GABRIEL GARCIA MARQUEZ
Gabo es mucho más que un premio Nobel y mucho más que 'Cien años de soledad'.
Cien años de soledad y los cuentos publicados antes de 1982 habrían bastado para asegurarle a Gabriel García Márquez el Nobel. Lo escrito desde entonces sería suficiente para ganárselo de nuevo. Pocos colombianos han logrado vivir más allá de su leyenda. Gabriel García Márquez es sin duda uno de ellos, lo cual lo hace necesariamente uno de los 15 colombianos más importantes de estos tres lustros. Hace exactamente 15 años Gabo recibió, de manos del Rey de Suecia, el Premio Nobel de Literatura. Cien años de soledad ya era, para ese entonces, considerada la obra más importante de la literatura en lengua castellana de los últimos tiempos. El galardonado tenía 55 años y sorprendió a los suecos con la sencillez de su discurso, su traje liqui-liqui y la sonrisa tímida con la que recibió el premio. La cohorte de compatriotas que lo acompañaron a Estocolmo y los días de fiesta que siguieron, al ritmo de los tambores de Totó la Momposina, caracterizaron el arribo de Gabo a las cumbres del poder literario.Hoy Gabo ha superado con creces las expectativas que creara el Premio Nobel. Y para hacerlo rompió el molde con el que escribió Cien años e inventó un nuevo lenguaje completamente distinto. Es claro que Gabo habría podido escribir Cien años cien veces de diversas formas y aún seguir siendo respetado como uno de los más grandes escritores de la lengua castellana. El, en cambio, decidió reinventarse a sí mismo.Es así como no resulta exagerado afirmar que la obra que ha publicado con posterioridad a Cien años de soledad sería, por sí sola, suficiente para asegurarle el mismo premio. En 1975 publicó El otoño del patriarca, una novela densa, con capítulos largos llenos de comas y un solo punto al final de cada uno. Un año antes del Nobel, en 1981, publicó la Crónica de una muerte anunciada, cuya primera impresión rebasó el millón de ejemplares. Era fácil ver la carátula de la Crónica en las calles, en las mesitas de los vendedores ambulantes, en las droguerías y los supermercados y en las tiendas de barrio. El amor en los tiempos del cólera (1985), novela que cuenta la historia de los amores tardíos de Florentino Ariza y Fermina Daza, en realidad personajes que ocultan la historia de amor entre sus padres, sería superada muy pronto por un proyecto ambicioso: la historia de los últimos días del Libertador. En su momento, El general en su laberinto (1989) fue un éxito literario incuestionable y provocador y es una de sus novelas que, por decirlo de alguna manera, mejor envejece. A lo anterior se le suman, entre otros, un libro de cuentos, 12 cuentos peregrinos (1992); una novela corta, Del amor y otros demonios (1994), y el reportaje que por estos días causa revuelo en el mundo y que ha impresionado hasta al presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, quien tuvo la oportunidad de leer un manuscrito de la traducción al inglés, Noticia de un secuestro (1996), sobre la serie de secuestros de periodistas por parte de Pablo Escobar durante el primer año del gobierno del presidente Gaviria.Como si esto fuera poco este costeño tímido, que nunca ha olvidado ser "uno de los dieciséis hijos del telegrafista de Aracataca" y que escribe, según dice, para que sus amigos lo quieran más, anda por América Latina dedicado a sus otras tres pasiones: el cine, el periodismo y la política. Al primero se ha dedicado desde la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, en Cuba, fundada por él mismo, en la cual forma cineastas de toda la América Latina. Al periodismo no sólo le ha entregado la Noticia de un secuestro sino una serie de talleres de periodismo que él ofrece en los distintos lugares, los cuales buscan, según lo ha dicho, recuperar "el oficio más hermoso del mundo".Y por último la política, tema en el que Gabo irrita a algunos con sus opiniones, pues ha demostrado tener una columna vertebral mucho más consistente que la mayoría. Ha sido y es amigo de Fidel Castro durante décadas y conserva una casa en la isla. Ha sido y es seguidor constante de la política colombiana y opina sobre ella con poca frecuencia pero de manera drástica. Y ha sido y es un eje de la política latinoamericana por el cual pasan, de manera obligada, muchos jefes de Estado. Así lo dejó conocer recientemente el ex presidente Gaviria en una columna sobre Gabo, cuando dijo que hay reuniones de presidentes que han nacido "en una conversación informal, un domingo, en alguno de los hogares que tienen Gabo y Mercedes en todo el mundo". Hace pocos días inició su famoso discurso en Zacatecas, México, ofreciendo como ejemplo del poder de la palabra el efecto de la expresión de un cura de pueblo al ver que un ciclista se abalanzaba sobre Gabo, quien contaba entonces con 12 años. "Cuidado", dijo el cura, y el ciclista cayó al suelo. En realidad el cura del pueblo carecía del verdadero poder de las palabras, el que tiene Gabo: el de inventar nuevos mundos que sobreviven al escritor y a sus propios lectores. Por ello no es extraño que dentro de unas décadas, y a pesar de la enorme alharaca que ha armado, muerto de risa, con su discurso sobre el español y que ha despertado las iras de todos los sacristanes de las academias de la lengua en los países hispanoparlantes, el mundo esté hablando en un solo idioma, hijo de la lengua de Cervantes, lleno de anglicismos y de tecnicismos bien digeridos, donde ya no exista ni la v de vaca ni la b de burro. Para ese entonces sus lectores estarán sumergidos en la obra maestra que Gabo escribió entre sus 70 y sus 85 años de edad que le habría hecho merecedor del Nobel, una vez más pero en siglo diferente.