A RENDIR CUENTAS
Con la captura de Víctor Carranza, la Fiscalía General le declara la guerra a los grupos paramilitares.
Si hubiera sabido que era la Fiscalía me habría entregado". Esta lacónica frase fue la que pronunció, hacia la medianoche del martes pasado, el comerciante de esmeraldas Víctor Carranza Niño, poco después de que agentes de la Fiscalía lo capturaran en una lujosa finca al norte de Bogotá. Carranza, considerado el zar de las esmeraldas en el mundo, sólo fue localizado dos horas y media después de que medio centenar de hombres del CTI de la Fiscalía ocuparan la hacienda Cantarrana, en la calle 200 con carrera séptima. Dar con él no fue fácil. La finca, de unas cuatro fanegadas de extensión, está situada en una zona escarpada llena de matorrales y maleza. Después de inspeccionar minuciosamente y sin resultados la casa principal, las caballerizas y una marranera, los investigadores se alejaron hacia la montaña. Había que establecer si Carranza se ocultaba en una caleta. En efecto, detrás de un tanque de agua y de la casa de un enorme perro pastor alemán, había una pequeña hondonada que servía de refugio al esmeraldero. Allí, acurrucado, vestido con pantalón color café y camisa beige, estaba el hombre que deberá responder por el delito de financiación y conformación de grupos paramilitares.
Con Carranza también se encontraban su esposa y dos de sus abogados. Terminada la operación, el CTI capturó a cuatro personas más, escoltas de Carranza, y decomisó un lote de esmeraldas avaluadas en 5.000 millones de pesos. Según las autoridades iban a ser negociadas al día siguiente en el Primer Congreso Mundial de Esmeraldas que se realizaba en la capital del país y del cual Carranza era el principal promotor. Luego de la detención, Carranza dijo a los funcionarios del CTI que había notado movimientos sospechosos en los alrededores de la finca, y que llegó a pensar que se trataba de un posible atentado contra su vida, semejante al que le sucedió a su compadre y amigo Gilberto Molina el 26 de enero de 1989, cuando fue asesinado con 18 guardaespaldas en Sasaima (Cundinamarca).
Los cargos
La búsqueda de Carranza comenzó en diciembre del año pasado, cuando la Fiscalía Regional de Barranquilla dictó orden de captura en su contra. Lo sindicó de violar el decreto 1.194 de 1989 por el cual se declararon ilegales los grupos de autodefensas que, hasta ese momento, contaban con sustento jurídico para operar en el país. Así, la principal acusación de la Fiscalía General contra el zar de las esmeraldas, fomentar y patrocinar grupos paramilitares, que ha pesado en su contra en varias oportunidades, esta vez proviene de un testigo sin rostro. Este declaró a finales del año pasado, ante un fiscal regional, que Carranza era el principal patrocinador de grupos de autodefensa, especialmente en los Llanos Orientales, la Costa Atlántica y Boyacá. Hace tres semanas, la Dirección Nacional de Fiscalías reasignó el caso a la regional de Bogotá, que siguió con las investigaciones.
Pero el testigo bajo protección no es la única persona que ha responsabilizado a Carranza, a lo largo de su vida, de promover grupos de justicia privada. A comienzos de este año, varios paramilitares se entregaron a las autoridades del Magdalena, muy cerca de Santa Marta. Al parecer, según fuentes consultadas por SEMANA, esos hombres entregaron a la Fiscalía una serie de documentos que dejan al descubierto la estrecha relación entre el zar de las esmeraldas y los grupos de autodefensas de la Costa Atlántica. En ellos aparecería el nombre de Víctor Carranza como el principal financiador de esas organizaciones.
Pero ahí no para la cuestión. De acuerdo con los testimonios de esos paramilitares que se entregaron a la justicia, los grupos de justicia privada que operan en la Costa Atlántica contarían además con la asistencia de oficiales de alto rango de las Fuerzas Armadas, quienes podrían ser llamados a declarar en las próximas semanas.
¿Quien es?
