Los niños suicidas
Un menor se quita la vida cada día en Colombia.Mientras las estadísticas crecen, los especialistas se preguntan por qué y qué debe hacerse.
PAULA TRATABA DE ENTENDER LO QUE decía su profesora de matemáticas. Llevaba más de una hora en clase, y sin embargo no podía olvidar lo que su padre le había advertido la noche anterior: "Si pierdes el año, te mato". La niña,de apenas 11 años,sintió que no tenía otra salida. Se paró del pupitre, caminó hacia la ventana del salón -que quedaba en un cuarto piso- y se arrojó al vacío. Murió inmediatamente.
Carolina no entendía por qué sus padres se iban a separar. Ya estaba cansada de que le preguntaran con cuál de los dos prefería vivir. La niña, de siete años, sólo quería que siguieran juntos, y para llamar su atención, ingirió un frasco de tranquilizantes. Pero la intoxicación fue tan grave que no pudieron salvarle la vida.
A Juan Carlos, sus padres no le permitieron irse de vacaciones porque sus calificaciones eran muy regulares. El muchacho, de 15 años, no soportó la situación, tomó una escopeta que había en su casa y se disparó en la cabeza.
Andrés llevaba días diciendo que nadie lo quería. Una manaña mientras caminaba por el centro de Bogotá cogido de la mano de su madre, se soltó y se lanzó debajo de las ruedas de una buseta. Lo llevaron a un hospital, pero los traumas fueron tan severos que finalmente murió.
Estos son apenas cuatro de los cientos de casos de suicidio de menores que se han registrado este año en el país. Y es que en Colombia, por lo menos durante los últimos cuatro años, los niños y los adolescentes son los que más se están quitando la vida. Aunque resulte difícil de creer, las cifras lo confirman. Según las estadísticas de la Policía Nacional, de los 839 suicidios registrados el año pasado, 341 corresponden a menores de 16 años.
El problema viene creciendo de una forma alarmante. A principios de los 80, los suicidios de menores representaban menos del 10 por ciento del total del país. Hoy en día, alcanzan alrededor del 40 por ciento. La situación es todavía más preocupante debido al subregistro que existe. Según los especialistas,la magnitud del suicidio en menores puede ser, en realidad, tres veces mayor de la que muestran las estadísticas.
EXPLICAR LO INEXPLICABLE
Pero aparte de alarmarse con las cifras, los especialistas están tratando de establecer por qué razón los menores se suicidan más que las personas de 30, 40 ó 60 años. Y es que no resulta fácil explicar cuál es el motivo para que los niños y los adolescentes, que comienzan la vida y que deberían tener grandes expectativas para el futuro, estén buscando cada vez más la muerte. El dilema es de fondo, y los médicos y siquiatras no han logrado avanzar mucho en su solución.
Las causas parecen ser muchas: conflictos familiares, depresión, dificultades académicas, soledad, problemas afectivos... En fin, una lista interminable. "Hay que entender que es un fenómeno complejo en el que influyen multitud de factores -anota Sergio Casanova jefe de siquiatría del Hospital Infantil de Bogotá-. Por eso lo menos recomendable es tratar de encontrar un solo motivo y un único culpable".
En lo que sí hay claridad es en que las razones por las cuales un menor de siete años se quita la vida son distintas a las que parecen estar detrás del suicidio de un joven de 13 ó 15 años. Los más pequeños no saben aún lo que significa realmente la muerte. Para ellos, morirse es algo reversible, es como entrar en un sueño con posibilidad de regreso. Por eso la mayoría de suicidios a tan corta edad no responde a una clara intención de quitarse la vida.
Pero aunque se trate de una decisión impulsiva y poco razonada, el solo hecho de que los niños den señales de querer desconectarse del mundo, es algo preocupante. "Los adultos no suelen darle importancia a los menores cuando hablan de no querer vivir, porque creen que es una idea loca que ronda por su mente -señala Leonardo Ajha, sicólogo del Programa La Casa-. Sin embargo, esa idea no entra en la cabeza de un niño sin motivo. Siempre es reflejo de que algo grave está sucediendo ". Y por lo general se trata de conflietos familiares.
Estos niños sienten que sus padres no los quieren, reciben constantes castigos o, incluso, son víctimas de abuso sexual. Entonces toman las pastillas que encuentran en el baño de su casa, se arrojan desde una ventana, se lanzan contra un carro o se ahorcan. "Los niños no son tontos -agrega Ajha-. Aunque no tengan una clara noción de la irreversibilidad de la muerte, sí saben que si se lanzan de una ventana no van a sufrir precisamente pequeñas raspaduras".
