
Aún falta mucho
La mujer en Colombia lleva siglos en busca de igualdad de derechos y oportunidades. Aunque ya se ven algunos avances, todavía falta.
Definir a las colombianas es imposible. Son tan diversas como la propia topografía del país. Llenas de contrastes, pero con una riqueza incalculable. En lo que coinciden desde expertos psicólogos y analistas hasta las personas del común es en que la esencia de la mujer colombiana está marcada por el tesón, la fortaleza y el valor. Son seres capaces de lograr lo que se proponen y diariamente superan retos.
Estas características son tal vez las que les han permitido luchar por sus derechos y convertirse en una fuerza emergente. Pues como manifiesta Alejandro Gaviria en uno de sus artículos, las cosas en Colombia no cambian: “Los mismos con las mismas”. Sin embargo, hace una salvedad, y es el avance que han tenido las mujeres, el cual va desde el incremento en la fuerza laboral (en los 80 representaban el 25 por ciento; a la fecha superan el 40 por ciento) hasta el ejercicio de cargos políticos de gran importancia.
Una mayor apertura social y un cambio cultural que implica menor machismo han contribuido a incrementar el bienestar de la mujer y a aceptar su papel fuera del hogar. En términos de Gaviria, “la cultura y la participación femenina coevolucionan. La primera facilita la segunda. Y la segunda modifica la primera”.
No obstante, aún falta mucho por lograr, más si se toma como punto de referencia a Europa, Estados Unidos y uno que otro país de Suramérica. Según Angélica Bernal, politóloga y magíster en estudios políticos, “no hay comparación. En el país, el debate de paridad todavía no hace parte de la investigación académica y mucho menos es un tema de interés público”.
En Colombia, por ejemplo, aún hay que luchar por que se cumpla la Ley 581, o de Cuotas, por medio de la cual se dispone que el 30 por ciento de los altos cargos públicos deben ser ejercidos por mujeres. Aquí hay que amenazar con sanciones o proponer incentivos para que la cumplan.
Diez años después de sancionada dicha ley, el balance es nefasto. Según un estudio presentado por el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (Unifem), solo siete de las 32 gobernaciones la cumplen. En el caso de las ciudades capitales, el panorama es más desolador, pues solo cinco de las 32 acatan la normatividad: Bogotá, Neiva, Villavicencio, Armenia y Bucaramanga.
La paridad no solo consiste en lograr que el poder político se divida entre hombres y mujeres (50-50). Según Angélica Bernal, implica además que se transforme lo privado, “que las tareas domésticas de cuidado y crianza se repartan de manera equitativa entre hombres y mujeres. Que el Estado provea una infraestructura de servicios de manera que las personas dependientes (niñez, personas enfermas, con discapacidad o en la vejez) cuenten con servicios públicos de cuidado y protección, para transformar la tradicional sobrecarga de las mujeres en estas actividades”.
De esta forma, la equidad de género por la que tanto se ha debatido implica mejorar otras condiciones, como el trabajo. De acuerdo con el Observatorio Laboral para la Educación, si bien hay mayor número de mujeres graduadas de pregrados y maestrías, cuando comienzan su vida laboral les pagan menos. De las 75 universidades inscritas en la Asociación Colombiana de Universidades, tan solo nueve son dirigidas por mujeres rectoras. Y, de acuerdo con la Asociación Mundial para la Comunicación Cristiana, solo una de cuatro noticias está protagonizada por mujeres.
Según Medicina Legal y Ciencias Forenses, de 60.765 casos de violencia intrafamiliar 53.859 son contra la mujer. Ya se adelantan campañas como la que lidera Profamilia: ‘A viva voz…Avise’, con la que se busca informar a hombres y mujeres para que puedan reconocerla, prevenirla, buscar ayuda, superarla y detenerla.
El tema es complejo y requiere medidas tanto estatales como de la empresa privada, que por ahora se ven lejanas.