Víctor Carranza es un minero nato con fama de tener buena suerte en el mundo de las esmeraldas. De él dicen que donde llega aparece una veta. Nació el 8 de diciembre de 1935 en Guateque (Boyacá). Apenas cursó estudios de primaria, pues desde muy niño se dedicó a guaquear en las minas de Boyacá. Lo paradójico es que, desde hace 20 años, es uno de los socios principales del Estado en las concesiones otorgadas para la explotación y comercialización de las esmeraldas.Debido sobre todo a razones de seguridad, Carranza es un hombre de pocos amigos. Pero uno de ellos aseguró a SEMANA que, pese a no tener una formación académica superior, Carranza tiene refinados gustos. Quizás el más llamativo de todos es su afición por la música clásica. "Yo lo he visto comprar boletas repagadas y hacer largas colas para entrar a un teatro de París a escuchar una buena ópera", declaró a SEMANA
En 1989 Carranza organizó en el Hotel Cosmos de Bogotá una subasta en la que se vendieron medio millón de gemas. Ahí hizo contacto con comerciantes de Zambia, Zimbabwe y Brasil, que respaldaron la creación de una bolsa mundial de esmeraldas, uno de sus más grandes sueños. A mediados de 1992 fue recibido por el presidente de Zambia, país que produce cerca del 30 por ciento del mercado mundial. A esa reunión también asistió Juan Beetar, otro de los esmeralderos colombianos más reconocidos del mundo. Beetar, al enterarse de la captura de Carranza, en pleno Congreso Mundial de Esmeraldas, dijo a los periodistas:"Este congreso es como celebrar una misa papal, sin la presencia del Papa".Tal ha sido la fama de Carranza que, a comienzos de los 90, la revista Forbes, una de las más prestigiosas del mundo, lo incluyó en la exclusiva lista de los 'billionaires', es decir, como una de esas pocas personas en el mundo que tienen más de 1.000 millones de dólares. La leyenda que se ha tejido alrededor de su nombre asegura que antes de la aparición de los carteles de la droga, Carranza era el hombre más rico de Colombia.
Guerra y paz
El nombre de Víctor Carranza ha estado asociado en Colombia con la paz y con la guerra. Luego de haber firmado la paz con los pueblos mineros de Boyacá, que habían quedado desolados en la década de los 70 durante la llamada 'Guerra verde', Carranza debió hacerle frente a una nueva guerra. Esta vez contra José Gonzalo Rodríguez Gacha, 'El Mexicano', quien pretendía apoderarse de las minas de Muzo con el fin de poder lavar dólares, producto de la venta de cocaína.De acuerdo con las autoridades, la guerra contra 'El Mexicano' le costó a Carranza 10.000 millones de pesos. Uno de los hechos más significativos del enfrentamiento fue el atentado a la sede de Tecminas en Bogotá. Entre los socios de la empresa estaban Carranza, Molina y Beetar. La acción terrorista ocurrió el 7 de julio de 1989.
Tres días más tarde, sicarios de Rodríguez Gacha asesinaron a un sobrino de Carranza. Después perpetraron una matanza en Itoco, Boyacá, en predios de las vetas administradas por Tecminas. Uno de los celadores de la firma, Pedro Julio Yaya, fue secuestrado por gente de 'El Mexicano' y tiempo después fue lanzado con vida desde una avioneta. El episodio ha sido contado varias veces por el propio Carranza. Luego de centenares de crímenes en cada uno de los bandos, la guerra se acabó el 15 de diciembre de 1989 con la muerte de 'El Mexicano', dado de baja por la Policía en Coveñas, Sucre. Con la muerte de Rodríguez Gacha volvió la paz a la región. Esta se pactó el 6 de junio de 1990 en una gallera abandonada de Quípama. El pacto se selló con la venta del 20 por ciento de las acciones de Esmeracol a un grupo de esmeralderos en conflicto, entre ellos Luis Murcia, 'El Pequinés' y Pedro Elías Delgadillo, líder cívico del occidente de Boyacá.
