Especiales Semana

HABLA EL PATRIARCA DE LOS VIOLENTOLOGOS

El ex sacerdote Germán Guzmán, autor principal del libro clásico "La Violencia en Colombia", habla desde México sobre el renacimiento de la violencia en el país.

GERMAN GUZMAN
30 de mayo de 1988

Monseñor Germán Guzmán, uno de los colombianos más cuestionados en los albores de la década de los sesenta, es hoy un reconocido y atareado investigado y maestro en la sección de postgraduados de la Universidad de Chapingo, en México. Colgó los habitos hace ya varios lustros después de dos fallidos intentos de regresar a Colombia para ejercer profesionalmente, ha decidido residir para siempre en ese plácido poblado, distante unos 50 kilómetros de la capital mexicana.

SEMANA: ¿Cómo fue su primer acercamiento al problema de violencia?
Germán Guzmán: Yo fui el primero del grupo que tuvo contactos directos con el problema de la violencia, pues trabajaba en zonas de violencia y me tocó ver de cerca, vivir toda esa tragedia, la parte brutal de la violencia y luego todas las secuelas que esa brutalidad iba dejando en las comunidades rurales.
S.: ¿Cómo fue naciendo la idea de hacer esa obra sobre la violencia en Colombia?
G.G.: La idea de escribir un libro sobre la violencia en Colombia fue sugerida por primera vez por el presidente Alberto Lleras Camargo, cuando visitó al Líbano, en donde yo trabajaba.
En el homenaje que se le hizo en el Concejo, al responder a las palabras que yo le había dirigido dijo, así como de paso, que yo estaba en mora de escribir un libro sobre la violencia.
Después y ya un poco en particular, le dije: "Presidente, usted me dice que escriba un libro sobre la violencia y yo le vengo a aclarar que si lo escribo lo tumbo, esto se acaba". Seguimos conversando y él me siguió recalcando que lo hiciera.
S.: ¿Qué caracterización haría usted de esa primera violencia?
G.G.: Nosotros hemos sostenido que la violencia tuvo una motivación política, pero ésta no es una afirmación absoluta y excluyente. A medida que se fue desatando con pretextos políticos inmediatos, se fueron incorporando ingredientes de tipo económico y quizás un tanto también de lucha de clases, aunque esto no se explicitó en una forma plena. Los cuadros campesinos tenían motivos de lucha de clases, unos habían recibido formación en Viotá, otros recibieron influencia del Partido (Comunista). Esa gente hizo una labor sumamente intensa y apreciable que se debe valorar, especialmente la formación de las Ligas Campesinas de Colombia, que en algunas partes vinieron a servir de punto de partida de la lucha guerrillera.
S.: ¿Cuál fue su experiencia personal con la polvareda que levantó el libro?
G.G.: Por un lado la experiencia fue muy satisfactoria y por el otro dolorosa. La intención que yo personalmente tuve fue la de enviarle un mensaje al pueblo colombiano para decirle "hemos cometido un error gigantesco, no volvamos a caer en ese error". Había que mostrarles cuál era el error, una cosa es el enunciado y otra la evidenciación de los errores. El libro es una evidenciación brutal de lo que habíamos hecho, de una locura colectiva, es una demostración palmaria, palpable de lo que había sido la tragedia. Yo estoy satisfecho de haber dado un mensaje y de no haber sido inferior con un compromiso histórico. Esa es la parte satisfactoria. Lo doloroso fue la reacción en algunos sectores, que fue inmensamente negativa. Surgieron persecuciones diatribas, hostigamiento permanente los insultos eran diarios en la prensa y en el Congreso, hubo una respuesta cainítica muchas veces a una postulación que se hizo con una buena intención. Hasta que la vida se me hizo imposible y tuve que salirme del país a fines de 1962. A mí no se me impuso el exilio por decreto, sino que hubo una coacción moral y política que me obligó a salir del país. Estuve todo el 63 en el exterior, hasta que recibí una carta de Camilo en que me decía que podía regresar.
S.: Volvamos hacia atrás. ¿Qué le planteó el gobierno cuando lo llamó en 1958 a la Comisión de Paz?
G.G.: Se nos dijo "Colombia está en esta situación, hay violencia por todas partes, vayan a ver qué hacen". Se dictó un decreto por medio del cual se le dio a la comisión amplias facultades para actuar. Eso ayudó mucho, al igual que el respaldo que nos dio el presidente Alberto Lleras quien atendió todas las sugerencias que nosotros hicimos y se logró realmente la pacificación del país.
S.: Si esto es así, ¿cómo explica usted la reactivación de la violencia cuando Guillermo León Valencia asumia el poder? Hasta cierto punto, la comisión fracasó en su objetivo central de erradicar la violencia en Colombia.
