LAS NIÑAS DE LA NOCHE
Más de 3.000 menores de 16 años trabajan en las calles de Bogotá en el negocio de la prostitución. SEMANA analiza este fenómeno.
ESTA SEMANA SE INICIO EN EL PAIS UN NUEvo año escolar. Los niños, lonchera en mano y estrenando uniforme, volvieron a aparecer en todas las calles de la ciudad. Esta semana, como sucede siempre en el mes de febrero, las aulas recobraron su vida...
Pero mientras la gran mayoría de menores se levantaba temprano para no llegar tarde a su primer día de clases, otros niños apenas se estaban acostando. Mientras miles se dirigían a los colegios, otros llegaban a unas residencias frías, a dormir largamente -quizás hasta las seis de la tarde- para descansar del trajín de la noche anterior, para acabar una larga traba, para ignorar, así fuera por unas horas, que su mundo es la prostitución.
Y es que esas calles oscuras, que antes eran monopolio de travestis, delincuentes y vendedores de droga, son ahora escenario de un fenómeno lamentable: la prostitución infantil. Actualmente, sólo en Bogotá, más de 3.000 niñas de entre 9 y 16 años ofrecen su cuerpo al mejor postor. Una investigación realizada por la Cámara de Comercio de la capital destapó el problema y comprobó que, en menos de tres años, el número de menores dedicados a este trabajo se duplicó.
Para muchos este asunto es totalmente nuevo. De hecho a muy pocas personas se les ha ocurrido pensar que esas niñas que ven caminando a altas horas de la noche -por los barrios marginados o por los más sofisticados sectores- están a la espera de que un carro se detenga, de que un hombre las llame sigilosamente y les ofrezca cinco, 10 ó 15.000 pesos para pasar una hora o media hora con él. "Nadie sabe qué tan extendida está la prostitución infantil -dice la sicóloga Nora Segura-. Es tan grande la insensibilidad social, que a las menores ya las vemos como parte del paisaje ".
SOBREVIVIENDO
Estas niñas son dueñas de la calle. Ni los ladrones ni los travestis, ni siquiera la Policía perturba su trabajo. La noche les pertenece. Van armadas de lo que ellas mismas llaman tramontina -un cuchillo curvado- y permanecen inmersas en el mundo del basuco y la marihuana. Pero a pesar de esto, caminan con miedo, con temor de que algo les pueda pasar... "No me gusta hablar de lo que hago -dice Marcela, una niña de 14 años que trabaja en el norte de Bogotá-. Sé que no está bien, pero no me queda otra. Estoy sola, no tengo plata y la necesidad, como decía mi mamá, tiene cara de perro".
Por esa misma situación pasan casi todas las demás. Son niñas que dejaron su familia, que huyeron porque no soportaban más maltratos. El 71 por ciento de estas menores escaparon tras ser víctimas de la violencia física, sicológica y, lo peor, de haber sido violadas por sus padres, hermanos o padrastros. Todo esto las ha llevado a involucrarse en la prostitución (ver cuadro).
Tan pronto salen de su casa -por su propia voluntad o porque sus padres las obligaron-, se unen a los llamados parches: grupos de ocho ó 10 muchachos que se protegen entre sí y que se asocian para robar y para drogarse. Dentro de esas galladas, aconsejadas por una amiga o por el novio, comienzan a trabajar en ese mundo. "Yo me escapé de la casa porque estaba embarazada -agrega Marcela-. Entonces busqué a una prima que trabaja en las calles y me dijo que eso era un buen negocio. Que lo único que había que hacer era subirse a los carros y dejarse hacer lo que los tipos quisieran. Mi mamá no sabe nada. Si se entera, me mata".
Sin embargo, se han dado casos en los que la misma madre es la que induce a su hija a tomar ese camino. "Es probable que no se lo diga directamente -dice Olga Cabrera, de la Cámara de Comercio-. Pero si una niña ha visto trabajar a su mamá como prostituta, y de pronto le toca salir a la calle a buscar plata para la casa, ¿qué otra cosa se le va a ocurrir hacer? En realidad todas estas menores han tenido que buscarse la vida por sus propios medios. Nora Segura opina que "la prostitución, tanto de niños como de niñas, es una estrategia de supervivencia". Porque el fenómeno no es sólo femenino. Aunque todavía no se ha establecido la dimensión de la prostitución masculina, se sabe que en lugares como el barrio Alameda, el centro comercial Terraza Pasteur y el sector de El Lago y la calle 100 trabajan niños de entre 9 y 16 años.