Es difícil conocer el registro real de los casos de suicidios en menores de 10 años. Muchas muertes de niños que aparecen registradas como accidentes pueden haber sido, en realidad, el resultado de una decisión de quitarse la vida. Según el siquiatra Rafael Vásquez del hospital de La Misericordia de Bogota, el 60 por ciento de los casos que ingresa a urgencias a ese centro se deriva de traumas -es decir, golpes que pudieron ser involuntarios- y la mayoría son pacientes que tienen menos de cinco años. "No se puede definir cuántos de estos casos son intentos de suicidio. Pero sin duda son muchos más de los que las estadísticas reportan". Y si eso sucede con las tentativas, algo similar ocurre con los casos que terminan fatalmente. Por lo general los familiares son los que hacen que la muerte del menor quede registrada bajo otra causa que no sea la de haberse quitado la vida" y con ello distorsionan las estadísticas.
ESTIGMA SOCIAL
Pero aún así, lo que más inquieta a los investigadores no es tanto el suicidio de menores de 10 años -en el que el margen de inconsciencia y accidentalidad es amplio- sino el de los muchachos de 12 a 16. Lo que aterra en ellos es que se trata de jóvenes que ya tienen claro lo que significa la muerte. En estos casos, la decisión de suicidarse es, en un alto porcentaje, totalmente planificada.
Es posible que factores tan cotidianos, como pelearse con la novia, no poder ir a un concierto o perder un examen final, desencadenen el proceso mental que culmina en el suicidio. Sin embargo, las dos grandes causas identificadas hasta ahora por los especialistas parecen ser la depresión y los problemas familiares. "Muchos adolescentes no le encuentran sentido a la vida -señala el siquiatra Roberto Chaskel-. Piensan que cada vez hay menos esperanzas de un futuro mejor".
Pero en esto no sólo hay que tener en cuenta el número de suicidios, sino el de los intentos. Como es obvio, así como han aumentado los registros de menores que se quitan la vida, han crecido aquellos que se refieren a los que intentan hacerlo. A los consultorios de los siquiatras y a las salas de urgencias, cada día llegan más niños y adolescentes que han tratado de suicidarse. El hospital San Juan de Dios de Bogota, por ejemplo, atiende mínimo dos casos diarios de menores que tratan de acabar con su vida. Y uno de cada 10 muchachos que lo intenta, vuelve a hacerlo hasta que lo logra.
En algunos de estos casos, el seguimiento sicológico y el apoyo familiar sostenido han logrado resultados positivos. Sin embargo, no es fácil conseguir que se den estas circunstancias, pues los propios padres suelen negar el problema y consideran que no hay razón para que el menor acuda a un tratamiento médico. De hecho, en la Fundación Santa Fe, que remite las tentativas a especialistas, el 90 por ciento de los niños abandona el tratamiento. La verdad es que tanto para los padres como para el propio menor comprometido, es difícil enfrentar el hecho de que el suicidio sea todavía un estigma social.
Pero a pesar de que existe subregistro de casos y de que muchas familias afectadas tienden a ocultar el problema, éste está saliendo a flote cada vez con mayor claridad. Esta nueva enfermedad no parece respetar clases sociales, pues incluso en aquellos sectores donde aparentemente los niños crecen en un ambiente de comodidades, se está registrando una importante y creciente tasa de intentos y de suicidios efectivos.
Una reciente investigación del Hospital Infantil de Bogotá y la Escuela Colombiana de Medicina ha servido para confirmar que la idea del suicidio como alternativa, está presente incluso entre menores que no parecen afrontar graves problemas. Se trata de una encuesta entre 400 muchachos de 14 al7 años, en el curso de la cual, después de detectar a jóvenes que carecían de problemas familiares graves o de dificultades académicas serias, se les preguntó si alguna vez habían considerado la posibilidad de quitarse la vida. Un 27 por ciento respondió afirmativamente.
EL TELON DE FONDO
La conclusión de todo lo anterior no puede ser otra que, aparte de los problemas familiares, académicos o afectivos, hay algo más que está llevando a los menores de 16 años a creer que el suicidio es una buena opción. En efecto, los especialistas están de acuerdo en señalar que el principal factor que está detrás de todo esto es la situación de crisis que afronta el país. Acostumbrarse a la violencia y al terrorismo resulta difícil, especialmente para los muchachos que apenas comienzan a vivir.
