POLÉMICA

¿Existe la adicción al sexo?

Tiger Woods ha puesto de moda el tema. Sin embargo, muchos no entienden qué significa ni en qué consiste el tratamiento.

27 de febrero de 2010
En El tratamiento para esta adicción, los pacientes no pueden masturbarse ni ver pornografía

Cuando Tiger Woods apareció la semana pasada en una audiencia pública para anunciar que se había sometido a un tratamiento con el fin de aliviar sus problemas de infidelidad, algunos pensaron que su mea culpa era una estrategia para recuperar a sus patrocinadores. A otros simplemente les produjo risa el cuento de su adicción al sexo, y más que estuviera recibiendo el apoyo de especialistas para curarse de dicho mal. Lo vieron como una excusa traída de los cabellos para justificar la promiscuidad del golfista.

En la mayor parte del mundo, el concepto de infidelidad como una enfermedad puede sonar ridículo. Y en América Latina, donde el machismo es un rasgo cultural, aún más. Sin embargo, en Estados Unidos la afición compulsiva por los placeres carnales es tratada como las otras adicciones más populares -el alcoholismo, por ejemplo- a pesar de que la American Psychiatric Association no la reconoce como un trastorno mental.

Por eso, al oír el discurso, los psiquiatras confirmaron que el mejor golfista de la historia estaba inmerso en un tratamiento en la Clínica Gentle Path (Mississippi) que, siguiendo los utilizados para alcohólicos y drogadictos, consta de 12 pasos. Por ejemplo, cuando Woods presentó disculpas a su esposa, familia, socios, patrocinadores y admiradores, estaba cumpliendo con los pasos número ocho y nueve del programa, que consisten en hacer una lista de las personas a quienes el enfermo pudo haber perjudicado, para empezar a reparar el daño que les haya causado.

También sorprendió que en su discurso, el más visto después de la histórica confesión de su 'colega' Bill Clinton, el golfista incluyera su compromiso de volver a practicar el budismo, que para los conocedores del tratamiento es el 'mandamiento' número tres: "Poner nuestra voluntad y nuestra vida al cuidado de Dios, como nosotros lo concebimos".

A pesar de todo lo ocurrido, Scott Lilienfeld, profesor de Psicología de la Universidad de Emory, dijo a la revista Psychology Today que la adicción al sexo es "un diagnóstico de la psicología popular que tiene escaso apoyo científico". Para él, un dictamen como este sólo revela que una persona tiene problemas para controlar sus impulsos sexuales. Lo mismo piensa Jorge Franco, psiquiatra del Instituto Colombiano de Investigación en Salud Mental, quien dijo a SEMANA que esta nueva dependencia es un invento teórico para explicar la mala conducta de algunas personas.

Uno de los argumentos de quienes se niegan a darle un estatus médico a este comportamiento radica en que una de las características de las adicciones es que de por medio hay una sustancia que crea la dependencia, como ocurre con los alcohólicos y drogadictos. Cuando ésta falta, se generan problemas tanto físicos como mentales. En las relaciones sexuales esta sustancia no existe. Sin embargo, algunos han dicho que cuando se practica esta actividad, el individuo libera hormonas como dopamina, serotonina y oxitocina, y que la persona se vuelve adicta a éstas. Pero esta teoría ha sido refutada por científicos que afirman que es imposible que alguien se vuelva adicto a sustancias que su cuerpo produce naturalmente. "Si Tiger fuera un adicto, simplemente no habría podido hacer todo lo que hizo en el golf, por estar teniendo relaciones", dice Franco.

Realmente muy pocos psiquiatras han encontrado evidencia de que se trate de una dependencia crónica. Incluso, el mismo Tiger Woods nunca habló de adicción durante su discurso. Richard Krueger, psiquiatra experto en adicciones del Medical Harvard School, aclara que es un comportamiento obsesivo-compulsivo que el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM) llama hipersexualidad. Las personas con este trastorno -explicó Krueger a SEMANA- pasan mucho tiempo teniendo relaciones, y lo hacen como respuesta a un estado de ansiedad, tristeza o cualquier otro sentimiento.

Algunos expertos reconocen que "hay casos en los que la gente arruina sus vidas a causa del sexo", como dijo a The New York Times Michael First, profesor de Psiquiatría de la Universidad de Columbia.

Lo que muchos se preguntan es cómo establecer el límite entre un apetito sexual sano y un comportamiento compulsivo. Patrick Carnes, director ejecutivo de la Clínica Gentle Path, donde Woods recibe tratamiento, ha establecido una serie de síntomas para saber si la persona tiene una conducta excesiva. En declaraciones para el diario inglés Times, Carnes dijo que por lo general experimentan cambios de humor por culpa de su deseo sexual y dedican mucho tiempo a planear sus encuentros íntimos. Los más afectados abandonan sus actividades laborales y sociales, y aunque sienten que su comportamiento está fuera de control y tiene efectos negativos, son incapaces de detenerse.

Para mejorar este tipo de trastorno la clínica incluye programas con terapias de grupo y entrevistas para determinar si los pacientes tienen algún trauma de infancia. Además deben permanecer aislados de sus familias y tienen prohibido masturbarse, ver pornografía y entrar en contacto con alguna fuente de deseo. También los hacen llevar una especie de diario en el que deben describir sus primeras experiencias sexuales, además de plasmar en dibujos sus historias personales.

Tiger Woods no es el único famoso que ha tenido problemas por su afición al sexo. La lista incluye políticos como el ex mandatario Bill Clinton y el ex precandidato presidencial John Edwards, y los actores David Duchovny, Michael Douglas y Charlie Sheen, quienes han recibido tratamientos para rehabilitarse.

Para Krueger, más allá de la discusión sobre si es una adicción o no, lo importante es que "la persona reconozca que tiene un problema, decida cambiar y evite situaciones que aumenten el riesgo de una recaída".