NOCHES DE GENERALES
¿Qué ha habido detrás de los cambios en la cúpula militar en los últimos 20 años?
"En la actual situación del país, ni la fuerza pública por si sola puede liquidar el problema de la violencia revolucionaria, ni los grupos armados que buscan el poder pueden lograrlo por la fuerza. Se impone, pues, una solución básicamente política al problema, como lo está intentando el gobierno", afirmaba al inicio de este mandato el general José Joaquín Matallana. Sin embargo, lo cierto es que las Fuerzas Armadas han ido pasando de una neutralidad crítica en los primeros meses del gobierno betancurista hasta las declaraciones recientes del Comandante de las FF.AA., planteando la capacidad efectiva del Ejército para aniquilar las fuerzas guerrilleras. ¿Que ha ocurrido? Es probablemente en el seguimiento de la tortuosa y conflictiva política militar desarrollada por este gobierno, donde mejor se puede hacer una radiografía del proceso de paz.
Dado que esta política depende en una gran medida de las propias FF.AA., es indispensable intentar desentrañar sus puntos de vista. Sus diversos puntos de vista, pues a pesar del gran monolitismo de nuestras Fuerzas Armadas, en su interior se mueven escuelas de pensamiento que se diferencian con respecto del papel y a los medios de acción de la institución castrense en el país.
LA "GENERACION DE COREA"
El general Fernando Landazábal Reyes constituyó el último representante notable de la llamada "generación de Corea". Con él desapareció un sector de las Fuerzas Armadas que dejó una huella profunda en la historia militar de los últimos treinta años.
Esta generación, cuyo hilo conductor es de orden ideológico y no de unidad fraccional o de grupo, estuvo compuesta por un conjunto de importantes oficiales (Alberto Ruiz Novoa, Guillermo Pinzón Caicedo, Gabriel Puyana García, Valentín Jiménez, José Joaquín Matallana) que recibirían su formación doctrinaria en dos grandes escuelas. La primera, la propia guerra de Corea (en la que, salvo Pinzón Caicedo, el resto participó) y a Alianza para el Progreso de John F. Kennedy.
La inmersión en los postulados de la "guerra fría" y la percepción de un papel privilegiado de las Fuerzas Armadas en la "construcción nacional" de los países del Tercer Mundo, tendrán su expresión en las campañas cívico-militares de los años 60, así como en los cercos de aniquilamiento de las zonas de influencia comunista de Marquetalia, El Pato y Riochiquito.
El impacto es inmediato en la oficialidad. De una parte, conducirá a una creciente despolitización partidista de esta oficialidad, en cuanto abandonarán la adhesión a los partidos tradicionales para asumir otros esquemas. Como afirma Francisco Leal, "el Frente Nacional ha influido en la mentalidad militar de la misma manera que lo ha hecho en la mentalidad de muchos grupos sociales de la población civil. La fuerza de adscripción partidaria está sufriendo un resquebrajamiento progresivo". Pero, simultáneamente, las experiencias señaladas los conducirán a una creciente politización de otro orden, en cuanto les asigna el papel de copartícipes del gobierno civil frente a los retos de la subversión y el subdesarrollo. Las recurrentes "noches de los generales", como gráficamente las denominó Germán Santamaría, que han acompañado al Frente Nacional como expresión de graves conflictos entre el gobierno y la cúspide militar, han sido todas protagonizadas por esta corriente: Alberto Ruiz Novoa, 1965; Alberto Pinzón Caicedo, 1969: Alvaro Valencia Tovar, 1975; Fernando Landazábal, 1983. Sus raíces se hallan, pues, en la creciente politización de la institución militar, aunada a su progresiva autonomía con respecto a los partidos tradicionales.
La percepción de la existencia de "factores objetivos de la violencia" constituirá el hilo conductor de esta escuela en las Fuerzas Armadas.
Al lado de ella, se fue desarrollando otra que mantenía una serie de postulados diferentes con respecto tanto al origen de la subversión como a los medios para combatirla. Es así como esta tendencia ha privilegiado en sus análisis los "factores subjetivos de la subversión" (la propaganda revolucionaria o una hipotética intervención extranjera) y, por lo tanto sólo percibiría como única respuesta la guerra de contrainsurgencia. Sus bases se hallan en la denominada "Doctrina de la Seguridad Nacional", calcada de aquella formulada por la Escuela Superior de Guerra del Brasil.
En este sentido, es evidente que desde una perspectiva puramente ideológica, existía una mayor simbiosis entre los postulados de los "coreanos" (Landazábal) y el reformismo belisarista, que entre este último y la corriente de la "seguridad nacional" (Matamoros, Vega Uribe).
Esa simbiosis se fundaba en toda una serie de concepciones comunes en relación con el origen de la subversión, las modalidades de su tratamiento y el papel de las Fuerzas Militares en la sociedad colombiana. Ambos, Betancur y Landazábal, aceptaban la existencia de factores socioeconómicos de la violencia, los dos coincidían en la necesidad de una salida política a la confrontación interior y existía en ambos una preocupación común con respecto a la extremada fragilidad de nuestras fronteras y a la baja capacidad de las Fuerzas Armadas colombianas -inmersas desde hace 35 años en la guerra de guerrillas- para garantizar una adecuada protección de la soberanía nacional.
PODER CIVIL VS. PODER MILITAR
Desde el año 1975, con el nombramiento del general Luis Carlos Camacho Leyva en la comandancia del Ejército, se inicia un serio debilitamiento de los "coreanos", sistemáticamente dados de baja (Valencia Tovar, Puyana García, Valentín Jiménez, Matallana), consolidándose el sector de la "seguridad nacional". Sus postulados ideológicos llevarán a una seria agravación del proceso de militarización del país, bajo la administración Turbay.
