Las guerras civiles
Al lado de la larga tradición democrática de Colombia, las guerras civiles han acompañado buena parte de las diferencias, confrontaciones y cambios políticos.
La Guerra de Los Supremos (1839-1842)
La decisión del Congreso de suprimir los conventos de Pasto que tenían pocos religiosos para usarlos en la instrucción pública en 1839 originó la primera guerra civil de la República. En respuesta a la medida, Pasto se levantó y confluyeron el clero local, el general venezolano Juan José Flores, gobernante del Ecuador y la sociedad católica de Bogotá. Para defender la decisión y reprimir el alzamiento, que se conoció como la guerra de los Conventos, el presidente José Ignacio Márquez nombró a Pedro Alcántara Herrán comandante de la fuerza militar. El 31 de agosto de 1839 Herrán derrotó en Buesaco, cerca de Pasto, a los sublevados, con lo que creyó concluida la rebelión, pero la fatalidad llevó a que la persecución a los rebeldes que se mezclara con otro hecho trágico: el asesinato del general venezolano Antonio José de Sucre, ocurrido el 4 de junio de 1839 en las montañas de Berruecos. Pronto se inculpó a José María Obando como autor intelectual de este crimen.
Así, 1840 se inició con el candidato del santanderismo acusado de asesinato y luego, con la muerte de Francisco de Paula Santander, que dejó a Obando como jefe de esta tendencia política, éste se lanzó en rebelión. Para enfrentar a Obando, el presidente Márquez optó por aceptar el auxilio del presidente del Ecuador. Flores buscaba beneficiarse de la derrota de Obando para eximirse del asesinato de Sucre, ya que sobre él pesaba la sospecha de ser el máximo beneficiado del mismo.
En el momento en que las tropas ecuatorianas cruzaban la frontera, los caudillos santanderistas comenzaron a rebelarse a tiempo que se declaraban jefes supremos en sus provincias. Si bien en un principio la suerte de las armas favoreció a los rebeldes, su falta de unidad permitió que las tropas oficiales pudieran imponerse. Varias consecuencias dejó este largo conflicto civil. Una de ellas, el fraccionamiento del poder político de caudillos provinciales, quienes podían ejercer a su antojo su autoridad, pero sin imponerla en el nivel nacional. Otra, la conformación de dos tendencias políticas muy marcadas: el santanderismo, que daría origen años más tarde al Partido Liberal, y el bolivariano, matriz del conservatismo. Por último, la adscripción de la Iglesia católica a la tendencia conservadora. Además, la sangre corrida en estos años de conflicto se convirtió en una razón de odios, alianzas y adscripciones para futuras guerras.
La guerra civil de 1860-1861
En abril de 1857 Mariano Ospina Rodríguez se posesionó como el primer presidente elegido por sufragio universal masculino, gracias al apoyo de la Iglesia. Fue elegido para gobernar la Confederación Granadina, singular Estado regido por una Constitución federal, mientras que él y su partido, el conservador, deseaban un Estado centralista. Contra este gobierno, el 18 de abril de 1860 se levantó en armas el gobernador del Estado del Cauca, Tomás Cipriano de Mosquera, para impugnar medidas que se habían tomado sobre el sistema electoral, que, según Mosquera, iban en contra de los principios del federalismo. Autodesignado Supremo Director de la Guerra, Mosquera logró el apoyo de otros entes federales y obligó a Ospina a declarar, el 25 de junio de 1860, el estado de guerra. En 1861 las tropas del gobierno fueron vencidas. Como consecuencia de la única derrota que los alzados en armas le propinaron a un gobierno se decidió la desamortización de los bienes de manos muertas, la expulsión de los jesuitas y el establecimiento, el 20 de septiembre de 1861, del Pacto de Unión, que permitió establecer los Estados Unidos de Colombia. Dos años después, en la Convención de Rionegro se aprobó la Constitución de 1863, que recoge los principios sostenidos por el liberalismo radical.
