Especiales Semana

Los pendientes para este año de transición

En los próximos 12 meses no hay escenarios críticos ni grandes saltos hacia delante. Colombia necesita hacer reformas en varios campos y la gran pregunta es si serán viables después del 7 de agosto.

27 de enero de 2018

Un año de espera y transición. Así será 2018 para Colombia. Esa podría ser la conclusión del encuentro ‘¿Hacia dónde va el país?’, organizado por Foros Semana en Cartagena la semana pasada. Panelistas de diversos campos, edades y posiciones analizaron las perspectivas del nuevo año, y aunque hubo opiniones diversas, se podría concluir que no existen expectativas de grandes logros ni de crisis graves en los próximos 12 meses. Un periodo sin muchos riesgos ni muchas esperanzas, pero, eso sí, de oportunidades también.

Elecciones: mejor que el vecindario

Será un año para votar. Y en el campo político hay un horizonte nublado. La competencia por el poder se lleva a cabo en medio de una polarización que dificulta el entendimiento y los consensos mínimos, y la insatisfacción de los colombianos del común hacia la política podría abrir las puertas a aventuras populistas. Analizaron el tema Juanita León, directora de La Silla Vacía; Juan Lozano, de Red + Noticias; Fernando Quijano de La República; y Alejandro Santos, director de SEMANA, moderados por su colega de Noticias Caracol, Juan Roberto Vargas.

Sin embargo, esa imagen no fue la única mirada. La situación política es más esperanzadora, desde el punto de vista de la institucionalidad democrática, que la de la mayoría de países del continente. Hay corrupción, incertidumbre y desorden –y las mentiras y la posverdad rondan, como en los últimos certámenes electorales en el mundo–, pero estos no ponen en peligro la institucionalidad democrática, según Santos. En el contexto hemisférico, Juanita León considera que el hecho de que no se sepa ya quién ganará la Presidencia es un síntoma positivo, a diferencia de los sistemas menos democráticos del vecindario. En Colombia hay una competencia real con candidatos experimentados y de posiciones ideológicas diversas.

Desde el punto de vista de la seguridad en la época electoral, también hay diferencias con las campañas del pasado. La Farc, el partido del exgrupo guerrillero, está en el juego político. Más allá de la controversia legítima sobre los acuerdos de La Habana, los jefes del exgrupo guerrillero estarán en el debate, con posiciones polémicas, pero sin violencia como en las elecciones de los últimos años.

Una característica propia de la competencia en 2018 es la posverdad. ¿Qué función cumplen los medios? ¿Las campañas usarán las redes sociales para manipular la información y confundir al electorado? Juan Lozano considera que, si bien hay riesgos, los medios tradicionales tienen una oportunidad: recuperar la credibilidad porque, precisamente en las redes, está proliferando información alejada de la verdad. Quijano coincidió en que el periodismo tiene el deber de ponderar las cifras, exigir el origen de la información y asumir la misión de “curadores” de la información.

El periodismo requiere también de autocrítica. ¿Fomentan los medios la polarización política? La polarización, en sí, no es un problema en la medida en que permita ideas distintas, esencia de la democracia. Una cosa es ser caja de resonancia del odio y otra servir de escenario para el debate. La gran pregunta es si la agenda informativa de los medios coincide con la de la mayoría de los ciudadanos. La mirada de la realidad nacional está muy dominada por Bogotá y los centros urbanos, y hace falta incorporar visiones regionales.

Juan Gossaín, en una inspiradora presentación, habló por ejemplo de la importancia de lo caribe –no debe decirse “caribeño”– tanto al interpretar la realidad como al analizar su función en la vida nacional como punto de entrada de la mayor parte del comercio de Colombia con el mundo. En igual sentido, la presidenta de la Cámara de Comercio de Cartagena, María Claudia Páez, se refirió al liderazgo de los empresarios de la región.

Economía: ni crisis ni bonanza

¿Qué esperar de 2018 en materia económica? Cecilia López, Juan Ricardo Ortega, Santiago Montenegro, Jorge Enrique Bedoya y Guillermo Perry –moderados por Daniel Niño– concluyeron que hay que mirar las expectativas con prudencia. Los efectos de la crisis en los precios del petróleo en Colombia no fueron tan graves como los de otros países o como los de los últimos golpes de la economía mundial, en 1999 y 2008. El crecimiento de los precios desde el segundo semestre de 2017 contribuye a la tranquilidad y ya no existe la angustia de hace un año por una inflación por encima de lo previsto por el Banco de la República.

