ARTES GRAFICAS
LA IMPRENTA
"EL MILAGRO DE LAS LETRAS DE MOLDE"
Desde los primitivos tiempos de la imprenta, cuando los talleres tipográficos eran sótanos oscuros, de bohemia intelectual, cuyos techos estaban cruzados de alambres y cuerdas donde se ponían a secar las hojas impresas hasta nuestros días cuando existen en Colombia las más modernas máquinas de offset, y rotativas, con las artes gráficas ha corrido paralelo el progreso de nuestro país. En todas las épocas la industria gráfica ha movido más capital que ninguna otra, ha empleado una mayor mano de obra que la industria textil, la actividad bandera en Colombia, y ha transportado más carga-peso por kilómetro que la industria cementera. El comienzo de la imprenta en Colombia es industrial. Así lo testimonia Tarcisio Higuera, uno de los hombres que más tiempo ha dedicado a la investiaación de la industria editorial. Higuera asevera que en la primera imprenta que trajo al país don Juan de Silva Saavedra para la hacienda "Perodias", que estaba ubicada en lo que es hoy el municipio de Florida, Valle, no se imprimieron trabajos culturales, sino que allí se timbró y selló el papel de las alcabalas.
Desde el comienzo, la imprenta en el mundo, y en Colombia, realiza el ideal de Gutemberg: "Para que lo que uno sepa en cualquier lugar del mundo, todos lo sepan en todas partes". Mediante el milagro de las letras de molde y esa arrolladora capacidad de multiplicación y difusión que poseen las artes gráficas a través de los siglos, la prensa ha sido el vehículo más importante de cultura.
"En Colombia, la conciencia de este poder fue clara desde la iniciación de las actividades tipográficas: nuestra independencia nace en una imprenta, la patriótica de Antonio Nariño, y nuestra revolución libertaria comienza con la traducción de Los Derechos del Hombre, que imprimió Nariño y repartió clandestinamente", apunta José Chalarca en su libro sobre artes Gráficas.
En los diversos libros que se han escrito sobre la industria gráfica, ningún autor se atreve a precisar cuál fue la primera imprenta que hizo su aparición en el preterito, pero todos los autores aceptan, sin titubeos, que fue la imprenta la primera industria de transformación. Chalarca apunta que a Colombia la imprenta llegó muy tarde, asi su producción tipográfica y editorial le haya ubicado hoy como la cuarta potencia grafica del continente latinoamericano. Después, el historiador observa: las artes gráficas se iniciarlan en 1669 cuando es traida la primera imprenta al país por don Juan de Silva Saavedra, con destino a la hacienda de "Perodias". El mismo investigador se detiene a cuestionar: si se descubren argumentos para rechazar este hecho, tendríamos que la iniciación tipográfica se verificarla solamente en 1773 con la imprenta de la Compañía de Jesús, en Santa Fe de Bogotá, primera de la cual tenemos hoy documentos ciertos y productos auténticos. Los historiadores dejan de lado su preocupación por saber cuál fue la primera prensa que tocó suelo colombiano. Todos coinciden en afirmar que desde el momento mismo de la invención de la imprenta, ésta fue considerada por la gente del común y por los poderosos de la Iglesia y del Estado como un peligroso instrumento de poder. Seis años después de la imprenta de Gutemberg, los monarcas y los principes europeos imponen la censura tipográfica con el más poderoso de los argumentos: el monopolio de Estado. La imprenta surge entonces como "Imperial Imprenta" o "Real Imprenta" o imprenta par ticular, actividad que debería cumplirse bajo los más estrictos controles y mediante el pago de un tributo. En Colombia, los españoles la llamaron Arrendamiento.
Contra esos mismos obstáculos chocó la imprenta en América.
Los hermanos Jesuitas que venian a cumplir su misión evangelizadora y educacional en el Nuevo Reino de Granada, nunca obtuvieron el permiso oficial de la Corona para poder operar la imprenta que trajeron. Luego de 28 años de trabajo ininterrumpido y semiclandestino, el Gobierno Soberano de España, que desconfiaba hasta de las publicaciones apostólicas, clausura esa tipografia en 1765.
CRECIMIENTO DE LA INDUSTRIA
Desde el primer momento cuando las artes gráficas aparecen en Colombia, los historiadores catalogan las publicaciones como obras de arte, ciencia y técnica. Cotejando datos de uno y otro autor, se compendia que en los primeros tiempos el procedimiento gráfico se limitaba a un trabajo manual de composición, armada, corrección, entintada, secada, impresión y encuadernación. Un taller de imprenta de esa época estaba clásicamente compuesto por dos o tres chibaletes, en cuyas cajas reposaban también dos o tres familias de tipos.
