Especiales Semana

AMOR Y AMISTAD

10 de octubre de 1983

DESDE ADAN Y EVA
Desde los "padres" de la humanidad hasta hoy, la historia está llena de grandes romances
La historia, para unos, se remonta a un hombre y una mujer totalmente desapercibidos dentro de la evolución cultural, pero que, no obstante, pesan en el cuento humano mucho más de lo que se puede reflexionar. Nadie puede competir en humanismo con Adán y Eva. Fueron ellos los que inventaron el pecado, los que liberaron al mundo del espantoso tedio del Paraíso, los primeros amantes de la historia universal. La crónica, para otros, comienza con la aparición de dos monos, una mona y un mono, que cuando se amaron se convirtieron en hombre y mujer, y dieron a luz el mono hecho hombre.
LOS PRIMEROS PASOS
Después de la historia de los monos, la misma de Adán y Eva contada desde otro punto de vista, se comenzó a endiosar el amor y los mortales amaron seres fantásticos: Semíramis, Elena e Ifigenia, Niobe y Yocasta, Isolda y Hero, salidas de las páginas de los griegos, deseadas por los mismos, envidiadas por las mujeres que seguían a Tristan, Agamenón y Etéocles.
Hubo en aquella época una mujer que llegó a Atenas, hija de un esclavo de Mileto y que se llamaba asímisma Aspasia, la amada. Gracias a la bondad de su cuerpo y de su espíritu, cuando tenía unos 25 años conoció, en los círculos influyentes de la ciudad, al hombre que por entonces sería el principal protagonista de uno de los siglos más fructíferos de la humanidad. Era Pericles, quien por los azares de la lejanía se separó de su esposa, se unió con Aspasia-varios años menor que él-y vivió con ella durante 20 años, hasta que la peste le quitó la vida. Fue Aspasia la primera mujer en participar de los asuntos estatales. Acompañó a Pericles en la guerra del Peloponeso. Dialogó con hombres de la talla de Hipócrates, Fidias y Anáxagoras, y, aunque Aristofanes le hiciera la burla sarcástica desde el teatro, Sócrates, no muy amigo de las mujeres a pesar de su gran sentido persuasivo se declaró discípulo de Aspasia. Le dejó un hijo al Rey de Atenas, al que llamaron Pericles también, nombre exclusivo de este siglo.
EL CUENTO TOMA FUERZA
Durante la Edad Media se protagonizó el enfrentamiento más grande que hayan tenido el hombre y la mujer. En aquella época el hombre era dueño y señor del poder. Tenía al Estado en sus manos y la Iglesia era gobernada por él. Las mujeres, entonces, decidieron rebelarse contra ese sistema. Pero utilizaron una excusa infructuosa. Se aliaron con la brujería, con las fuerzas demoniacas, que, en el fondo, era un buen medio de combatir, pero que fue derrotado a causa de un nlanteamiento maniqueísta que hizo buenos a los hombres y malas a las mujeres, lo cual determinó, según datos históricos, el asesinato de más de un millón de brujas, entonces revolucionarias.
Pero al mismo tiempo, en las altas jerarquías del poder y la raza humana, los santos y las santas fueron sustituidas por reyes y reinas, cuya amistad con el Papa era indispensable para ejercer soberanía sobre el pueblo. No obstante tamaña responsabilidad, el nihilismo, la ausencia de unos valores fundamentales, hizo su aparición. Y Lucrecia Borgia tenía amoríos con su hermano César y su padre Rodrigo Borgia, el Papa Alejandro VI, participaba de las circunstancias. Los reyes tenían mujeres preferidas. Dormían en cuartos aparte de los de la reina y asi, ambos, podían tener aventuras amorosas con algún noble o, en veces, plebeyo o plebeya.
Se rindió culto a lo netamente humano, siguiendo el hilo de lo que se había predicado en obras como "Los cuentos de Canterbury" o "El Decamerón". Esos amores de don Quijote por Dulcinea, del Dante por Beatriz, se convirtieron en realidad, dejando de lado la fantasia.
CUARTOS REALES
A medida que el amor fue popularizándose, a las mujeres de mundo se unió el atractivo de no sólo ser objeto de belleza, sino inteligencias superiores, refinadas y cultas. Luís XIV, rey mundano pero eficaz y estadista, fue protagonista de grandes amoríos detrás de su esposa María Teresa de Austria. Gustaba de varias señoras entre ellas madame La Valliére, madame de Montespan y madame Scarron después madame de Maintenon que sin duda era la más inteligente aunque no la más bella de todas cuantas pasaron por su habitación.
A los 34 años, Maria Luisa, princesa y posterior reina de España, era madre de cinco hijos y esposa del Príncipe de Asturias, hijo de Carlos III, durante más de cuatro lustros. La princesa amaba el amor y concretamente el amor físico. Al mismo tiempo, un joven provinciano, Manuel Godoy, se comenzaba a pasear por la corte.
María Luisa había sido amante de su hermano mayor, Luis. Ahora le tocaba el turno a Manuel. Fue Manuel Godoy el que acabó con los cuentos de alcoba de María Luisa. Estos se convirtieron en uno solo, porque ella se enamoró profundamente de aquel provinciano. Lo protegió ante su esposo el rey Carlos IV, hasta convertirlo en el principal protagonista de la historia española, cuando en América se comenzaban a gestar los primeros indicios de independencia.
LOS SALONES
El abuelo de María Luisa, Luis XV, sucesor de Luis XIV, fue amante de una mujer, al parecer terriblemente encantadora y sutil. Era madame de Pompadour. Pero no se contentó ella con el simple cetro de amante del rey.
Agrupó en torno suyo a los grandes hombres de su siglo. Su favorito fue Voltaire. Amiga de Rousseau, trató, en vano, de domeñar su espíritu salvaje. Y no dejó de tener relaciones, por lo menos sentimentales, aun de amistad apasionada, con Crébillon, Buffon, dos poetas gloriosos de la época, con Montesquieu y Marmontel. Fue la Pompadour una de las grandes impulsoras del arte y la teoría política.
Posteriormente grandes salones de la cultura invadirían a Europa. De igual manera, con el mismo estilo y un poco más de pudor, mujeres como madame de Recamier o madame de Stael fomentaron el arte y el pensamiento, a través de las reuniones que se efectuaban en sus casas. Cabe destacar, desde luego, a esa extraña mujer que fue George Sand, madre de dos hijos, amante de Chopin y Liszt, quien entendió el arte, la poesía y la música como baluartes imperecederos de la humanidad. Paralelamente hay amores eternos, sin conflictos ni separaciones, también productivos, como ese ejemplar que mantuvieron durante largos años Benjamín Disraeli y su esposa Sara, más romántico, tal vez, que cualquier otro.