Pese a las sindicaciones, Carranza es reconocido en exclusivos círculos políticos y gremiales que han visto en él a un exitoso empresario. Inclusive, en marzo de 1996, asistió a un foro sobre solución de conflictos, convocado por el ex designado Juan Manuel Santos. En el encuentro, Carranza se definió como un campesino que se volvió empresario y afirmó que "nunca en la vida he disparado un arma". Santos, quien ha estado dedicado de tiempo completo a un proceso de paz, afirma: "Me consta que Carranza ha sido supremamente útil para impulsar un posible proceso de paz".
La otra cara de Carranza es la de un hombre violento, asociado por las autoridades con escuadrones de la muerte. En junio de 1989 el DAS lo vinculó con grupos de autodefensa de Villavicencio, luego de que en la finca La 60, de su propiedad, fuera hallada una fosa común con medio centenar de restos de personas asesinadas en la región. En esa oportunidad, Carranza se defendió diciendo que no tuvo conocimiento de los hechos y poco tiempo después un juez lo absolvió de los cargos. Un año más tarde, el 19 de septiembre de 1990, el DAS lo volvió a capturar en Manizales. Pero al día siguiente, las autoridades lo dejaron en libertad. Contra Carranza no existía requerimiento alguno.
El 17 de agosto de 1994, último día de su gestión como fiscal general, Gustavo de Greiff ordenó la devolución de cuatro haciendas de propiedad de Carranza y de su esposa, María Blanca Carranza de Carranza, que habían sido puestas a disposición de las autoridades judiciales después de allanamientos realizados por el Ejército y la Policía. El argumento de De Greiff fue: "No puede darse inicio a una instrucción criminal con base en rumores y menos con base en creencias según las cuales una persona tiene fama de delincuente".
Que sigue
Con la detención de Carranza, el fiscal Alfonso Gómez Méndez demuestra que no ha dejado de pisar el acelerador en uno de los temas que más le preocupan desde cuando se desempeñaba como Procurador General de la Nación: la creación y fomento de grupos paramilitares. Esa tarea no es de poca monta e implica grandes riesgos. Pero Gómez Méndez es un hombre al que le gusta apostar en grande y cuando asume un reto lo hace consciente de todas sus implicaciones.El tema paramilitar en Colombia ha sido por muchos años en cierta forma tabú. La primera gran denuncia la hizo César Gaviria en el Congreso cuando, como ministro de Gobierno del presidente Virgilio Barco, denunció la existencia en el país de, por los menos, 150 grupos de paramilitares. Era la época de los mercenarios israelíes y británicos que entrenaban gente en el Magdalena Medio para la defensa de los capos de los carteles.
De entonces hasta ahora, es muy poco lo que se ha hecho para desmantelarlos. Ha existido en torno del fenómeno una especie de manto de silencio que ha hecho que la opinión pública no corra el velo siniestro que lo cubre. Entre otras razones, porque en ciertas regiones del país, donde la guerrilla ha hecho carrera, grandes terratenientes no han visto precisamente con malos ojos la incursión de grupos de justicia privada que han desplazado a la subversión suplantando a la fuerza legítima del Estado. Quienes conocen de cerca el tema, sostienen que el nombre de Víctor Carranza es una ficha importante para tratar de desentrañar el fenómeno paramilitar. Sin embargo, de desenredarse el ovillo, hay quienes creen que aparecerán muchos personajes, incluyendo militares de alto rango. Un investigador que lleva varios años siguiendo la pista de los grupos de autodefensa, dijo:"Carranza es sólo la punta del iceberg para desmantelar esa máquina de terror y muerte".
¿Qué sigue? Quienes conocen a Gómez Méndez aseguran que, independientemente de cualquier presión, irá hasta donde lo lleven las pruebas. Sin duda, Carranza no es un hombre que se cruza de brazos. Muestra de ello son sus anteriores detenciones y liberaciones precisamente por falta de pruebas. Por lo pronto, el Fiscal General ya dio un paso muy importante en la lucha contra los grupos de justicia privada. La clave será mantener el ritmo.