Sin embargo, la ascensión al poder de Betancur permitió a la generación de Corea tener su último representante en la cúspide militar. Su paso sería fugaz, debido a la crisis que se presentó un año más tarde. Esta tuvo como detonante final un "analitico memorando" -como lo denominó el presidente Betancur en su alocución ante el Consejo Nacional de Seguridad, el 18 de enero de 1984-, en el cual Landazábal Reyes ponía en evidencia su creciente distanciamiento con la política de paz adelantada por el gobierno.Este distanciamiento tuvo su raíz, fundamentalmente, en la decisión del M-19 de continuar su actividad militar a pesar de la amnistía. Actitud que generó un profundo escepticismo en el interior de los mandos militares, quienes comenzaron a cuestionar la pertenencia de las negociaciones que desarrollaba el gobierno.
Pero, ¿es coherente afirmar que existía una mayor compenetración ideológica entre Landazábal y Betancur, que entre éste y Matamoros -quien lo reemplazaría-, cuando los cambios ocurridos llevaron a este oficial al control de las Fuerzas Armadas? Sí, bajo un conjunto de presupuestos: en primer término, no se debe perder de vista un rasgo de los militares "coreanos": la tendencia a desbordar permanentemente al poder civil, a adquirir autonomía deliberante y pública frente al Poder Ejecutivo, su desconfianza apenas disimulada en la capacidad de las autoridades civiles para resolver los problemas de seguridad, y en ocasiones, del propio desarrollo. Las "noches de los generales" así lo atestiguan.
De otra parte, si bien Matamoros se situaba más a la derecha, no poseía ni las ambiciones mesiánicas de su predecesor, ni un proyecto estructurado concreto con respecto al papel de primera línea que debían cumplir las FF.AA. en la estructura global de poder en el país. Se esperaba, pues, que con su presencia se redujese el protagonismo militar. Para ello era necesario disminuirle sus apoyos internos, y por eso fueron dados de baja oficiales que como Jimmy Rocha y Bernardo Lema Henao, nunca se habían preciado de sostener posiciones moderadas. Simultáneamente se comenzó a promover a un grupo de oficiales, sensibilizados con el manejo de la política de paz del gobierno, que algunos denominan el "grupo antioqueño". Generales como Nelson Mejía Henao (nombrado Procurador Delegado para las Fuerzas Armadas), Daniel García Echeverry (quien pasó de la Dirección de Instrucción y Entrenamiento del Ejército a la Comandancia de la Quinta Brigada) y Oscar Botero Restrepo (trasladado de la jefatura de la Casa Militar a la de Inspector General de las Fuerzas Armadas), comenzaron a ser ubicados estratégicamente, lo cual era indicativo de que se hallaba en curso una "política militar" del gobierno y, además, una profunda renovación generacional y de bloques. Betancur se apoyaba en "un medio de presión eficaz constituido por la manipulación de la tabla de ascensos. La promoción a un puesto de responsabilidad de un oficial que no posee el grado de mayor antiguedad, provoca una crisis que se termina con la dimisión de los oficiales que se sienten lesionados", afirma un analista.
PROTAGONISMO POR LO BAJO
El antagonismo entre la política de paz que impulsa la administración Betancur y los postulados que sostienen las FF.AA. bajo Matamoros y Vega Uribe, han tenido el mismo contenido que llevó a la crisis con Landazábal, aun cuando se hayan expresado de otra manera.
El análisis del actual mando militar muestra una baja capacidad de liderazgo interno y una débil proyección de su oficialidad hacia la sociedad civil. No estamos ya en presencia de generales de la talla de Ruiz Novoa, Valencia Tovar, Camacho Leyva o Landazábal Reyes, cuyos discursos o escritos tenían un impacto inmediato en el país. El tradicional "protagonismo militar por lo alto", mediante una incidencia excesiva en las decisiones estatales como ocurrió en el mandato de Turbay Ayala, o a través de pronunciamientos de carácter abiertamente político como fue característico del paso de Landazábal, han dejado de tener ocurrencia. La estrategia militar ha cambiado. Se expresa ahora mediante una aceptación verbal y pública de la política que adelanta el gobierno, combinada con el desarrollo de lo que muchos consideran una política sistemática de entorpecimiento de los acuerdos de paz. Un "protagonismo por lo bajo" que se ha expresado, por ejemplo, en el hostigamiento sistemático a los frentes de las FARC y en el ataque al campamento del M-19 en Yarumales, en plena tregua.
Era evidente, como lo subrayó en su momento el general Matallana, que en los altos mandos se había generalizado "la idea de que la subversión que se confronta sólo puede ser derrotada por la fuerza y el concepto de que todas las promesas u ofertas de paz que hacen los grupos alzados en armas, de las distintas denominaciones y tendencias, son simples maniobras dentro del proceso que siguen tras un objetivo único e irrenunciable que es el de llegar al poder por la fuerza".
El nombramiento del general Vega Uribe como ministro de la Defensa tras la muerte del general Matamoros, es recibido como una señal inequívoca de la creciente debilidad del presidente Betancur. Otro indicio lo constituyeron los cambios posteriores en las jerarquías militares. En efecto, mientras que la política de ascensos desarrollada por Betancur en el primer año de su mandato se acomodaba a la tradición (aprovechar este mecanismo de premios y sanciones, con un abierto manejo político para consolidar simpatías y debilitar oposiciones), las más recientes (1984, 1985) han tenido un carácter mecánico, en orden de rigurosa antiguedad.
Las FF.AA. no constituyen propiamente una "rueda suelta", como las calificó el senador Alvaro Leyva Durán. Pero es indudable que han recuperado en gran medida su autonomía en el manejo del orden público interno y que sus postulados no siempre coinciden con aquellos que sostiene el gobierno.