OLAS DE ENERGIA
A largo plazo, el mar competirá con la energía nuclear
Existe un consenso mundial en que los mares, que cubren el 72% de la superficie del planeta, contienen una fabulosa potencialidad energética limpia, abundante ilimitada, no centralizada y de fácil acceso.
Algunos teóricos señalan que es posible extraer esa energía. En algunos casos ya se está haciendo con las corrientes marinas, las tormentas oceánicas, las mareas, las olas y de la conversión de la energía termoceánica. Según el criterio de las Naciones Unidas, solo pueden ser aprovechadas prácticamente las tres últimas.
Al parecer, la fuente más experimentada es la energía proveniente de las mareas. Hay dos proyectos ya conocidos: La Rance, donde el gobierno francés tiene uno iniciado hace diez y siete años para producir doscientos cuarenta megavatios y el segundo, es una central experimental de la Unión Soviética en Kislaya Cuba de cuatrocientos MW.
En el campo de la energía aprovechada de las olas, se han diseñado numerosos tipos de máquinas en los últimos doscientos años, pero aún hoy los artefactos consisten principalmente en sistemas pequeños de 70 a 120 vatios.
Pobre avance, admiten los expertos, si se toma en cuenta que a lo largo del medio millón de kilómetros de líneas costeras del mundo existe una energía potencial estimada en unos cincuenta trillones de kilovatios hora anuales, cifra que equivale a 400 veces la demanda eléctrica del Reino Unido.
Ni las mareas ni las olas parecen constituir fuentes alternativas viables a corto plazo, menos aún al alcance de los países en vías de desarrollo.
De todas las energías oceánicas, quizá la térmica sea la más pródiga y factible, estima el especialista mejicano Javier Ibarra Herrera, funcionario de la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas.
En un estudio sobre la materia, el especialista señaló que la conversión de la energía térmica de los océanos probablemente será explotada en un futuro no lejano a escala muy amplia en los mares tropicales.
Fue un físico francés, Jacques D'Arsonval, quien por primera vez en 1881 sostuvo la tesis de utilizar la diferencia de temperatura que existe en los mares cálidos, entre las aguas superficiales y las profundas para hacer funcionar una máquina térmica.
En el siglo y medio transcurrido desde entonces, la tesis de las centrales Cento (Conversión de Energía Térmica Oceánica) dejó de ser tema de laboratorio y se extendió a la fase experimental. En 1930, un ingeniero, Georges Claude, también francés, construyó una central termoceánica en la bahía de Matanzas, Cuba, que produjo durante algún tiempo 22 kilovatios de potencia eléctrica, hasta que fue destruida por un huracán.
A partir de 1973, a raíz de la crisis petrolera, las potencias industrializadas aceleraron la investigación de energías nuevas y renovables, entre ellas las centrales Cento.
Un año después, la fundación científica nacional de Estados Unidos encargó la realización de un análisis económico pormenorizado de una instalación Cento, capaz de competir económicamente con el carbón y la energía nuclear.
Hasta el año pasado, el gobierno de los Estados Unidos invirtió más de cien millones de dólares en el desarrollo de ese proyecto y logró construir en la isla Hawai, a un costo de dos millones de dólares una mini-planta Cento experimental de 50 kilovatios, rendimiento equivalente al de un pequeño motor de automóvil.
En la actualidad, el gobierno estadounidense se propone como meta construir dos plantas piloto con capacidad de 100 megavatios cada una para 1986 y 10.000 megavatios para el año 2.000.
Europa y Japón no se quedaron atrás. En 1976, los europeos crearon el consorcio euroceon-ceto, constituido por compañías francesas, belgas, suecas e italianas con el propósito de comercializar esta energía en aguas tropicales de todo el mundo.
No todos los expertos están convencidos de la conveniencia de las centra les Cento y la polémica sigue abierta entre apologistas y detractores.
Los primeros sostienen que se trata de una energía limpia y abundante, su rendimiento no está afectado por las variaciones climatológicas y su tecnología es relativamente sencilla ("no es más que fontanería avanzada", señalo un experto de una compañía transnacional).
Las Naciones Unidas afirman que las centrales Cento podrían proporcionar para fines de siglo tanta energía como la turba, la tracción animal y las arenas alquitranadas de todo el mundo, y competir con el carbón y la energía nuclear.
Los detractores de las Cento manifiestan a su vez que el gigantesco trasvase a la superficie de aguas ricas en elementos nutritivos quizá produzca efectos ecológicos masivos y mencionan el alto costo de instalaciones que sean comercialmente durables y resistan el deterioro marino y las tormentas tropicales.
Según el investigador mexicano Ibarra Herrrera, sólo el tiempo dará la razón a partidarios y enemigos de este tipo de fuente energética renovable.