NAPOLEON Y BOLIVAR
Aparte de haber sido hombres grandes, gigantescos por sus hazañas, fueron también famosos por sus conquistas amorosas. A Bolívar, desde la muerte prematura de su esposa, se le conocen infinidad de mujeres como Fanny du Villars, en París, madame Julienne, por la cual se salvó de morir en 1815, en Jamaica, Bernardina Ibáñez, una linda ocañera, Josefina Núñez, Manolita Madroño, Luisa Crober, Isabel Soublette, hermana de su edecán y Janette Hart, añadiéndose a la lista doña Manuela Sáenz, que también le salvó la vida y fue desde que la conoció su amante vitalicia Napoleón tuvo su María Teresa del Toro" esposa de Bolívar, en Josefina de Beuharnais, con la que contrajo matrimonio Pero se separó de ella en 1810. Habiendo tenido de cerca actrices, pintoras, escritoras, mujeres como madame Waleska, Napoleón se une a María Luisa de Austria, para entrar definitivamente en la nobleza europea. La convierte en emperatriz y va a ser ella la que lo acompañará hasta que Napoleón se va para Elba.
LA ACTUALIDAD
Los grandes amores han desaparecido. El último famoso fue el de Salvador Dalí y su excéntrica esposa Gala.
Lo que es cierto, sin embargo, es que, a pesar de que el hombre pisó hace tiempo la luna, durante largo tiempo símbolo del amor, y aunque recientemente un hombre pudo vivir con un corazón de fibra y no de carne, despreciando el órgano humano que representaba el amor, los gajes de esa nebulosa, de ese sentimiento aún no claramente esclarecido ni explicado, siguen su curso. -