G.G.: Hay que distinguir las cosas: la comisión hace una labor de pacificación, prácticamente entrega el país pacificado. Otra cosa es que después se dan factores que de nuevo incendian el país por medio de la violencia: la aparición de grupos guerrilleros con una orientación distinta, aparece el E.L.N., hecho que está por fuera del alcance de la comisión, también hay que contar con los elementos jóvenes que quedaron como una secuela de las organizaciones llamadas guerrilleras, desadaptados sociales, psicópatas muchos de ellos, que se conocieron como los hijos de la escuela de la violencia que después actuaron en el norte del Tolima como "Desquite", ``Sangrenegra'', etc. El Ejército volvió allí a su equivocación de siempre, querer someter por medio de las armas, y por medio de la violencia acabar con la violencia. No se puede hablar de un fracaso de la comisión.
S.: ¿ Cuál es su análisis sobre la actual situación de violencia que se vive en Colombia? ¿Hay una relación directa de ésta, con las características de la violencia que ustedes describían en el libro?
G.G.: La violencia es un proceso no es un acto aislado, ni se dio porque sí. Es un proceso que tiene sus causas, que obedece a una etiología. Es un proceso que sigue, que no se ha acabado, que no ha sido superado, un proceso que tiene momentos en que se debilita y decae y después se incentiva y alcanza ciertos climax relativos, manteniéndose con una intensidad horizontal y luego se intensifica, se agudiza. No se sabe cuándo vaya a terminar ese proceso en Colombia, eso depende del manejo que haga el poder, las personas que están en el poder y lo manejan.
La violencia actual es una continuación, con otras modalidades, de un hecho de violencia que en un momento dado se desencadenó y no se ha podido frenar de ninguna manera. Ha tenido algunas soluciones de continuidad, muy cortas y muy relativas, como la que realizamos nosotros, pero eso sigue. No podemos decir que con la pacificación que realizamos lo logramos en forma absoluta, porque no se alcanzaron a quitar todas las causas que podían generar de nuevo un movimiento de protesta, de insatisfacción. En el fondo, hay motivo que están incentivando continuamente una situación de lucha y de protesta en Colombia. Dentro de ello cabe una cantidad enorme de matices, va desde las gentes que muy honradamente luchan, quieren otro orden, cambiarlo, y el criminal común que se organiza y usurpa el nombre de una guerrilla o de un jefe guerrillero para cometer tropelías. Y luego viene la otra parte de la violencia, la respuesta, que es lo que se llama la contrainsurgencia, que sabemos que se inspira desde el norte, llega a Colombia, se hace efectiva y viene la serie de organizaciones contraguerrilleras, contrainsurgentes, alegando entre otras cosas, la famosa doctrina de la seguridad nacional. Esta es una reacción tan brutal que se está evidenciando cada día, listas de personas que van a matar, asesinatos, hostigamiento para cualquier persona que esta en un movimiento de simple protesta o de inconformidad. En Colombia hay un sector que se ha entronizado y que tiene como opción y como "auto-autorización" el decretar la pena de muerte. Hay verdaderos tribunales de pena de muerte al margen de toda ley y al margen de toda razón.
S.: Usted formó parte de una comisión que promovió la permanente negociación para solucionar los conflictos. Con el fracaso de las últimas experiencias negociadoras, algunas personas descartan esta posibilidad para el actual momento. ¿Cuál es su opinión?
G.G.: Las situaciones exigen soluciones adecuadas a su contenido, a su esencia y a su dinámica. No se si hoy va a dar resultado una negociación del tipo que nosotros ensayamos, porque las circunstancias han variado. Hay un cambio fundamental en cuanto a la intensificación de las motivaciones, radicalización de las posiciones, no hay el ambiente que se creó con el Frente Nacional. Como las circunstancias han variado, el tratamiento debe ser diferente. Hemos visto el fracaso de las últimas negociaciones, que desembocó en el asesinato colectivo que se llevó a cabo en el Palacio de Justicia. Dentro del análisis del proceso de la actual violencia tendrá que figurar este hecho.
S.: Otro de los nuevos elementos sería el de la insensibilidad social con respecto a hechos violentos, como el del Palacio de Justicia mismo y las recientes matanzas de campesinos.
G.G.: Sí, uno de los fenomenos que suceden en la violencia, entre muchos hechos sociales, es el de la familiarización, la connaturalización de los hechos, el acostumbrarse a ellos. Primero golpea la brutalidad del impacto, pero la fuerza de los días y los mismos procesos que se dan dentro de la sociedad son tan grandes que ella se insensibiliza. En Colombia ya no se protesta --además porque al que proteste por esas cosas lo matan-- principalmente porque la sociedad se acostumbró a sus muertos

Olga Behar --