Pero hay preocupaciones. Un incremento del PIB inferior al 2 por ciento haría imposible alcanzar objetivos indispensables en materias sociales. Antonio Celia, presidente de Promigás, dice que el país ha avanzado, pero no en la dirección correcta para asegurar que una educación de mejor calidad al alcance de más personas iguale las oportunidades.

Las preocupaciones sobre el futuro de la economía se concentran en tres puntos.

1. Recuperar tasas de crecimiento superiores al 3 por ciento requiere corregir problemas estructurales como en el tema fiscal, el balance en la cuenta corriente, y las reformas en la salud y en las pensiones. 2. Hay que racionalizar el sistema tributario. Es cierto, como se dice, que algunas empresas pagan porcentajes excesivamente altos de sus ingresos –lo cual desincentiva la inversión–, pero disminuirlos requeriría ensanchar la base de otros impuestos –que más gente pague renta, por ejemplo– y desmontar beneficios en otros sectores. 3. Para salir de un punto mediocre se necesitan medidas duras –recortar gastos, reformar pensiones, salud e impuestos– y el momento no parece adecuado por el ambiente de polarización y de tentaciones populistas.

Sector privado: ¿el aliado?

Los empresarios deben contribuir a consolidar la paz y a generar empleo y desarrollo. Bruce Mac Master, Juan Martín Caicedo, Pablo Felipe Robledo y María Claudia Páez -moderados por Carlos Enrique Rodríguez, director de Dinero- analizaron los compromisos del sector privado para aportar en las finanzas públicas, en la ejecución del gasto y en el crucial tema de las pensiones.

Y ¿qué esperan los colombianos de los empresarios? ¿Cuál es la imagen del sector privado? El presidente de la Andi planteó que en el país no siempre es bien visto tener éxito y hacer empresa. Hay un déficit de legitimidad de sus acciones. Y tampoco hay reconocimiento hacia los logros. En infraestructura, por ejemplo –subrayó Caicedo–, hubo un “salto monumental” para pasar, en menos de ocho años, de ser el 1,6 por ciento del PIB al 3 por ciento. El rediseño del aparato institucional –con la ANI y de la Anla– y los cambios en los modelos de concesiones cumplieron un papel positivo.

El dilema de las consultas

Los participantes en este panel –Andrée Viana, Óscar Gamboa, Santiago Ángel y Alberto Echavarría, moderados por la directora de Semana Sostenible, Carolina Urrutia– estuvieron de acuerdo con que, tanto las consultas populares como las previas, son legítimas, pero hay que reglamentarlas con urgencia. Para lograrlo, Viana dice que el Estado debe conducir los procesos de consulta antes de ofrecer títulos y licencias a los privados. El hecho de que las empresas conduzcan hoy las consultas previas han convertido esos procesos de participación en transacciones, mientras que en el caso de las consultas populares estas se hacen una vez la compañía ya tiene inversiones y derechos adquiridos sobre el territorio.

También se planteó que esa función tendría que centralizarse en una dependencia de alto nivel del Ministerio del Interior, con presupuesto propio para publicar y actualizar un registro único de población objeto de consultas previas.

En general, los procesos de consultas tienen los elementos para construir confianza entre las partes con la condición de que las empresas lleguen al territorio como aliados y no benefactores. Si los componentes fundamentales de un proyecto se construyen con la comunidad, en lugar de consultar proyectos ya diseñados y terminados, los niveles de conflicto disminuirán significativamente. Mientras tanto, preocupa la urgencia: el número de solicitudes de consultas aumenta diariamente en el país mientras los mecanismos para regularlas no se materializan.

Justicia: ¡Reforma!

Hay consenso en que la Justicia necesita un cambio. El Congreso y las Cortes han demostrado su incapacidad para modificar aspectos de la arquitectura diseñada por la Constitución de 1991. En una exposición breve y clara, el expresidente de la Corte Suprema Jaime Arrubla planteó cuáles deben ser sus principales aspectos.

En primer lugar, no puede haber cinco tribunales de cierre porque se generan conflictos de competencia, inseguridad jurídica y politización. Más aún con mecanismos de elección de magistrados en los que participan instancias como el Congreso. Acabar con la injerencia política en estas elecciones es un primer paso indispensable para recuperar la credibilidad del sistema y brindar seguridad a los ciudadanos.

La Justicia puede estar sobrediagnosticada, pero ha faltado voluntad política para sacar adelante las modificaciones necesarias porque algunas tocan dogmas e intereses. El mecanismo de la tutela, por ejemplo, necesita reglamentación. Y hay que repensar aspectos de la Fiscalía, como la elección de su jefe –en la que, finalmente, el presidente de la república ejerce gran influencia porque presenta la terna– y su puesto dentro de la estructura del Estado.

