Foto: Cortesía FITB

POLONIA EN EL FITB

Songs of Lear: la armonía de la tragedia

La compañía de Polonia, Song of the Goat Theatre presenta en escena una versión contemporánea de la tragedia del Rey Lear de William Shakespeare, en esta la música y el canto, son los encargados de narrar la historia.

Paola Moreno
25 de marzo de 2016

La compañía Song of the Goat Theatre ha sido ganadora de varios premios a nivel mundial, además de ser reconocidos por ser uno de los grupos más innovadores en el uso de las técnicas teatrales. De eso no queda duda al verlos en vivo. Con una versión contemporánea de la tragedia de William Shakespeare, esta compañía hace de la música y el canto un medio para crear imágenes y expresar emociones, aquí el diálogo a través de las palabras deja de ser la única forma de comunicación.

El primero en salir a escena es su director Grzegorz Bral. Saluda al público y luego comienza a explicar el surgimiento de la obra, Songs of Lear. Bral visitó una exposición de Kandinsky en Londres. Mientras se paseaba en medio de los cuadros expresionistas de este artista, encontró en ellos una armonía que lo hizo pensar en la vibración y los sonidos de los colores. Al final vio una pieza en blanco y negro. Dice que se hacía clara cuando se examinaba el paisaje que formaban las demás piezas. Así que advierte que la obra que está próxima a ser presentada debe entenderse como  un paisaje, pero que no llega a través de la mirada sino de los oídos, el paisaje del Rey Lear.

El director invita a su compañía al escenario. Son once actores, músicos y cantantes, todos vestidos de negro, sentados en sillas, que juntas forman una medialuna. Están divididos en dos grupos, a un lado las mujeres y al otro los hombres. Bral se detiene frente a los actores, pero antes, le dice al público que como en cada lugar cada acústica es diferente, primero deben afinar.

Los espectadores en el auditorio León de Greiff esperan. El teclado armónico indio es el encargado de romper el silencio, después la compañía con sus voces, cada una dentro de su propia singularidad sigue las coordenadas que traza el director con sus manos. Las voces son como una bruma espesa y homogénea que abarca todo el espacio.  

El director vuelve a hablarle al público y presenta a primera pincelada de su paisaje, In Paradisum.  Luego da un paso al costado izquierdo del escenario, donde la luz  no alcanza a llegar, se sienta y a partir de ese momento se quedará mirando a su grupo, durante los interludios se pondrá de pie, pasará al frente y le explicará a los espectadores la siguiente interpretación, convirtiéndose en el narrador de la historia.

La disputa entre el Rey Lear y Cordelia es así representada a través de los movimientos corporales, la música y el canto, a través de éstos elementos los actores hacen catarsis. Durante cada interpretación aparecen los demás colores que componen este paisaje musical. A medida que avanza la historia, los sonidos y las voces se han más complejos y los instrumentos apoyan la fuerza dramática.  A pesar de que los actores pueden cambiar su papel cuando la tonalidad de la voz así lo necesita, el espectador logra seguir las huellas de cada uno de ellos.

La sincronía está en todo momento. Desde la primera parte de “In Paradisum”, pasando por la interpretación de “War”, en la que los actores se quitan los zapatos y sostienen unos tambores en sus manos, uno de ellos los va golpeando aleatoriamente, y cada golpe es un latido intimidante que representa la rabia que se apodera de ellos. Hasta la última canción, una melodía tradicional tibetana, “Death”. Aunque se pensase que los actores ya lo han dado todo, el director vuelve a hacerse frente a ellos y los va acercando al público. A medida que avanzan, sus voces siguen moviéndose por el auditorio, sincronizadas y armoniosas hasta que Bral marca el final.

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