Hay Festival

Los diálogos secretos del Hay

Un grupo de invitados a la décima versión del Hay Festival Cartagena aceptó la invitación del filósofo y autor colombiano, Óscar Guardiola Rivera, y del periodista estadounidense, Jonathan Levi, para conversar sobre los temas de globalización y religión. El resultado: numerosas ideas, pero sobre todo muchas preguntas compartidas durante las mañanas de viernes y sábado en un salón escondido del Centro de Cooperación Española.

Catalina Gómez Ángel
1 de febrero de 2015
Óscar Guardiola Rivera

El ejercicio era conciso. Y también atrevido. Los invitados al Hay Festival que así lo quisieran, podían ir a un salón del Centro de Cooperación española para discutir a puerta cerrada sobre la globalización y la religión, temas elegidos por Óscar Guardiola y Jonathan Levi, promotores de esta iniciativa que ya se había realizado en el pasado en la feria del libro de Frankfurt, entre otros festivales. La idea era promover un diálogo entre escritores de diferentes mundos y experiencias, alejados de las cámaras y con la condición que de que las opiniones serían anónimas. La única menoría de aquel encuentro sería este texto. Tal como sucedió.

La edición, la religión, los libros, la censura y el periodismo fueron, entre otros, los temas que marcaron la primera jornada, dedicada a la globalización. “En Vietnam, por ejemplo, la literatura fue utilizada por más de 300 años como un instrumento político”, contó uno de los asistentes, que recordó que sólo hasta comienzos del siglo XXI surgió un escritor en el panorama literario de ese país que no habló de política ni fue propagandístico. El resultado, por supuesto, fue un escándalo. La globalización terminaría crear una nueva literatura en Vietnam”, se dijo.

Y es que en países como Vietnam o Irán, por poner un ejemplo, o bien los escritores se autocensuran, o los libros pasan por la censura para salir a luz. Y muchas obras de escritores locales radicados en el exterior no reciben permiso para ser editadas en casa. Esto, sin embargo, no significa que nunca vayan a ser leídas. Por el contrario, hay múltiples alternativas: los libros piratas que se venden en las calles –muchas veces sin que las mismas autoridades que los prohíben presten atención– o se distribuyen a través de internet. Por mucho que este tipo de países controlen la web, es imposible evitar que se acceda a los textos que han sido subidos desde cualquier punto del planeta.

Pero la censura no se limita a aquellos países que abiertamente se identifican con los regímenes. En un mundo que llamamos globalizado, la censura existe hasta en países como Alemania. La diferencia es que pocos se refieren a ella como censura. En el caso de la literatura infantil, cuando una editorial no acepta la publicación de un texto, lo rechaza bajo el argumento de la “responsabilidad infantil”. O de que el autor ha traspasado los límites.

Pero las alternativas para saltarse este tipo de censuras son múltiples. La auto-publicación y la financiación a través de proyectos de la web –fenómeno muy común para proyectos fotográficos, por ejemplo– hacen que publicar haya dejado de ser imposible. Otro asunto es cómo lograr que este tipo de publicaciones llegue al público que tiene que llegar, y que se promocione. ¿Cómo llegar al otro, si ellos conocen el mercado y saben cómo venderlo? Todo este nuevo fenómeno ha causado que las pequeñas editoriales puedan publicar más, y que las grandes tengan miedo y busquen alternativas para contrarrestar este fenómeno. “Nadie sabe para dónde vamos”, concluía uno de los invitados presentes.

De la literatura al periodismo

Si el futuro de la edición es indescifrable, el periodismo no va por caminos diferentes. Muchos periódicos publican lo mismo y la alternativa que tienen los lectores para acceder a una información más completa es a través de nuevos portales. Sólo después de muchas lecturas logrará componer la verdad. ¿Pero cuántas personas tienen la capacidad y el tiempo para hacerlo? Colombia, por ejemplo, es un país muy mal informado acerca de su situación.

Y es que a pesar de vivir en un mundo globalizado, la realidad es que nos seguimos conociendo muy poco. El internet nos da más acceso al mundo pero también nos encierra más en nuestro pequeño universo. Solo conversamos con aquellos que piensan como nosotros. Accedemos a la información a través de los medios que se ajustan a nuestras creencias: Fox, CNN…

Un ejemplo de esta falta de información es Latinoamérica. Muchas personas en este hemisferio critican la falta de interés mundial hacia esta parte del universo. Son muy pocos los que realmente saben, o se interesan por entender la realidad latinoamericana. Las razones para explicar este fenómeno son múltiples. Parte del problema son las ideas equivocadas que se tienen sobre América Latina. También la herencia de los tiempos de la Colonia, donde cada país poderoso se interesa pr su radio de acción. “Latinoamérica todavía sigue siendo visto en Europa como un dominio , o como negocio, que pertenece a España”. Así sucede con la distribución del interés hacia muchas partes del mundo, un fenómeno que alguno denominó como “Psicología de la proximidad”.

“Vivimos en un mundo donde todo se mezcla, las razas, las culturas, las lenguas y el conocimiento. La única barrera actual es la religión, especialmente el Islam”, concluían.

Hablando de Dios

Las ideas del viernes dejaban claro que en un mundo globalizado, la religión nos une o nos divide. Quedaba así abierto el debate para el sábado en el que la religión sería el tema central. Tal como se dio. Alrededor de la mesa, y haciendo eco de un mundo multicultural en el que vivimos, se sentaron judíos, musulmanes, católicos, cristianos, africanos, asiáticos, europeos y latinoamericanos. Y entre los puntos que hubo en común es la resistencia que hay en la literatura a buscar la respuesta a la religión. La literatura, se dijo, todavía sigue perteneciendo la mundo secular. Y esto se debe, tal vez, a que se tiene miedo vergüenza o recelo a hablar de esa búsqueda.

Pero, entonces, ¿existe la secularidad? No. Los seres humanos nunca hemos sido seculares. Y si esto es así, ¿qué es religión? ¿ Cuál es la diferencia con la fe? ¿Puede existir la una sin la otra?

Entre las ideas planteadas, alguno de los asistentes argumentó que la religión es todo lo material que construimos para llegar a nuestro destino. Incluso vivimos el capitalismo como una religión. Pero la fe hace parte de ese mundo que no podemos ver. En nuestro ejercicio de fe, la imaginación juega un papel fundamental. “Hay una gran relación entre extremismo y falta de imaginación”, se dijo. Muchos creen, al fin y al cabo, que no es necesario estar cerca de la religión para tener fe. Los amerindios, por ejemplo, tenían la estructura de la religión pero sin las creencias. Iban a la religión por preguntas. ¿Pero, es la religión causa de violencia? No. La violencia, se dijo, es un fenómeno humano que no tiene nada que ver con la religión.

Se hizo también una distinción entre fe y religión, y entre esta última y la política, que podría ser en realidad la causante de violencia en nombre de Dios.

Al final de los dos días de encuentros, no quedaron documentos, anotaciones o registros. No hubo conclusiones perentorias, acuerdos firmados, nada formal. Hubo más preguntas que respuestas, como se pretendía. “Fue una oportunidad única para escritores de diferentes nacionalidades, lenguas –contamos con interpretes-, géneros y creencias políticas y religiosas para encontrase sin un coctel en sus manos por 2 horas y media, sin pontificar en público sini a través de una conversación privada y profunda”, concluyó Jonathan Levi. Y es que el hecho de que los escritores reflexionen juntos tenga consecuencias importantes a largo plazo para la filosofía, la ética y los movimientos sociales. Tal vez solo sirva para hacer mejores libros y nada más eso sea suficiente.

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