Abril 29 de 1783<br>El redescubrimiento
El inventario de la naturaleza ordenado por Carlos III fue el punto de partida para explorar el territorio y formar a los próceres de la Independencia.
La Revolución de los Comuneros de 1781 planteó la necesidad de introducir reformas de envergadura en el Nuevo Reino de Granada. Presionadas por las secuelas que había dejado este movimiento, el gobierno español se vio abocado a redefinir la política científica vigente en Madrid para Lima y Santafé desde 1778.
La urgencia de restaurar la fidelidad criolla determinó al arzobispo-virrey Antonio Caballero y Góngora a autorizar el establecimiento provisional de la Expedición Botánica, el 29 de abril de 1783. Incluso le notificó al Ministro de Indias, su jefe, el marqués de Sonora José de Gálvez, que si la Corona rehusaba el proyecto, él lo financiaría de su bolsillo; a tal punto consideraba indispensable la nueva institución para garantizar la gobernabilidad del Reino. Gálvez preparó para la firma de Carlos III las disposiciones ratificatorias de la nueva entidad, a saber, la Real Orden del 6 de septiembre de 1783, promulgada por Real Cédula del primero de noviembre siguiente.
El principal escollo a los planes del Virrey fue la Expedición de Santafé, nuestra 'primera' expedición botánica. Aprobada en 1778 por iniciativa del primer profesor del Jardín Botánico de Madrid, Casimiro Gómez Ortega, y puesta a cargo del médico panameño Sebastián José López Ruiz, esta empresa había sido concebida como un 'apéndice' de la Expedición Hispano Francesa al Perú y Chile organizada en 1777. En semejante concepción no se respetaba el carácter de virreinato de Nueva Granada, establecido definitivamente en 1739, sino que se reproducía la antigua dependencia del Perú. Con este criterio se había comisionado a los expedicionarios de la parte española, Hipólito Ruiz y José Pavón, para que de regreso a Madrid pasaran por Santafé a recoger las colecciones formadas por López; sin embargo el levantamiento de Túpac Amarú (1781) y el de los Comuneros les obligó a posponer el cumplimiento del encargo, aunque resulta improbable que López hubiera iniciado una flora de Santafé, o mantenido correspondencia con Madrid o con Lima.
El desmonte de esta Expedición de Santafé y el establecimiento de la Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada -al mismo nivel y con idénticas prerrogativas que la del Perú y Chile- le permitieron a Caballero hacer un despliegue de poder que demostraba el inicio de una nueva época y la ruptura con la política de Manuel Antonio Flórez, el virrey que había sorteado la revolución durante la cual se promovió el Arzobispo y que, además, había sido el protector de López.
La nueva Expedición fue puesta bajo la responsabilidad del gaditano José Celestino Mutis, reconocido como lazo de unión entre las élites enfrentadas, pues conocía las alianzas del mundo cortesano -era confesor de Caballero- y los secretos de la facción criolla. Desde su arribo al reino en 1760 venía adelantando una Historia Natural, con recursos propios y apoyo de Linneo y de sus discípulos en Suecia. En calidad de socio capitalista y de administrador in situ -en la Montuosa y en El Sapo- había participado en empresas mineras de capital español y americano, estratégicas para la Real Hacienda y para varios gobiernos virreinales. Contaba además con el apoyo del líder de la Ilustración neogranadina, el mariquitense Francisco Antonio Moreno y Escandón -digno de resaltar es que Moreno había lamentado la falta de patrocinio para los proyectos de expedición por Iberoamérica y gabinete de historia natural en Madrid, que Mutis había presentado desde 1763-.
También había participado en el intento de dotar a Santafé de universidad pública en 1768 y en 1774. Durante el levantamiento comunero, adhirió a Caballero y Góngora, con lo que evitó la propagación en la provincia de Mariquita de los desórdenes del Socorro que estallaron el 16 de marzo de 1781. Su vínculo con América se había tornado inquebrantable, tanto más cuanto que sus sobrinos Mutis Consuegra descendían por la madre del notablato de Bucaramanga, y que al ordenarse sacerdote, en 1772, había aceptado que de regresar a España renunciaría al ejercicio de la medicina, la fuente principal de sus ingresos.
El Virrey mitrado hubo de desplegar su persuasión y sugerir el peso de su autoridad para que Mutis accediera a renovar su compromiso con España, aunque éste aseguró que editaría su obra en Nueva Granada, lo que suponía que sería aquí en América donde adelantaría el trabajo científico, reservándole a la metrópoli funciones técnicas asociadas con el grabado, la impresión y la distribución.
Durante los últimos 23 años la Corona había permanecido al margen del punto de partida que Mutis encarnaba y de los avances de las ciencias naturales modernas en el virreinato. La comisión López Ruiz había colmado los sinsabores ocasionados a Mutis desde Madrid: el silencio que se le aplicó en 1763 y la exclusión en que se lo tuvo al momento de organizar la Expedición al Perú. Aunque con el nombramiento de López desapareció la posibilidad de que su Historia Natural fuese auspiciada por el Rey, este hecho estimuló su heroísmo, resolviéndolo a continuar su obra y a dejarle a la "piedad del Rey su edición, y la satisfacción de sus deudas". La distancia entre Madrid y Santafé se dilataría aún más en 1781, cuando la mudanza del jardín de Migas Calientes al Prado, asunto que tampoco se le consultó.
Los planes de Caballero y Góngora habían provocado un forcejeo entre el Ministro de Indias y su subalterno Gómez Ortega, responsable del centro coordinador de las expediciones ultramarinas. Ortega trató de acelerar la incursión de Ruiz y Pavón a Santafé, a lo que Gálvez respondió con un lacónico "se hará lo que Mutis disponga". Luego intervino en la preparación de la Real Cédula, recomendando impedirle a Mutis salir de Santafé hasta que enviara a Madrid la edición de su obra anterior a 1783, lo que no pudo acatarse, pues cuando la disposición se recibió en la capital, hacía cinco meses que Mutis se hallaba explorando las selvas neogranadinas. Ortega comprendió que había perdido su expedición satélite. Nombró entonces a López corresponsal del Prado y "dejó al arbitrio de Mutis todo lo correspondiente a su expedición". Las comisiones de López fueron suprimidas y su título de 'descubridor de la quina', declarado espurio, mientras que a Mutis se le honró como 'primer botánico y astrónomo del Rey', lo que vino a confirmar la reputación internacional de que gozaba desde 1770. En la negociación debió influir el parentesco de Gálvez con Caballero, conocido en la Corte como "el prelado más protegido de Indias".
La composición del equipo de la nueva expedición vino a reforzar la autonomía lograda, pues Mutis se rodeó de criollos formados a su sombra, sin intervención de Madrid. El sacerdote Eloy Valenzuela fue nombrado subdirector, y al franciscano Diego García se lo destinó para que explorara el reino; las láminas botánicas del pintor Pablo Antonio García, integrado como dibujante, carecían de parangón en el Imperio por el rigor de la observación y el primor de la factura.
Así fue como la Revolución de los Comuneros contribuyó al establecimiento de la Expedición Botánica, empresa que legitimó la identidad virreinal de Nueva Granada -su autonomía científica, puesto que la política no era negociable- y el reconocimiento de la intelectualidad criolla y acriollada, sin olvidar que durante buena parte del siglo XVIII, Mutis gozó del prestigio internacional más sólido y dirigió el proyecto botánico más ambicioso del Imperio español, donde la Expedición neogranadina se perfiló como la primera organizada sin intervención extranjera. En estas condiciones el Reino accedía a la mayoría de edad.
*Doctor en Historia, profesor U. Nacional