JUDICIAL
La fuga de la mujer araña
El escape de Aída Merlano fue un oso a nivel nacional e internacional. SEMANA revela detalles desconocidos de ese operativo cinematográfico.
Antes de protagonizar una de las fugas más espectaculares de Colombia, Aída Merlano era la ficha clave para armar el rompecabezas de la corrupción electoral en la Costa Atlántica. Casi a la misma hora en que saltó al vacío, colgada de una cuerda, la excongresista había pactado una cita en la cárcel con investigadores de la Fiscalía para explorar beneficios tras ser condenada a 15 años de prisión por compra de votos. La fuga hace pensar que esa cita no era otra cosa que una estrategia de distracción para escaparse.
- "Detrás de la fuga de Aida Merlano existe una empresa criminal electoral"
La fuga no surgió de un día para otro. Desde que pisó la cárcel El Buen Pastor, en abril de 2018, a Aída la notaron desesperada por evitar afrontar lo que inevitablemente se le venía. Agobiada por repetidas crisis emocionales que vienen de tiempo atrás, la otrora humilde política del sur de Barranquilla intentó suicidarse en su celda.
Merlano huyó de uno de los centros médicos más tradicionales del norte de Bogotá, en la localidad de Usaquén. Estaba obsesionada con un diseño de sonrisa.
Apenas se vio tras las rejas, también empezó a contactar a sus antiguos aliados en esa red de corrupción electoral que todo el país conoció cuando las autoridades allanaron la famosa ‘Casa Blanca’ en la capital del Atlántico. El mismo día de las pasadas elecciones legislativas, descubrieron en esa vivienda del barrio El Golf una sofisticada estructura criminal: hallaron dinero en efectivo, 18 computadores, material electoral, listados con nombres y cédulas, armas y municiones.
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Mensajes por WhatsApp
Antes de la fuga, Aída venía contactando a algunos de sus cómplices de fechorías, según testigos con los que habló SEMANA. Ella les enviaba mensajes de audio por WhatsApp con advertencias contundentes de que no se quedaría callada. “¡Dígale a su jefe que me tiene que ayudar!”, le pedía en tono beligerante a un diputado ligado a la clase política de Barranquilla. Hoy, las autoridades tratan de armar el rompecabezas de este escape de película, registrado con asombro por la prensa internacional, cuyos detalles apenas empiezan a conocerse.
En primer lugar, a nadie se le ocurre pensar que Merlano haya concebido y ejecutado su huida en solitario. El consultorio que visitó el martes, en el norte de Bogotá, no era desconocido para ella, pues había estado allí en al menos otras dos oportunidades en busca de un diseño de sonrisa que se le volvió una obsesión. Inicialmente la atendió una mujer, en dos ocasiones, pero su trabajo no la dejó satisfecha, según testigos. Por esa razón, hace unos 15 días, por recomendación de Mauricio Arango, el dueño del consultorio, Aída conoció al odontólogo y rehabilitador oral boyacense Javier Celis Barajas.
Se trata de un coronel retirado del Ejército con sospechas de corrupción en su paso por la Sexta División en Ibagué. El exoficial se entregó a las autoridades el viernes y lo señalan de ser uno de los principales cómplices de la fuga. En un primer contacto hace dos semanas, Celis Barajas dialogó con Aída, revisó su historial odontológico y acordó el tratamiento para su sonrisa. De esa forma pactaron la cita definitiva del martes, a la que la exsenadora del Partido Conservador, de 43 años, llegó pasadas las 10:00 de la mañana.
Hamburguesas para todos
Ese día, desde su ingreso en compañía de sus guardianes del Inpec, saludó efusiva a todas las personas que vio. “Se empezó a ganar a todos los allí presentes. Ese día, por ejemplo, pidió hamburguesas para todos en el consultorio”, cuentan personas que conocieron el caso en detalle.
Esa mañana, a la cita llegaron sus dos hijos, uno de ellos menor de edad. Por culpa de la fuga, Aída no solo afronta ahora la persecución de la justicia, que ofrece una recompensa de 50 millones de pesos por su paradero, sino que además vive una tragedia familiar. Su hija mayor Karolyne Manzaneda fue capturada el viernes en Barranquilla y deberá responder por el delito de favorecimiento de fuga de presos con utilización de menor de edad.
Apenas terminó la cita odontológica, que duró casi cuatro horas, en el video se ve el momento exacto en que Aída alista su huida. Abraza efusivamente a Celis Barajas y, segundos después, saca una cuerda que amarra a una mesa del consultorio y se lanza al vacío. Todo de una manera rápida y premeditada.
Al caer, varias personas se muestran sorprendidas de lo que observan. Nadie da crédito de lo que está ocurriendo. Un hombre a bordo de una moto, que al final no resultó trabajar para Rappi, la está esperando, y ambos emprenden la huida con rumbo desconocido.