Un año de transición

El año será un periodo de transición. Por un lado, porque en el campo político, los colombianos elegirán gobierno y Congreso, con lo cual resolverán preguntas sobre la función de los partidos, la credibilidad en las instituciones y el alcance de la polarización. Y porque con los cambios en la jefatura del Estado comenzará un proceso de decisiones trascendentales en materia fiscal, pensiones, salud, lucha contra la corrupción y reforma de la justicia y del régimen territorial, todo en el marco de la consolidación de la paz. Aunque complejas y duras, las recetas están planteadas. Pero no se han llevado a la práctica porque el ambiente político no lo ha permitido. La gran pregunta es si habrá condiciones –consensos, canales de diálogo, credibilidad y fortaleza– para hacerlos posibles después del 7 de agosto.

Ya no es el patito feo

Cristina Fuentes La Roche, directora internacional del Hay Festival, y Sergio Díaz-Granados, director ejecutivo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), analizaron por qué no hay que subestimar a la cultura y la economía naranja.

Desde hace unos buenos años la cultura pide a gritos que no la consideren el patito feo de la política y de la economía. Y ya la están oyendo, la miran con respeto, admiración, y se gana un espacio, justamente, como el que tuvo en el ‘Gran Foro Colombia 2018, ¿para dónde va el país?’.

Pero no solo la ponderan porque el cine obtiene reconocimientos o porque casi en cualquier lugar del mundo, a esta hora, suena música colombiana. Ahora también la honran porque se puede vivir de la cultura. Sí, es posible vivir del arte, y frases prejuiciosas como “hágalo por amor al arte” están mandadas a recoger.

Si bien la cultura no es una mercancía, como dijo en una de sus intervenciones Cristina Fuentes, sí hay que protegerla. La directora internacional del Hay Festival apostilló: “El arte nos hace únicos, nos da libertad y nos hace cuestionar el mundo en el que vivimos. Tiene importancia ‘per se’ más allá de sus aportes económicos”.En este panel, llamado ‘Industrias creativas, mundo digital y turismo, un nuevo aire para la economía’, también participó Sergio Díaz-Granados, director ejecutivo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para Colombia, quien mostró la fuerza que están tomando las industrias culturales y que ya indican que producen el 3 por ciento del PIB mundial.No es todo: la cultura emplea alrededor de 29,5 millones de personas en el mundo, superando el número de puestos de trabajo que produce la industria automovilística en Europa, Japón y Estados Unidos (que podrían sumar unos 25 millones). Otra comparación dimensiona el fenómeno: las industrias creativas y culturales generan ingresos anuales por 2,25 billones de dólares, cifra que supera las ganancias del sector de las telecomunicaciones en todo el mundo.Si bien en Colombia aún falta consolidar cifras, estas industrias van por buen camino y la gente empieza a creer en ellas. Pero aún tienen que adaptarse al cambio digital y que el gobierno las respalde con normatividades acertadas, como, por ejemplo, contra la piratería. En Colombia ya existen programas como Bogotá Creativa, de la Cámara de Comercio de la capital, y el proyecto de apoyo a emprendimientos culturales del Ministerio de Cultura. Ambos buscan cohesionar la creatividad y la gestión empresarial con herramientas para desarrollar y hacer sostenibles los negocios. A la par, surgen cursos, pregrados y posgrados en gestión cultural y economías creativas, que capacitan a los artistas para no desfallecer y mantener sus emprendimientos. “La palabra clave es creatividad. De aquí a los próximos cinco años será la habilidad más querida en el mercado laboral”, dijo Díaz-Granados, exministro de Comercio, Industria y Turismo. Una afirmación que tiene que ver con una regla de la economía naranja (ideas transformadas en bienes y servicios culturales): sin innovación no hay emprendimiento.Pero en este marco, por ejemplo, ¿qué tanto aporta un evento como el Hay Festival al país? Cristina Fuentes planteó varias repercusiones: culturales (fomenta el pensamiento plural, el pensamiento crítico y el libro), turísticas (el 12 por ciento de los asistentes son extranjeros), económicas (80 por ciento del presupuesto se reinvierte en la ciudad o el país y la ocupación hotelera durante el evento es del 95 por ciento), sociales (promueve la lectura, el arte y la cultura en comunidades vulnerables) y físicas (creación de centros culturales y dotación de libros a bibliotecas locales).Aunque quizá, y más allá de los números, un evento como este adquiere gran valor en la coyuntura mundial y de Colombia: ante la polarización, los autoritarismos y los roces entre países, hay que revindicar la capacidad de dialogar y pensar y eso es justo lo que hace el Hay. La cultura hoy se asoma como el antídoto para lo que está mal.