ESPAÑA

Franquismo: Los fantasmas del pasado en la derecha española

Hace 80 años terminó la guerra civil española, que acabó con la república y dio paso a 36 años de dictadura del generalísimo Francisco Franco. A falta de un proceso de reconciliación, sus efectos siguen gravitando sobre la política del país peninsular.

6 de abril de 2019
El generalísimo Francisco Franco anuncia el fin de la guerra en 1939. | Foto: getty images

El 1 de abril de 1939 terminó la guerra civil española y dejó heridas que el país todavía intenta cerrar ocho décadas después. El conflicto culminó con la victoria del ejército liderado por el general Francisco Franco, quien con el apoyo de las falanges nacionalistas se sublevó y derrotó a los defensores de la Segunda República, entre los que se contaban anarquistas, comunistas, demócratas y libertarios. Al final habían muerto más de medio millón de personas y 114.000 habían desaparecido. Esta cifra muestra que España, aún hoy, sigue sin resolver las preguntas y traumas que produjo una de las guerras más cruentas del siglo XX.

Tanto es así que el gobierno del socialista Pedro Sánchez emprendió un plan nacional de memoria histórica en el que insta a los españoles a recordar su pasado y “recriminar la barbarie del golpe de Estado”. Parte de ese plan consiste en sacar los cuerpos sin identificación de las fosas comunes. Hace dos semanas exhumaron 46 de ellos y les hicieron ceremonias funerarias, antes de enterrarlos de nuevo en un cementerio al norte de Pamplona. A algunos los identificaron gracias a las pruebas de ADN.

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Muchos afirman que Sánchez abrió un capítulo ya cerrado en la historia española, pues en la transición a la democracia en 1975, los partidos decidieron hacer un “pacto de olvido” para disminuir las querellas entre los bandos. Pero para otros resulta fundamental que el país confronte su pasado para que entienda su presente. Además, el presidente del Gobierno no se limitó a buscar sus cuerpos, sino que desde su campaña se opuso a que el caudillo siguiera reposando en el mausoleo del Valle de los Caídos, un monumento descomunal (tiene una cruz de 150 metros de altura) que Franco ordenó levantar y que, por lo demás, costó la vida de cientos de trabajadores.

Para el presidente, el cuerpo de Franco debe estar en un cementerio privado o en una tumba familiar, pero no en un lugar diseñado para conmemorar a las víctimas de la guerra; aunque allí reposen otros líderes del golpe, como el dirigente falangista José Antonio Primo de Rivera.

El caudillo Francisco Franco ordenó construir el Valle de los Caídos en 1940. Allá los muertos del bando militar sublevado recibieron el tratamiento de “mártires”.

Por supuesto, las críticas no se hicieron esperar. Los descendientes de Franco, que ahora dirigen la fundación de ese nombre, con el apoyo de los clérigos benedictinos que administran el monumento, entablaron un juicio contra el Estado que terminará a mitad de año. En su demanda condenan el deseo de profanar el cuerpo de “un expresidente al que la historia le dará un lugar privilegiado”.

No obstante, académicos como el historiador y diplomático español Ángel Viñas afirmaron en varios medios de comunicación que están de acuerdo con el líder de Gobierno, ya que “sacar a Franco del Valle de los Caídos supone romper con un pasado que todavía no ha sanado por el olvido deliberado y cínico del Estado. Los dolores que levanta la discusión sobre el dictador reflejan cómo nuestra sociedad y nuestra política no han pasado la página, así sean 80 años desde la guerra”.

En cambio, para el profesor de Derecho Constitucional José Manuel Vera, de la Universidad Rey Juan Carlos, el duelo nacional sí debe tener un límite. El renacer de Franco es “un intento maniqueo del presidente de turno para, ante la crisis, jugar con la opinión pública. El franquismo influye lógicamente en los idearios de los partidos actuales, pero –para algunos– se ha vuelto muy útil resucitarlo con el fin de excitar enfrentamientos civiles irracionales. Franco se murió hace 44 años, así algunos lo reclamen con nostalgia”, le dijo a SEMANA.

Para el docente Vera, el fantasma del franquismo no se proyecta solo en los partidos de extrema derecha como Vox, o de derecha como el Partido Popular (PP), pues también afecta a los demás: desde la izquierda de Podemos hasta el socialismo del PSOE. Según Vera, todos se benefician de ese legado para construir intríngulis políticos y lanzar similitudes que “no existen”. Añade que “comparar a Vox con el franquismo es simplemente un chiste. Por más que la prensa y la izquierda insistan en eso”.

