El ocaso del bagre rayado
Su papel como regulador ecológico es fundamental, pero su existencia está en peligro.
Rodrigo Morales, de 36 años, es pescador en Puerto Berrío (Antioquia) y extraña los días en los que con su red, pescaba hasta 60 libras de bagre rayado.
Eso fue hace más de 10 años, cuando este pez, nativo del río Magdalena, abundaba en las riberas con un tamaño de hasta un metro.
El Epseudoplatystoma magdaleniatum, su nombre científico, estuvo a punto de ser llamado por los investigadores como 'garciamarquezi', en honor al premio Nobel de Literatura. Pero a Rodrigo estos tecnicismos le tienen sin cuidado, pues conoce de memoria el comportamiento y la forma de vida de este animal. Lo aprendió en sus 25 años de experiencia en el río.
Desde los 11 años aprendió a diferenciarlos por el cuerpo sin escamas, la piel gris con rayas negras y una especie de frente en su cabeza. Así mismo, sabe que se comen a otros peces: "Les encanta el bocachico", dice, pero que de su dieta igualmente hacen parte insectos y frutas que caen de los árboles al río.
A su juicio, el arrastre es el mejor aparejo para sacar al 'pintadillo', como también se le conoce al bagre rayado, de su habitual refugio: las palizadas (árboles sumergidos). Pero ni los cantos, ni la calma, ni la técnica parecen ser hoy suficientes en Puerto Berrío, como tampoco en Puerto Boyacá (Boyacá), Magangué (Bolívar), Chi-
michagua (Cesar) o El Banco (Magdalena), puntos donde se registran las mayores cantidades de estos peces.
El pescador antioqueño no necesita ser biólogo para darse cuenta de que el bagre rayado está pasando por un mal momento. De hecho en el Libro rojo de los peces dulceacuícolas de Colombia, una herramienta fundamental para las medidas de conservación de las especies, aparece en la categoría 'en peligro', a un paso de 'en peligro crítico' y a dos del temible 'extinto'. Rodrigo cuenta que es una bendición si alcanza a pescar 30 libras en un día (la mitad de lo que atrapaba hace 10 años); además que la talla apenas alcanza los 80 centímetros. Su explicación es sencilla: "En esta zona del Magdalena se ha perdido el 80 por ciento de las ciénagas por la disminución del agua,ocasionada por el taponamiento de los caños que conectan con el río y que impiden el crecimiento de maleza. Esto mata al bagre".
En esto coincide Martha Gualdrón, bióloga de la Corporación Autónoma del Río Grande la Magdalena (Cormagdalena). Explica que los cambios físicos (como la talla) son una defensa ante las amenazas, las cuales añade la contaminación de los cuerpos de agua, las barreras en los canales de migración y la pesca indiscriminada.
Carlos Lasso, coordinador del Programa de Biología de la Conservación del Instituto Alexander Von Humboldt, insiste en que la situación es grave. "Si el bagre rayado desaparece del Magdalena, se extinguirá para siempre por tratarse de una especie endémica. El problema no solo será para los pescadores, sino para los ecosistemas, ya que el bagre rayado desempeña un papel fundamental como regulador ecológico, pues es un depredador que controla otras especies que pueden convertirse en plagas".
Después del bocachico, el bagre rayado es el pez del río Magdalena más apetecido por su carne, pero también porque existe una amplia creencia en sus poderes afrodisíacos.
Por ahora, Rodrigo respira tranquilo, pues ya llegó la temporada de la "dicha", como llaman a la subienda de diciembre, enero y febrero. Se prepara para trabajar día y noche, lograr buenas faenas y vender cada libra de bagre rayado en por lo menos 4.500 pesos.