Los colores en la imprenta no se conocían, ni se sospechaba siquiera que ese fantástico des cubrimiento llegara años más tarde. La impresión era uniformemente negra. La tinta era fabricada por el mismo impresor, usando negro de humo, mezclado con aceite. El negro de humo se obtenía de la forma más sencilla: se quemaban papeles viejos, trapos usados y hules de segunda.
Con el paso de los años, la industria tipográfica avanzó en explosiva dimensión. Cuando en el último tercio de 1800 llegaron las prensas Washington de manubrio, con una producción vertiginosa de 400 pliegos por hora, la estupefacción de los impresores fue indescriptible.
En esos años de asombro, a tiempo que la industria gráfica avanzaba en su desarrollo, los colombianos se ingeniaban formas para lograr una mejor producción casera a menor costo. Construyeron, entonces, guillotinas para cortar el papel, las prensas de tornillo para encuadernación, las cajas para distribución de tipos, los componedores manuales de madera y otros utensilios complementarios. No sólo se crearon tipos de imprenta. Un hombre llegó a construir una imprenta de cedro. Esa hazaña industrial sólo se repitió en Paraguay y el Ecuador. Uno de los personajes más respetados de la época era el tipógrafo, aquel que manualmente componía palabras y renglones. Se admiraba tanto su trabajo que el filólogo y humanista, Rufino José Cuervo, donó su casa y su renta para constituir un premio para el mejor.
Después del tipógrafo, el personaje de moda fue el prensista, quien operaba la máquina de imprimir de manubrio. De lo que fue la calidad del arte tipográfico en esas épocas, aun quedan testimonios, como "El papel periódico de la ciudad de Santa Fe de Bogotá" o "El Semanario del Nuevo Reino de Granada". Fascimiles de esas hojas parroquiales que hablan del aviso del terremoto de Santa Fe de Bogotá el día 12 de julio de 1785, o de la Gaceta de Cundinamarca, se conservan en amplios salones de la historia.
EL ARMA DE LA IMPRENTA
Los historiadores dicen que las primeras publicaciones impresas fueron periódicos. Este tipo de publicaciones copaban un 90 por ciento de la producción. Desde Manuel del Socorro Rodríguez, hombres de letras y de política pasaron a la inmortalidad, gracias a la magia de la tipografía.
Ese poder de la imprenta siempre originó censuras desde la llegada de la primera prensa al país. "La imprenta era un arma tan temida como las culebrinas y bombardas de la época", señala José Chalarca, a tiempo que revive esta anécdota: "El gobernador de Tunja, doctor Francisco J. de Hoyos, en 1840, al retirarse ante la inminencia de una invasión, utilizó la imprenta para que tan precioso elemento no cayera en manos enemigas. El citado funcionario, en comunicado dirigido al Secretario del Interior, dice: "Antes de mi partida dispuse que se inutilizase la imprenta, desarmando las prensas y ocultando una gran parte de los linotipos, para quitar a los rebeldes estos recursos de no pequeña consideración".
Haciendo historia sobre las artes gráficas, Chalarca apunta después: los patriotas se dieron cuenta en igual forma del extraordinario poder del impreso y comenzaron precisamente su agitación en la imprenta patriotica de Nariño, en Santa fe de Bogotá, en 1793, con la publicación de "Los derechos del hombre".
Bolivar, en carta a Fernando Peñalver, con fecha primero de septiembre de 1817, escrita en Guayana, dice: "Sobre todo mándeme usted de un modo u otro la imprenta que es tan útil como los pertrechos. Chalarca agrega que Bolivar ordena que una imprenta sea llevada a aquellos lugares de convención o de congreso como el de Tunja o el de Cúcuta.
Más tarde, el General Tomás Cipriano de Mosquera llevará consigo una imprenta ambulante que acompañará a su ejército a través de toda la República de Colombia, e imprime un periódico, "El Centinela en Campaña".
A todo lo largo del siglo XIX la imprenta es utilizada con fines políticos, religiosos e ideológicos. Chalarca, observa al respecto: "En ese siglo, el 90 por ciento de los productos de la imprenta estaba constituido por periódicos, principalmente de combate político y de divulgación ideológica, aunque tampoco faltan los religiosos impresos en las imprentas diocesanas, que desde la mitad de esta centuria comienzan a formarse como una mano larga de las curias episcopales y que juego se extenderán a las imprentas parroquiales. Un 8 por ciento del total del producto gráfico de la época corresponde a libros y un 2 por ciento a Productos comerciales-papelería de escritorio y propaganda y algunos industriales, especialmente empaques, cajas de cartón, envolturas y marquillas."
Entrado el siglo XX, el producto gráfico adquiere importancia en el medio comercial e industrial.
Florecen en los primeros años de 1900 imprentas de mucho renombre, como Félix de Bedout e hijos, en Medellín, J.V. Mogollón en Cartagena, y Carvajal y compañía en Cali. --