La virgen de Chiquinquirá
Es el ícono religioso que simboliza el mestizaje cultural. Para los colombianos sigue siendo la que mayor devoción despierta.
En el siglo XVI, el español veía el mundo amerindio poblado por seres inferiores, bárbaros e idólatras, dedicados al culto de 'falsos' dioses. Para el ibérico la única verdad era la suya, avalada con las llamadas 'guerras justas', argumentación defendida por una teología de la esclavitud.
Así, tras la faena de la espada, la política evangelizadora fue la de 'extirpar' los universos simbólicos sagrados amerindios, base de su organización social y cultural, lo cual trastocó sus ejes simbólicos y convirtió su vida cultural en un delito.
Ante esto, el pueblo muisca utilizó las mismas alternativas de resistencia que otros pueblos indígenas de América: respuesta armada, suicidio colectivo o mestizaje cultural. Este último, el más importante, sumergió a los chibchas en un complejo proceso de búsqueda de sentido, de resignificación de sus símbolos ancestrales.
El comienzo del mestizaje cultural sucedió el 26 de diciembre de 1586. María Ramos, una española, salió de hacer sus oraciones cuando se encontró con la india Isabel, que llevaba de la mano a Miguel, un niño de 5 años. Éste, de repente, exclamó: "¡Miren!". Isabel, asombrada, llamó la atención de María: "¡Mira, mira, señora!", y ésta, después atestiguaba que: "...volvió el rostro hacia el altar y vio la imagen en el suelo, parada en el lugar donde ésta solía estar hincada de rodillas haciendo oración... la vieron colorada como una rosa y duró con este color todo aquel día...".
La noticia se difundió y por primera vez los nativos se acercaron de manera espontánea a una deidad con elementos españoles, la Virgen del Rosario. Por su aparición, ocurrida cerca de un espacio sagrado muisca -la laguna de Fúquene-, esta tomó el nombre de Virgen de Chiquinquirá.
A este lugar cada quien llevaba un milagro. Se llegaba cantando, rasgando tiples, eran multitudes que se encontraban, pues allí "las penas se olvidaban". Las romerías se preparaban con uno o dos años de anticipación, para realizar jornadas de hasta 30 días. Y al llegar, "busque posada y... en después, a pagar promesas".
Hoy, al escuchar al campesino, entendemos cómo el milagro no indica algo extraordinario o insólito, sino tan sólo la posibilidad de sobrevivir. De esta forma, la Virgen de Chiquinquirá, como símbolo, se hunde en las intimidades históricas de nuestra mentalidad. Aun así, no alcanza el carácter de símbolo nacional, como tampoco lo ha conseguido ningún otro, pues Colombia no se ha constituido como una nación simbólica, a diferencia, por ejemplo, de México con su Virgen de Guadalupe.
Tras siglos de fragmentaciones, aún perdura uno de los símbolos de mayor significado en nuestra Nación, la Virgen de Chiquinquirá, que aglutina y sintetiza el acaecer de nuestra historia y permite comprender lo que actualmente somos: seres cuya identidad vive en conflicto.
* Antropólogo / Universidad Nacional de Colombia