TRATA DE NIÑAS
Muchas de las menores han caído en este trabajo víctimas de un engaño. El 7.5 por ciento de las niñas encuestadas por la Cámara de Comercio confesó haber llegado a la prostitución a través de los avisos clasificados que aparecen en los periódicos pidiendo meseras para restaurantes.
Es ahí cuando entran en acción los proxenetas, es decir, los empresarios dedicados a la prostitución infantil. Son ellos los que viajan a los pueblos para traer niñas ofreciéndoles trabajo, alimentación, hospedaje... Los que duran días enteros en la terminal de transportes esperando que lleguen menores sin rumbo fijo a las que les puedan brindar una supuesta protección. Durante las primeras semanas cumplen sus promesas; hasta cuando las niñas se sienten tan comprometidas que terminan trabajando para ellos. "A mí me maneja un tipo de apellido Garzón -dice Jenny, una niña que trabaja en el centro de Bogotá-. Tan pronto supo que yo me había escapado de la casa, él medio comida y una pieza para vivir. Pero un día me dijo que yo le debía todo. Entonces tuve que trabajar con él. De la plata que me gano por hacer ratos con los hombres, él casi no me da nada".
Estos empresarios han llenado la ciudad de cientos de negocios: hay para todos los estratos y para todos los gustos. En el norte de Bogotá funciona una serie de bares en los que los hombres encuentran niñas menores de 17 años. También existen por todas partes los llamados sexshows infantiles. Sitios en donde las niñas están disponibles en dos turnos -de dos de la tarde a ocho de la noche y de ocho de la noche a dos de la mañana-, hacen strip tease, pasan ratos con los clientes y reciben dinero extra de acuerdo con la cantidad de licor que hayan consumido los invitados.
Tan lucrativos resultan estos sex-shows, que un propietario le comentó a los investigadores de la Cámara de Comercio: "Tenía mi establecimiento y un día decidí cambiar cuatro de mis muchachas mayores por unas de menos de 17 años. Mis ganancias aumentaron y hasta pude montar otro negocio igual. Es fácil encontrarlas de esa edad. Pero desafortunadamente a la competencia se le ocurrió hacer lo mismo". El 32 por ciento de las niñas trabaja en estos shows. El resto lo hace en los reservados -sitios exclusivos, para clientes de altos ingresos- o también en residencias, tabernas, tiendas de barrio o en la propia calle.
Estas últimas son las que se llaman peganteras, que suelen trabajar por cuenta propia. Niñas que les gusta el trabajo callejero porque, según ellas, se gana más dinero. Y es que en la calle la actividad se complementa con el robo y el atraco. "Nosotras nos subimos a los carros y robamos todo lo que vemos -dice Jovana-. Cogemos plata, cadenas, billeteras. Mientras el tipo lo acaricia a uno, nos vamos metiendo las cosas al bolsillo. Con eso nos hacemos más del doble de lo que nos pagan por lo demás".
No obstante, el negocio de la prostitución infantil no es rentable. Por lo menos para las niñas. Aunque la gran mayoría gana más de un salario mínimo mensual -en los sex-shows el ingreso promedio es de 156.175 pesos-, esto es sólo un espejismo. Hay épocas en que no reciben nada. Malas rachas durante las cuales no les llega ni un solo peso al bolsillo. En cambio, sí necesitan para el arriendo, la comida, el transporte...
VICIO Y DOLOR
Pero es en la droga en lo que más gastan dinero. Tan pronto terminan de atender a un cliente, las niñas salen corriendo en busca de su buena dosis de basuco o marihuana. Ellas dicen que la droga les ayuda a sobrevivir en ese medio. Pero también acaba con su salud. "De vez en cuando iba a bailar. Me gustaba mucho -agrega Marcela-. Pero no he vuelto porque ese vicio me tiene acabada. El basuso, el perico que nos dan los clientes.. Estoy adelgazando. Creo que estoy enferma".