El sentimiento de depresión que afecta a los menores, y que es la principal causa del suicidio, está relacionado con el aumento de la violencia en el país. De hecho está comprobado que en las épocas en que más homicidios se presentan, el grado de desesperación es más alto y la posibilidad de llegar al suicidio se hace también mayor. Esto, sin duda, es lo que ha sucedido con los niños y adolescentes en Colombia. Las estadísticas de homicidios a nivel nacional y suicidios en menores de 16 años durante esta última década, demuestran que cuando creció la tasa de muertes violentas, también aumentó el número de jóvenes que se quitaron la vida (ver gráfico).
Esto se vivió de manera especialmente dramática en 1989, cuando el país entero enfrentó una de sus peores épocas de narcoterrorismo. "La violencia hace que los menores se sientan sin esperanzas ni ilusiones -anota Roberto Chaskel-. Por eso caen en esos grados tan altos de depresión".
Esto puede ser lo único que explique que estén creciendo de modo tan sostenido las tasas de suicidio entre los colombianos de más corta edad. Los estudios internacionales demuestran que las tasas más altas suelen presentarse en países de alto nivel de desarrollo -como Suiza o Finlandia- donde los jóvenes carecen de la perspectiva de construír una vida distinta de aquella que una sociedad donde todo parece estar ya hecho, les ha preparado. Eso mismo los conduce a la desesperanza, el desinterés y la depresión. En los países del Tercer Mundo, más allá de las inmensas dificultades económicas y sociales, los jóvenes encuentran en la vida un gran desafío, una invitación a superarse y construírse un futuro mejor que el presente que les han brindado sus padres. Pero todo esto se viene abajo en un país como Colombia, donde más que una invitación a superarse, lo que muchos jóvenes reciben a diario de la vida es apenas una invitación a sobrevivir.
El encontrar que todo está hecho, que todo está preparado, es lo que conduce a muchos jóvenes de los países más ricos a quitarse la vida. En Colombia, lo que parece llevarlos a lo mismo es que, aunque todo está por hacer, no parece posible realizarlo.
¿QUE HACER?
La estrategia para reducir estos graves indicadores debería abarcar tanto el entorno social en que crecen los niños como sus relaciones familiares. En cuanto a lo primero, vuelven a aparecer los medios de comunicación como vehículo que pudiendo contribuír a una solución, no parece estarlo haciendo. "Los muchachos ven casos de suicidio en la televisión como si se tratara de un hecho normal -agrega Chaskel-. Y lo más grave es que no hay una persona que le indique que esta no es una buena opción". No se trata de censurar esta clase de historias o de escenas. Pero sí de que el único mensaje de los medios no sea el de que es posible suicidarse o el de como hacerlo. Por el contrario, lo que se necesita es que dichos medios se comprometan en ayudar, por una parte, a crear conciencia del problema, y por la otra, a mostrarles a los menores de edad que la vida ofrece alternatvas y que vale la pena vivirla.
Pero es posible que la mayor tarea en esta batalla la deban conducir los padres. Son ellos quienes tienen la gran responsabilidad de hablarles a sus hijos sobre el suicidio y explicarles por qué es todo menos una alternativa. Y eso sólo podrá lograrse en la medida en que este deje de ser un tema tabú, y se convierta en cambio en un asunto del que se pueda hablar con claridad en el hogar. Una de las primeras cosas que aconsejan los especialistas es que los padres y familiares aprendan a detectar en qué momento un menor está en peligro de suicidarse. Incluso han establecido algunos factores de riesgo que pueden servir como primera voz de alarma (ver cuadro) .
La comunidad científica también tiene que asumir sus propias responsabilidades. Hasta ahora, el suicidio infantil y juvenil ha sido tratado en los congresos de medicina de manera más bien esporádica. Pero las cifras están creciendo y si para alguien esto es evidente, es para los médicos y demás trabajadores del sector salud .
Sin embargo, debido a que la gran conclusión es que el origen de este problema está en la violencia que de manera crónica azota a Colombia, todas estas soluciones pueden ser insuficientes y resultar apenas paños de agua tibia frente a este nuevo y dramático ingrediente de la tragedia que el país está viviendo.