Los franceses
Desempeñaron un papel en el desarrollo de zonas que hasta entonces no habían sido valoradas. Se apropiaron de nuevos espacios con sus conocimientos sobre minería, geología, educación e ingenierías, entre otros.
Después de las guerras de Independencia, durante las cuales algunos veteranos franceses se alistaron en los ejércitos de liberación, llegó a Colombia en 1822 una misión bajo el mando de Jean Baptiste Boussingault. Este último, acompañado por el médico y zoologista François Désiré Roulin, firmó un contrato por cuatro años para enseñar mineralogía y química en la Escuela de Minas, y para atender la función de investigador mineralogista e ingeniero de las minas de La Nueva Granada.
Boussingault permaneció en Colombia de 1882 a 1830 y dirigió una exploración. Las más bellas descripciones de esta empresa se pueden encontrar en sus Memorias. Durante la misma época, los archivos diplomáticos señalan la presencia en las costas Caribes (Cartagena de Indias y Santa Marta) de comerciantes franceses que intercambiaban productos agrícolas y madera con Europa. Esto no se lograba fácilmente, pues la inestabilidad política del país dificultó su actividad y generó numerosos litigios y conflictos, que regularmente llevaban a protestas de los representantes de la diplomacia francesa en Bogotá.
En 1855 desembarcó en Colombia un grupo de franceses que marcó profundamente la historia de la explotación minera de la región de Antioquia durante la segunda mitad del siglo XIX. Se trataba de el conde Adolphe de Gaisne de Bourmont, Adolphe y Paul de Bedout, Augustin de Colleville, Henri Brèche y Eugène Lutz. Bourmont compró en 1856 una parte de las acciones de la hacienda de fundición de Titiribí, que pertenecía al inglés Tyrell Moore, y también de diferentes minas situadas en la zona.
Durante La Regeneración se implantaron en Colombia congregaciones religiosas francesas cuyo papel educativo fue muy importante al final del siglo XIX, como las Hermanas de la Caridad, que abrieron progresivamente instituciones en varios departamentos del país. De la misma forma, participaron en la fundación de hospitales y escuelas.
Se destaca la caída de la mayoría de empresas agrícolas, industriales o mineras francesas, como el infructuoso intento del geógrafo Elisée Reclus, que había instalado un cultivo en la Sierra Nevada de Santa Marta, o de la Compañía Francesa del Sinú. Las quiebras fueron varias, así como los conflictos y los procesos jurídicos con colombianos, socios o no. No obstante, algunos franceses triunfaron, como los descendientes de Paul de Bedout que fundaron en Medellín la famosa Editorial Bedout.
El impacto de la presencia francesa para el desarrollo del país fue igualmente importante. En efecto, los ingenieros de minas europeas que llegaron con compañías inglesas en 1820, introdujeron en Colombia la mineralogía, la geología, la hidráulica, la mecánica aplicada, la teoría del calor, la química orgánica, la geofísica, y la construcción de carreteras.
Así, J.B. Boussingault introdujo el proceso de amalgamación de arenas auríferas en Marmato en 1828 y la máquina de triturar metal. En 1869, en el Estado Soberano de Antioquia, el gobernador Pedro Justo Berrío (1827-1875) contrató al ingeniero francés Eugène Lutz, que había contribuido al establecimiento de una ferrería en Amagá, para desarrollar la producción de la Casa de Moneda que acuñaba la moneda del Estado.
La ferrería de Amagá desempeñó un papel importante en el desarrollo de la producción metalúrgica de la región, lo que contribuyó al progreso de los sectores agrícolas y mineros, pero también a la construcción del ferrocarril.
Francia fue para la elite y las clases dirigentes colombianas del siglo XIX un importante modelo cultural e intelectual. Sin embargo, Colombia no fue una tierra de inmigración masiva para los franceses. Se censan, en efecto, 163 franceses en el país en 1843, y 166 en 1851. En todo caso, como muestran los trabajos históricos recientes, el impacto de esta presencia, aunque moderadó, fue importante para la joven Nación colombiana en construcción.