Así es el mundo de los detectives “cazainfieles”
A pesar del confinamiento por el coronavirus y los riesgos de contagio, los trabajos de investigación por infidelidades se duplicaron en 2020. Las “Sugar Babies” son los principales objetivos de estos sabuesos inquisidores.
“De los casos que nosotros investigamos, podemos estar diciendo que el 92 % son efectivos para infidelidades”, cuenta Jeisson Villamil, un expolicía y detective privado que se autodenomina un “cazainfieles”.
Mujeres y hombres asisten a su discreta oficina, ubicada en el norte de Bogotá, para averiguar una sola cosa: si están siendo engañados por sus parejas. Curiosamente, muchos de esos clientes son sugar daddies, interesados en descubrir si las jóvenes a las cuales les brindan lujos y confort planean timarlos. “El fenómeno de las ‘bendecidas’ en nuestro trabajo es bastante común, la verdad, porque siempre se encuentra uno casos: esporádicamente entre semana uno o hasta dos, pero este año se ha disparado mucho esta actividad. Al mes, en casos de bendecidas, podemos estar manejando de 8 a 10 investigaciones”, comenta.
Jeisson tiene 34 años, 9 de los cuales los ha dedicado a la investigación privada. “Termino realizando esta actividad porque yo era policía: trabajé con la Sijín y pues me gustaba el tema investigativo, el seguimiento, la captura de fotografías, etc.”.
Por lo que más nos buscan a nosotros es por el tema de infidelidad; segundo, por el tema de las estafas; tercero, por el tema de los hurtos, y cuarto, por el tema de homicidios.
Asesores IP –así es el nombre de su agencia de detectives privados– investiga toda clase de casos, hasta homicidios inconclusos, pero su reputación no se basa tanto en los cuerpos, sino en los cuernos: “Por lo que más nos buscan a nosotros es por el tema de infidelidad; segundo, por el tema de las estafas; tercero, por el tema de los hurtos, y cuarto, por el tema de homicidios”.
Uno de sus más recientes clientes fue Andrés Hernández, un empresario bogotano que creyó haber encontrado el amor verdadero, pero lo único que encontró –gracias a las pesquisas de los detectives– fue decepción, engaño y un enorme hueco en su billetera.
“Estas personas lo buscan a uno, lo enamoran y se le meten, no por el bolsillo, sino por el corazón primero… Y después del corazón sí va el bolsillo”, relata apesadumbrado Andrés mientras paga la última de las facturas de los detectives. “Con ella perdí una suma de aproximadamente unos 46 millones de pesos”.
El día a día de un detective privado
Como en todo negocio, el trabajo de los detectives comienza con una conversación: “El procedimiento que nosotros requerimos por el cliente es un entrevista personal para poder recibir la información del caso y darle un direccionamiento al mismo”, explica Villamil.
Luego de esto, inician con el trabajo de espionaje: seguimientos a pie o en vehículos (generalmente motos de alta gama que no levantan sospechas), interceptaciones telefónicas, triangulación de señales para establecer la ubicación del objetivo y toda clase de ardides que les permitan recabar las pruebas necesarias para establecer que existe una infidelidad o engaño por parte del investigado(a).
“Nosotros utilizamos dispositivos de grabación oculta, que pueden ser botones, falsos llaveros, gafas, gorras, etc. Cualquier cámara que uno pueda adecuarle al vestuario que uno tiene como detective”, detalla mientras saca varias cajas de su escritorio, donde guarda los gadgets de investigador privado.
Para Jeisson, el anonimato es el eje del negocio. “Trabajamos siempre en una patrulla de dos investigadores: una mujer y un hombre siempre, para no llamar la atención en los lugares donde estamos realizando nuestros servicios”.
Esta dolorosa experiencia termina siendo un anatema: en otras palabras, perjuicio para la víctima, pero beneficio para los investigadores. Estas pesquisas suelen ser dispendiosas y, sobre todo, caras.
“La jornada de un detective privado es de 9 horas y puede oscilar entre 350 hasta 500 mil pesos. Un seguimiento puede tardar desde mínimo 6 días hasta 8, 15, 20 días o un mes; depende de la capacidad económica del cliente y la necesidad del mismo. El caso de don Andrés nos tomó alrededor de 23 días y costó 12 millones de pesos”, detalla Villamil.
“Nosotros utilizamos dispositivos de grabación oculta, que pueden ser: botones, falsos llaveros, gafas, gorras, etc. Cualquier cámara que uno pueda adecuarle al vestuario que uno tiene como detective”
Aunque es difícil percatarse de su presencia en las calles, es ridículamente fácil hallarlos en la red. “Hoy en día los detectives privados los podemos encontrar por lo más apropiado que es la Internet: nosotros tenemos página, canal de YouTube, en fin”.
¿El investigador nace o se hace?
El detective es claro: “Uno no es que aprenda a ser investigador privado: el recorrido que uno va llevando en la profesión es el que lo va enseñando cómo realizar una actividad pertinente a la investigación privada. Este trabajo es más bien poco competido, la verdad (…) Hay bastantes agencias, pero no todas ofrecen un servicio apto para los requerimientos de cada cliente”, cuenta Jeisson orgulloso mientras muestra material de sus casos resueltos.
“Realmente las personas asocian que un detective privado es un viejito de sombrero y gabán, pero realmente no es así: nosotros somos personas del común, no necesariamente tenemos que ir por la calle vestidos de negro o con gafas oscuras”, puntualiza.