertó y me dijo que tuviera cuidado. Yo me puse pilas y vi cuando uno se metió a robar la moto. La prendió y cuando lo interceptó me dijo que si me iba a hacer matar. Me amagó con dispararme, yo reaccioné y le disparé”, relata Sandoval.
Contó que, a partir del fallecimiento del presunto delincuente, ha sido un infierno. Todos los días piensa en que su hijo de 9 años, su esposa –con problemas de salud– y sus padres lo tengan que ir a visitar a una cárcel, pues la Fiscalía lo trata como homicida.
“He pensado en quitarme la vida. Yo no me levanté ese día a matar a nadie, cambiaría lo que fuera por haber dejado que se robaran la moto. Acá tienen más garantías los delincuentes”, dice Sandoval.
¿Justicia por mano propia o legítima defensa? El debate jurídico es para los especialistas en derecho, pero para Sandoval está relacionado con su trabajo. Estaba protegiendo los bienes jurídicos de quienes allí laboraban y reaccionó para evitar el hurto, situación que hoy lo tiene viviendo una trágica experiencia.
Martín Barrera, jefe de Sandoval y representante legal de la empresa, afirma que responsabilizar al escolta de homicidio agravado es injusto con alguien que cumplía con su labor.
Según el abogado penalista Ronald Sanabria, la Fiscalía sorprendió con su calificación jurídica al no aceptar que se trataba de un caso de legítima defensa y, por el contrario, responsabilizó a Sandoval de homicidio agravado.
“Acá lo que hay es una legítima defensa porque el ladrón simuló el acto de sacar un arma de fuego. A partir de ese hecho el escolta activa los deberes propios de su cargo”, indica Sanabria.
Mientras las autoridades no actúen, habrá ciudadanos dispuestos a defenderse aunque el resultado sea trágico. Axl, Rossman y Jhon desean que esto nunca hubiera pasado, sufren un calvario. Otra es la posición del médico que abatió a tres atracadores, la justicia le fue favorable y asegura que “quienes tengan una abierta posición promaleante pueden deleitarse con las cifras durante 2023, en las que miles de compatriotas sufrieron también el acecho de la criminalidad y se perdieron miles de vidas, como revelan las estadísticas sobre seguridad”.
La historia del escolta que se expone a dura condena tras frustrar robo de una moto
Jhon Sandoval es un escolta de una empresa privada de Cúcuta, Norte de Santander y el año pasado se enfrentó a un presunto ladrón, quien murió en el sitio de donde se pretendía robar una motocicleta. La Fiscalía ahora lo acusa de homicidio agravado.