Algo similar le ocurre a un alto número de las niñas dedicadas a la prostitución. El 55 por ciento de las encuestadas por la Cámara de Comercio aceptó haber sufrido enfermedades de transmisiòn sexual (ver cuadro). Y más de la mitad no ha recibido tratamiento médico. Resulta igualmente grave que el 50 por ciento de ellas no sepa qué es el sida. En lo que si parecen estar conscientes es en la necesidad de usar preservativo. Las niñas le exigen al cliente que utilice condón. Pero si éste les sugiere pagarles más dinero a cambio de no usarlo, ellas acceden con facilidad. También tienen claro el riesgo de quedar embarazadas y por eso suelen cargar pastillas anticonceptivas. Sin embargo, las estadísticas muestran que esto poco funciona: el 74 por ciento de estas niñas tiene más de un hijo. Un hijo que dejan al cuidado de cualquier persona mientras ellas continúan en el negocio de "hacer ratos" con los hombres que las buscan.
APAGANDO INCENDIOS
Actualmente el Instituto de Bienestar Familiar, la Procuraduría Delegada para la Defensa del Menor, el Comisionado de Policía de Menores, los Juzgados de Familia, la Defensoría del Pueblo, organizaciones no gubernamentales como Mujeres 2000, la Fundación Renacer y la Cámara de Comercio se unieron para buscar soluciones rápidas al fenómeno de la prostitución infantil.
La pregunta es por qué se comenzó a actuar tan tarde. El director del Bienestar Familiar, Rafael Orduz, acepta que "el Estado se dejó coger ventaja en este problema, que ya se registra en todo el país. Pero hay muchos proyectos de solución en camino". Se tienen destinados 500 millones de pesos para iniciar programas de prevención y rehabilitación, reforzar planes de salud, crear hogares de paso e iniciar con la Registraduría Nacional del Estado Civil una campaña de identificación de estos menores, pues el 60 por ciento carece de tarjeta de identidad. "Lo importante es que estos planes se ejecuten -dice Stella Cárdenas, de la fundación Renacer-. Cuando la Cámara de Comercio saca informes sobre estos temas, el Gobierno de inmediato presenta programas de acción que nunca se cumplen. Ojalá con la prostitución infantil no suceda lo mismo".
Uno de los mayores problemas que afrontan las autoridades es la falta de un sitio en donde puedan vivir las niñas luego de que la Policía comience a realizar allanamientos en los negocios de los proxenetas. La Fiscalía General de la Nación ya tiene ubicados varios de estos locales, pero está a la espera de que Bienestar Familiar ponga a funcionar una casa que sirva de vivienda para las menores. "Nada logramos con hacer redadas y sacar a las niñas de esos establecimientos si no tenemos donde llevarlas. Volverían de nuevo a las calles y eso no tiene sentido", dice Miguel Alvarez-Correa, de la procuraduría delegada para la Defensa del Menor.
Lo que resulta ilógico es que este fenómeno se esté presentando a la sombra de un Código del Menor que tipifica como delito todo caso de explotación o maltrato infantil. El decreto 2737 de 1989 señala que "todo menor tiene derecho a ser protegido contra toda forma de abandono, violencia, descuido, abuso sexual o explotación". En el mismo sentido hay artículos en la Constitución Nacional, en el Código Penal, en el Código Nacional de Policía... "La legislación que tenemos es suficiente -dice Guillermo Fernández, presidente de la Cámara de Comercio de Bogotá-. Lo importante es que se cumpla con rigor. Que les quiten en forma definitiva la licencia a todos esos establecimientos en donde abusan de las menores".
Pero cerrar los negocios no es una medida suficiente. Algo más difícil es convencer a las niñas de que abandonen la prostitución. La gran mayoría de ellas -especialmente las más jóvenes-, tienen la decisión de no volver a sus casas por temor, porque las echaron o, simplemente, porque se acostumbraron a vivir en ese mundo.
"Otras si quieren dejar el trabajo, pero el medio no les ofrece más alternativas -agrega Stella Cárdenas-. Las menores rehabilitadas no encuentran empleo en otra parte. Las empresas las rechazan. Será porque creen que van a pervertir al resto del personal".
Todo ello hace difícil que las niñas tomen la decisión de salirse de ese mundo. Lo importante, por lo menos, sería lograr que ninguna otra se interesara en entrar en él. Y más importante aún sería evitar que los hombres -y las mujeres- continúen buscándolas en las esquinas o en los famosos sex-shows. Precisamente en pocas semanas saldrá al aire una campaña dirigida a los oficinistas, a los estudiantes, a los profesionales y también a los altos ejecutivos que en lujosos carros van en busca de pasar el rato con una menor de edad. El mensaje de la campaña va a ser muy directo: "No la recoja; puede ser su hija".