La guerra de 1876-1877
Los gobiernos radicales se vieron enfrentados por la más acérrima oposición conservadora, encabezados por los Estados del Cauca y Antioquia, donde el clero ultramontano era particularmente fuerte. Los conservadores rechazaban las medidas liberales sobre la educación. En los primeros días de julio de 1876 estalló la guerra en el Cauca y pronto se extendió a los Estados de Antioquia y Tolima, mientras que en Cundinamarca, Boyacá y Santander se organizaron guerrillas. Las dos batallas más notables fueron las de Los Chancos y Garrapata. En junio de 1877 concluyó la guerra con el triunfo del gobierno liberal. Como una consecuencia, diversos sectores del Partido Liberal empezaron a buscar un entendimiento con la Iglesia católica, resultando años más tarde La Regeneración bajo la dirección de Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro.
Batalla de La Humareda
En la guerra civil de 1885, en la que los liberales radicales se alzaron contra el gobierno de Rafael Núñez, los enfrentamientos se extendieron por los Estados de Boyacá, Santander, Antioquia, Cauca, Bolívar, Magdalena, Tolima y Cundinamarca. La batalla más importante se produjo en sitio de La Humareda, riberas del río Magdalena, en el puerto de El Banco, el 17 de junio de 1885. El ejército radical fue completamente derrotado, lo que le permitió al presidente Rafael Núñez anunciar de manera desafiante que la Constitución de 1863 había muerto. Al año siguiente se aprobó la Carta de 1886, que regresó al país al centralismo y a la tutela de la Iglesia. La derrota liberal abrió paso al régimen conservador que duró hasta 1930.
La Guerra de los Mil Días (1899-1902)
Desde la corta guerra de 1895, cuando en escasos 60 días el ejército liberal fue derrotado, las condiciones políticas y económicas nunca habían estado tan claras para una nueva confrontación. El ala belicista del Partido Liberal emprendió la guerra el 17 de octubre, cuando iniciaron las operaciones militares contra las tropas del gobierno en Santander. Allí convergieron los líderes Pedro Soler, Rafael Uribe Uribe, Justo Durán y Benjamín Herrera.
Las tropas liberales iniciaron la contienda en medio de una profunda desorganización, como se reflejó en el combate de Bucaramanga, que se inició el 12 de noviembre y concluyó en un gran desastre para ellas. Pero, días más tarde, en una acción desesperada, el 15 de diciembre Uribe Uribe asaltó las líneas conservadoras en el Puente de La Laja, sobre el río Peralonso, y logró una inexplicable victoria militar, ya que un pequeño grupo de liberales puso en desbandada al ejército conservador. En su huida abandonó armas y municiones, además de alimentos y cabalgaduras, que les permitió a los liberales continuar la guerra. Las ventajas de este triunfo no fueron aprovechadas por los liberales y se permitió que el gobierno se reorganizara. Así, el 11 de mayo de 1900, en cercanías de Bucaramanga, en el sitio de Palonegro, durante 15 días los dos ejércitos se trabaron en combates de desgaste, con más de 1.500 muertos liberales y unos 1.000 conservadores, quienes se llevaron el triunfo debido a los mayores recursos del gobierno.
Este desastre liberal puso fin a lo que se conoce como La Guerra de los caballeros, para darle paso a la Guerra de Guerrillas. Luego de tres años de desangre, la fatiga se sentía en los dos bandos al no poder concretarse una victoria para ninguno. El 18 de octubre de 1902 se firmó un armisticio de 10 días para que el general Uribe Uribe iniciara las consultas entre sus jefes militares para finalizar la guerra. Y el 24 de octubre, en la hacienda de Neerlandia, en cercanías de Santa Marta, se firmó el tratado de paz que inició el fin de esta guerra civil. Luego, el resto de las tropas liberales firmaron el Tratado de Wisconsin, nombre del buque de guerra norteamericano que sirvió de sede para las conversaciones finales de paz. Luego, en Chinácota, Santander, el 21 de noviembre de 1902 se firmaba otro tratado de paz que puso fin a la guerra.
El precio pagado en vidas humanas fue muy alto: unas 150.000, tanto por las acciones directas de la guerra, como por las epidemias que la acompañaron. El liberalismo quedó destruido, el país en ruinas y al año siguiente, se produjo la separación de Panamá, consecuencia indirecta de este absurdo conflicto.
* Historiador, Universidad Nacional