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De hecho, a Sánchez lo señalan de propiciar cortinas de humo mediante el debate sobre Franco para desviar la atención de la crisis que su propio Gobierno enfrenta.Y es que el presidente está en la cuerda floja desde que el Senado rechazó su presupuesto anual y tuvo que adelantar elecciones generales para finales de este mes con tal de obtener mayorías y buscar otra vez apoyo para su presupuesto.

Debido a eso, los roces con los líderes de Vox aumentaron y la extrema derecha aprovechó el momento para reclamar su cabeza y, desde entonces, hablar de una posible destitución. Por lo que, sin dinero ni apoyo, la gobernabilidad está en entredicho.

Pero Sánchez, acompañado por una oposición recalcitrante que teme que Vox crezca y tome las banderas del nacionalismo, el conservadurismo y la derecha inconforme con el clásico PP, inició a su vez una campaña de desprestigio contra el presidente de Vox, Santiago Abascal. Dice que él tiene vínculos personales con el franquismo y que aprovecha “las frustraciones económicas y morales que la guerra civil dejó en la clase media española” para efectuar sus jugadas políticas.

Varios de esos ataques hicieron mella en los votantes, que, a pesar de que le dieron el triunfo a Vox en las regionales andaluzas, no le dan más del 2 por ciento en intención de voto para las elecciones generales del 28 de abril. Mientras tanto, el PSOE puntea en ellas con más del 25 por ciento de favorabilidad.

Ni la popularidad mediática que tuvo Vox ni la acogida de sus propuestas económicas de extrema derecha le han permitido sacar la cabeza frente a las pruebas que lo vinculan con el franquismo. Porque las cifras demuestran que España se niega a volver a su pasado dictatorial o a aceptar algunas ideas de odio que motiva el partido como la misoginia, la homofobia, la islamofobia y el control migratorio.

Si bien algunos académicos consideran una “irresponsabilidad histórica” vincular a Vox con el franquismo, algunos hechos contradicen esa postura. En noviembre, el diario La Vanguardia y la cadena radial SER revelaron audios en los que se escucha al entonces presidente de Vox en León, Carlos Portomeñe, hablar con su colega José Carlos Rúa acerca de la financiación que, “de cara a las elecciones”, recibirían de la Fundación Francisco Franco. El partido de Abascal no tiene problema con recibir dinero de una fundación que sistemáticamente ha negado a los muertos de la guerra civil y las violaciones de derechos humanos que cometió el régimen franquista durante sus 36 años de poder.

El presidente socialista Pedro Sánchez, junto con Pablo Iglesias, líder del partido de izquierda Podemos, impulsan una cruzada contra el legado de Franco. 

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Asimismo, Abascal es amigo del bisnieto de Franco, Luis Alfonso de Borbón, con quien ha mantenido relaciones comerciales. Un hecho que varios han utilizado para afirmar que la familia Franco, desde sus inicios, es cercana al partido.

El asunto no carece de contradicciones. Según su página web, Vox aboga por los valores familiares en un ambiente de libertades y de un capitalismo salvaje que reduce al mínimo la presencia del Estado. Pero recibe dinero de los descendientes de un caudillo que suprimió la oposición e impuso su ideología religiosa a partir de una poderosa maquinaria represiva estatal. Por ello incorporaron a dos exmilitares en sus listas: Agustín Rosety y Alberto Lasarte. Ambos firmaron el manifiesto que le pedía al Estado recordar a Francisco Franco “como ilustre señor, salvador de la patria y merecedor de respeto y desagravio”.

Para algunos, los medios de comunicación se han extralimitado en busca de similitudes entre los antiguos partidos de derecha de la guerra civil y los actuales, lo cual implica desconocer las diferencias intrínsecas que los separa en tiempo y en contexto. Pero los hechos evidencian que algunos aspectos todavía los unen irrefutablemente. Y el hecho de que Vox esconda por todos los medios esos vínculos financieros e ideológicos con los descendientes de uno de los peores dictadores de Europa hace preguntarse si tienen algo que esconder, ¿los avergüenza?

En medio de todo, el solo hecho de que la guerra civil aún despierte pasiones, 80 años después, indica que España todavía tiene mucho por hacer para que desaparezcan esos fantasmas del pasado que siguen atormentándola.