DIA DE LA MADRE
SIMPLEMENTE MAMA
Aún cuando para los profanos "madre no hay sino una", las escuelas psicológicas no piensan lo mismo.
Usted los ha visto dormidos sin ninguna consideración sobre el hombro de su madre, mientras ella se incomoda para desplazarse dentro de un bus en movimiento. Los ha visto colgados de su brazo cuando el cansancio los doblega, ha visto cómo gritan y se desesperan con su madre Por los juguetes rojos que les coquetean desde las vitrinas. Las madres son para los niños el saco para limpiar el sobrante del cono, el juez para mediar el conflicto con el amigo, la única paciencia que soporta sus excesos. Es a la vez el único abrazo que quita el miedo y la mano que mejor prepara el tetero.
Mucho se puede pensar acerca de lo que para un niño es su madre, y como ellos usualmente no lo verbalizan tratamos de reconstruirlo a través de la observación cotidiana. Sin embargo, ese concepto clásico que se tiene de la madre amorosa. que todo lo da, y siempre se entrega sin mayores miramientos a su hijo amado, es otro de los conceptos instituídos por la cultura y que en muchas ocasiones riñe con la realidad.
Las planas de "Mi mamá me ama, mi mamá me mima", nos dejaron a todos empezado un cuento en el que la madre es toda dulzura, a la que no se le alza la voz ni se le saca la lengua. Pero en realidad ese es un cuento que no nos creemos sino los grandes, y en ocasiones por que olvidamos nuestra infancia.
Lejos de esa mirada profana, está por supuesto, lo que plantea la sicología desde la multiplicidad de sus análisis. En esta disciplina frente al concepto de madre se observan posiciones absolutamente distantes, de acuerdo a la concepción de la escuela desde donde se plantee. No obstante estas escuelas coinciden, en que lo que la madre es para el niño varía dependiendo de la edad y por supuesto de la visión que el niño tenga del mundo. La relación que la madre haya establecido con el niño, y las condiciones sociales, económicas, familiares, históricas; condicionan el concepto de madre.
Para tener una referencia de lo que las dos grandes escuelas de la sicología: el sicoanálisis y el conductismo, consideran acerca de la visión que el niño tenga de su mamá, es pertinente mirarlas por separado.
DESDE EL CONDUCTISMO
Para el recién nacido, más o menos hasta los tres meses, la madre no es nada diferenciable de si mismo, ni del mundo que lo rodea, lo que el niño necesita es que le suplan sus carencias básicas, de comida y bienestar, no importa de donde venga. A los tres meses las cosas comienzan a variar, y el niño diferencia entre el yo y el otro, ese otro es justamente su madre; que se convierte, en esta segunda etapa, en una fuente dadora de estímulos materiales y afectivos.
Transcurrido el primer año de vida, el niño y la madre han logrado establecer un sistema de comunicación particular y privado, sólo ella diferencia el llanto de dolor del de hambre: él es el mejor receptor de las ansiedades maternas. El bebé ve en la madre el otro que logra entender sus necesidades y satisfacerlas hasta en sus más mínimas exigencias. Esto dura más o menos hasta los ocho meses, donde el niño desarrolla un sistema de comunicación más elaborado, incluso con terceros, lo que le permite que personas que no convivan con él, comprendan sus demandas. El niño independiza a su madre de los otros, pero ella juega un papel primordial dentro del afecto que el bebé requiere y por supuesto en su seguridad. Ese aprendizaje del mundo exterior se sigue desarrollando y haciéndose más complejo.
Más o menos a los íres años el niño experimenta, algo asi como una segunda ruptura del cordón umbilical, representada por el ingreso a la guardería. Esta novedad representa para el bebé un paso doloroso, especialmente si ha desarrollado con su madre una relación de dependencia. Sin embargo el papel de ella sigue siendo determinante en el desarrollo. A partir de aquí la madre es algo así como la determinante del destino, ella es la que puede hacer todo lo que al niño le gusta o le disgusta. Pero él ya tiene claro que su madre es uno más del resto de la gente y no necesariamente ocupa el puesto número uno.
Si hablamos de un niño mayor: 7, 8, 9 años, su madre es un sujeto que ya se puede conceptualizar, dibujar, imitar, y es además un puente directo con las actividades que el niño pretende realizar. De ella dependen los permisos y la facilidad para el desarrollo de sus preferencias.
