Especiales Semana

ROSSO JOSE SERRANO

Hoy el general es el héroe mundial de la guerra contra el narcotráfico. Sin embargo este papel lo ha estado desempeñando silenciosamente desde hace 15 años.

23 de junio de 1997

el superpoliciaCuando el general Rosso José Serrano Cadena asumió la dirección de la Policía Nacional, en enero de 1995, esa institución estaba sumida en la más grave crisis de su historia. La corrupción del narcotráfico había producido una metástasis en cadena que llevó a la Policía a cuidados intensivos y pocos apostaban por su recuperación. Incluso se llegó a pensar que la única solución era cerrar sus puertas y liquidar su personal para luego darle vida a una nueva entidad.A pesar de ese panorama tan desolador el general Serrano, un viejo zorro de mil batallas, decidió coger el toro por los cuernos con la firme convicción de que si al paciente se le aplicaba la medicina apropiada el moribundo podía resucitar. Pocos días después de haber asumido su cargo Serrano aplicó la primera dosis de su fórmula para combatir el mal: retiró a 300 oficiales y a más de 2.500 suboficiales y agentes de policía porque, según él, habían pactado con el diablo.Ganada su primera batalla contra la narcocorrupción, Serrano enfiló baterías contra los cabecillas del cartel de Cali. Una cruzada en la que muy pocos creían. Pero él era un convencido de que si las cosas se hacían en silencio, trabajando las 24 horas y con hombres a prueba de corrupción, los resultados tarde o temprano se darían. En poco tiempo sus detractores tuvieron que cerrar la boca. Uno a uno fueron cayendo los cabecillas del cartel. Los colombianos se acostumbraron a los golpes de gracia de Serrano. Cada vez que se apuntaba un hit aparecía en la televisión con cara de yo no fui, su brazo derecho levantado, con su puño cerrado, en señal de que la guerra se estaba ganando.Todo ese éxito lo logró sin extralimitarse en sus funciones. A la vuelta de unos meses se convirtió en uno de los hombres más queridos y populares del país. Con su filosofía de campesino santandereano, de palabras sencillas pero cargadas de mensajes, Serrano se dio a conocer al mundo. Los elogios en el exterior no se hicieron esperar y gobiernos como los de Estados Unidos, la Gran Bretaña, Francia, Alemania, etc., etc..., lo convirtieron en héroe bautizándolo como el superpolicía del mundo. Esa malicia campesina no sólo le sirvió para que los colombianos recuperaran la credibilidad en la Policía, sino que le permitió moverse como pez en el agua entre conspiradores y samperistas. Su trabajo no fue producto del azar. Antes de llegar a la dirección de la Policía tuvo a su cargo la dirección de antinarcóticos. Desde allí cumplió de manera callada una delicada misión: fumigar los cultivos de marihuana, amapola y coca para evitar una nueva bonanza como la de los 70. En ese cargo, además, se hizo gran amigo de los gringos. Ellos lo aceptaron y le abrieron las puertas para que conociera de cerca los secretos de la CIA y de la DEA. Su legado es incalculable. El general Serrano formó una institución poderosa. Con una infraestructura en materia de inteligencia que hoy se codea con las más sofisticadas del mundo. Todo ello gracias a que los cargos claves dentro de su administración no fueron ocupados por jerarquías sino por conocimientos. Sus hombres de mayor confianza son yuppis que recibieron entrenamiento en Estados Unidos y Europa. A pesar de todos sus éxitos, de su popularidad, que cada día sigue en aumento, del reconocimiento que le ha hecho el mundo, el general Rosso José Serrano sigue siendo un humilde campesino que sueña con escaparse de su oficina para compartir sus aventuras con sus viejos, una maestra de escuela y un trabajador incansable de azadón y pala.