INDUSTRIA EDITORIAL
Desde ese instante de lucidez, cuando hizo carrera en el firmamento del mundo publicitario, esa frase que dice: "una imagen vale más que mil palabras", el medio de los impresores y de la industria editorial se hallan de plácemes. "Con ese slogan le tomamos años de ventaja a cualquier otro medio", sostiene con una sonrisa a flor de labios, Joaquin Prieto, un viejo impresor del sector de La Candelaria en Bogotá.
Aquel viejo impresor, de abrigo, corbatín negro y caminar desgarbado tiene toda la razón por que, como él, hoy nadie se atreve a debatir que una fotografía acompañada de una leyenda atractiva no ejerza un mayor impacto publicitario que un aviso común y corriente emitido por un locutor en la radio local.
"Lo que se imprime en un papel dura más y queda para toda la vida", señalan los acuciosos expertos del medio publicista.
Y ciertamente, en el caso colombiano, el mensaje impreso ha hecho historia, basta con mirar retrospectivamente las primeras décadas de 1900 cuando los lectores del periódico El Promotor de Barranquilla no despegaban sus ojos de aquel aviso que rezaba: "El jarabe de vida de Reuter Número 1 depurativo y purgante, es un nuevo y portentoso purificador de la sangre que funciona sobre el vientre, el hígado, los riñones y la epidermis".
En esos mismos años, a la par de noticias pendencieras o de adelantos en la ingeniería civil como eran las relacionadas con los trabajos activos en la construcción del ferrocarril de la Dorada, los calvos y canosos sacaron pecho cuando se enteraron en las páginas de El Promotor que el Tricofero de Barry les garantizaba que les restauraba el cabello y que les extirpaba la tiña y la caspa. De esos mismos años data el aviso más creativo de aquel entonces: dos angelitos entrelazados vuelan amarrados por una cinta y en la mitad de ellos se lee: "Quina Laroche, elixir vinoso, que preserva y cura las calenturas y sus resultas, así como la anemia, la pobreza de la sangre y las digestiones difíciles". ¿Dónde se imprimía tal profusión de avisos?
Los historiadores de las artes gráficas en Colombia, señalan que en los comienzos de 1900, cuando el país era todavía pastoril, los productos gráficos aparecían en hojas de imprenta que traían noticias mezcladas con anuncios y que esas tímidas leyendas de jarabes o reconstituyentes eran creados por periodistas o publicistas improvisados. Son ellos los primeros comunicadores que se desenvuelven en una industria doméstica, que tiran sus anuncios por lo general en máquinas Remington Typewriter, "una máquina que con buen resultado hace el trabajo de la pluma, con un gran ahorro de tiempo y esfuerzo". Esos aparatejos rústicos eran fabricados exclusivamente por la casa Wyckoff, Seamans & Benedict.
LA INDUSTRIA EDITORIAL...UN COMPLEJO TRABAJO CULTURAL
En el Siglo XVII todo visitante a un taller gráfico, encontraba un gran cartel, que decía: "Esta es una imprenta, encrucijada de la civilización, refugio de todas las artes contra los estragos del tiempo; armadura de la verdad contra las insidias de la murmuración; clarín incesante del comercio. Desde este lugar vuelan al mundo palabras, y no para desvanecerse como las ondas del sonido, ni para variar como el pulso del escritor, sino para quedar fijas eternamente una vez verificadas y corregidas. Está usted, amigo, en terreno sagrado. Esta es una imprenta".
Así describen los impresores el mundo mágico de la industria gráfica, uno de los pilares básicos del alfabetismo y la cultura.
Pese a la explosión de libros de bolsillo, colecciones populares editoriales didácticas, revistas y periódicos, los editores sostienen, a pie juntillas, que en Colombia se lee poco. En el caso colombiano el total de la población escolar llega a más de 260 mil alumnos. El total de primaria a más de 4 millones y el total de la secundaria y media vocacional a unos 2 millones.
Según los entendidos, la educación preescolar tiene una cobertura de apenas un 11%. "Cosa que desde ese momento comienza a frenar el desarrollo intelectual del pueblo colombiano y limita la posibilidad de extender su desarrollo cultural", apuntan.
Por estos factores, anotan los editores, la industria gráfica y editorial está limitada desde los mismos niveles de educación del colombiano medio y por ende del mercado potencial. Según estadísticas, la producción de libros escolares subía a $378 millones en 1972, cuando representaba el 2 5% de la producción gráfica colombiana, y después de haber ascendido a $859 millones en 1978, bajo a $503 millones en 1980. En 1984, de un valor total de producción industrial de artes gráficas de cerca de S23.000 millones, los productores editoriales sumaron apenas $8.200 millones, incluyendo los libros con 1.300 millones, y dentro de éstos, los escolares, científicos y técnicos poco más de $679 millones.
COMPETENCIA DEL ESTADO
Los editores, cuando reclaman políticas de fomento que ayuden a levantar la industria, señalan que un propósito fundamental del Estado sería que la producción de material educativo se contrate directamente con empresas particularés. Ello incentivaría su producción. Se debe pensar, también, en fórmulas de subsidio al padre de familia para que se haga más fácil la adquisición de textos educativos.
RESURGIMIENTO LITERARIO
En Colombia, nadie lo niega, se nota un despertar literario, en especial de los géneros de la novela y la narrativa, mientras también surge en el concierto nacional el hábito de la lectura. Los libreros nacionales así lo reconocen, y muchos se preguntan si el fenómeno datará de apenas tres años para acá, justamente cuando el mundo literario se conmovió cuando La Academia Sueca le otorgó a Gabriel García Márquez el Premio Nobel de Literatura.
LOS QUE MAS VENDEN
La lista de obras literarias del género de narrativa es larga. Los libreros sostienen, indistintamente, que se palpa en el medio colombiano un resurgimiento de los escritores nacionales. Las novelas de más reciente aparición como "El Karina" de Germán Castro Caycedo, "Piedad con este pobre huérfano", de Daniel Samper Pizano, "Acelere" de Alberto Esquivel y el "Libro Cantor" de Alvaro Hernández Vásquez, son, entre otros, los títulos más vendidos en los últimos meses. Estas obras, en su conjunto, demuestran el interés de los autores colombianos por aumentar la producción nacional literaria en un país que hasta hace poco era invadido por los narradores extranjeros. En efecto, la novelística colombiana, que hasta antes de que a Gabo se le otorgara el Nobel parecía precipitada al ostracismo, ahora parece resurgir como el Ave Fénix de sus cenizas.
TAN BUENOS QUE EXPORTAMOS...
La acogida en el exterior a la literatura colombiana, no es ya un decir, sino toda una realidad. Efectivamente, de las obras latinoamericanas que llegan hoy a Europa, las colombianas merecen los mejores elogios. Autores como García Márquez, Gómez Valderrama, Alvarez Gardeazábal, Mejía Vallejo y otras glorias de las letras nacionales, figuran en las vitrinas de las librerías de Europa, al lado de otros no menos famosos de Latinoamérica como Vargas Llosa o Borges.
En Alemania, por ejemplo, las casas editoriales publican masivamente las obras de García Márquez. "En Europa, no cabe duda, al lector le apasiona el relato que procede de un Continente relativamente extraño, de grandes tensiones sociales, que le ofrece exotismo, folclor, y temas variados de riqueza y fantasía".