EL IDOLO CON PIES DE BARRO
Toda esa visión de la madre como objeto amoroso y poderoso, del cual depende la comida y gran parte del afecto, la que define en último término lo que es bueno y malo, y lo que debe y no debe hacerse, desaparece para el niño cuando empieza la pubertad. Justamente una de las características principales de esta etapa es que el niño dispone de los suficientes elementos de juicio para observar a sus padres objetivamente. Cuando el niño alcanza ese nivel de crítica se destruye para él, por completo, la idealización materna. Vienen entonces las rebeldías, el no saber lo que se quiere, el cuestionarlo todo. Es un nacimiento doloroso donde el ser amado dador de vida desaparece como ídolo y se le muestra al niño en toda su precariedad, y al que éste critica, en ocasiones, con toda su saña.
DESDE EL SICOANALISIS
Al partir de la libido como la fuerza vital, el sicoanálisis concibe la imagen de la madre, desde otro lado bien diferente. Para empezar Lacan plantea el nacimiento como una castración, como la castración originaria. Leclaire en una descripción más descarnada, habla del niño como un objeto caído de la madre que grita. El niño formaba una unidad con la madre o sea que nacer significa dejar de ser.
En los primeros meses el niño concibe la realidad como algo fragmentado, su madre es una teta gigantesca, que para el bebé es la fuente dadora de placer pero de la que no se distingue. Por lo tanto el niño elabora la existencia de un pecho malo y otro bueno. Por encontrarse en la etapa oral el niño deposita toda su libido en la boca, o sea en el pecho, que es su única percepción de madre.
Al alcanzar los tres primeros meses el niño elabora un mecanismo de defensa que le permite separarse de la madre y concebirla como otro, la diferencia del padre y siente un gran amor por ella, es su objeto de placer. Luego vendría, siguiendo con la división establecida por Melania Klein lo que ella llama "la etapa anal", donde la libido del bebé se vierte por completo sobre su ano, y desde allí establece la relación con su madre. El niño le expresa amor o desamor, satisfaciendo o no, las exigencias que ésta le haga al respecto. Melania Klein es más cruda diciendo por ejemplo que el niño castiga a su madre con heces explosivas.
A los seis meses empezaría en el sicoanálisis, más específicamente para Lacan, la fase del espejo, donde el niño se distingue como una totalidad pero en la que se constituye como un falso sujeto. Comienza además la edad del discurso, empieza a diferenciar las cosas y a nombrar el mundo a través del discurso materno, el niño se deja atravesar por el discurso de la madre, quiere ser todo para ella y quiere que la madre sea todo para él.
Volviendo a Melania Klein, vendría luego la etapa fálica, o sea el niño ve en su madre la carencia del falo, que para efectos de esta interpretación no debe tomarse como un pene, sino como la carencia que el niño experimenta en su madre. En esta etapa el niño debe ser salvado de su madre por el padre. Así se da paso a la etapa edípica en la que el bebé se enamora de su madre y ella se convierte en su objeto deseado, y el niño se ubica a sí mismo como un objeto del deseo de su madre.
En lo que resta de la infancia, y casi nos atreveríamos a decir en lo que resta de vida la madre continúa siendo para el niño un objeto decisorio en la definición de su deseo, en la orientación de su libido. Ese objeto de amor primario del que hay que despegarse dolorosamente es una referencia que no desaparece, y sobre el que se construye la imagen del ser deseado, la caracterización de los demás objetos de deseo.
Hay que dejar algo claro que cabe para las dos miradas y es que la función de madre puede ser suplida por un familiar, por alguien de la guardería o incluso por el padre mismo. O sea que cuando se habla de madre no se refiere específicamente al ser que parió al bebé, sino a la persona que desempeña dicho rol durante la infancia.
Dejando un poco los términos sicológicos y repasando más bien en esos álbumes de fotografías sepias, en los recuerdos que se tienen de una infancia lejana, la madre se presenta en una multiplicidad de formas. A veces es ese otro, del que finalmente nunca se cortó el cordón umbilical, en ocasiones el recuerdo viene como el fantasma de los terrores de infancia, al que ni siquiera ha logrado amansar la maternal publicidad. Esa multiplicidad de formas en las que viene envuelto el paquete que lleva por rótulo "mamá", es el que a todos nos ha hecho decir alguna vez "Madre no hay sino una" y el mismo que seguramente, ha hecho a más de uno, llorar oyendo el "Brindis del Bohemio".