“Ese día, ella hábilmente engañó a todos en el consultorio; mi hermano es inocente, él trabajaba allí por prestación de servicios. Apenas terminó de atender a Aída, él salió del lugar y es en ese momento cuando ella aprovecha y hace todo”, dice Óscar Celis, también rehabilitador oral y hermano de Javier. Sin embargo, las autoridades dudan de esta versión y consideran que el odontólogo es una pieza clave en esta increíble historia.
¿A quién le conviene su silencio?
Por ahora, por la fuga de Aída ya rodaron cabezas: el director del Inpec, el general William Ernesto Ruiz Garzón, luego de 33 años de servicio en la Policía, y la directora y la subdirectora de El Buen Pastor, Diana Múñoz y Katerin Lozano, respectivamente, por orden de la Ministra de Justicia.
En medio de la indignación nacional y la orden del presidente Duque para recapturar a Merlano a como diera lugar, la otra cara de la moneda está en la Costa. En Barranquilla todo el mundo se hace dos preguntas sobre su situación. ¿Acaso se voló porque, en medio de una crisis emocional documentada por médicos, no iba a soportar 15 años de cárcel que, con beneficios, serían seis tras las rejas? ¿O acaso en su fuga hay algo más y otros poderes involucrados a los que no les interesaría que ella colaborara con la justicia y destapara la corrupción electoral de departamentos como Atlántico, Magdalena y Bolívar?
De hecho, en la sentencia la Corte Suprema de Justicia compulsó copias para investigar a 17 aliados y exaliados vinculados a las casas Gerlein y Char, que mandan la parada en la Costa. Según fuentes consultadas por SEMANA, Julio Gerlein manejaba el músculo financiero de esta telaraña de corrupción, y funcionaba de manera tan organizada que tenía una estructura administrativa para alcanzar, mediante la compra de votos, una representación política en todos los frentes.
Así lo reconoció Merlano en sus entrevistas con la Corte: para su actividad proselitista, Gerlein direccionaba y solventaba sus actividades políticas, y él la había designado para reemplazar en el Senado a su hermano Roberto, un parlamentario respetado que decidió retirarse en las elecciones pasadas tras casi medio siglo en el Congreso.
Con las pruebas recolectadas en el allanamiento a la Casa Blanca, algunos de estos casos comenzaron a moverse en la justicia. La Fiscalía imputó cargos a puerta cerrada al empresario Gerlein por la supuesta financiación de la campaña de Merlano por 1.831 millones de pesos. Esta cifra duplicaba los topes permitidos por la ley.
La Fiscalía tiene los nombres de quince personas que abrieron cuentas en Davivienda para que la poderosa firma de construcción Valorcon (de la familia Gerlein) girara millonarias sumas de dinero. En todas estas cuentas aparece como persona autorizada Aída Merlano Rebolledo.
En la compulsa de copias derivada de la sentencia de la Corte Suprema también aparecen dos exesposos de la congresista: José Manzaneda y Carlos Rojano Llinás. Y así mismo, el senador Laureano Acuña Díaz, conocido como el ‘Gato volador’, a quien periodistas regionales han señalado, presuntamente, como uno de los mayores compradores de votos en la Costa.
En la lista también figura quien fue su fórmula a la Cámara por el partido Cambio Radical, Lilibeth Llinás, con quien Aída se alió para obtener votos en Bolívar y Magdalena. El hermano de la representante y también diputado por Cambio Radical, Adalberto Llinás Rojano, está en el listado de señalados por la Corte.
Otros en la mira son la diputada Margarita Ballén y los concejales Aissar Castro, Vicente Támara, Juan Carlos Zamora y Jorge Rangel. También su jefe de campaña Edwin Martínez Salas y otros particulares como Yahaira Calle, Adriana Blanco, Eveling Carolina Díaz Díaz y Ana Niebles.
Aída Merlano, criada en el populoso barrio Buenos Aires, de Barranquilla, no es el pez gordo de la corrupción electoral en la Costa. Para muchos es apenas un eslabón por donde comenzó a romperse la cuerda desde el allanamiento de la ‘Casa Blanca’. Si la recapturan, habrá que ver si decide colaborar con la justicia. Esa es una posibilidad que se aleja, pues ya no habría lugar a reducción de penas por haberse fugado.
El escándalo de la fuga de Aída Merlano ha puesto sobre el tapete un tema que todo el mundo sabía pero sobre el cual nadie reaccionaba: la compra de votos en el país. Este flagelo se presenta en la Costa a niveles escandalosos, pero son pocos los departamentos de Colombia que se libran de ese fenómeno. Aída Merlano, aunque hoy se ha convertido en el símbolo, no es más que un mando medio en esa cadena de corrupción.
La prueba reina
Dos días antes de las elecciones del 11 de marzo de 2018, Merlano se reunió en la Casa Blanca (foto) con Julio Gerlein Echavarría, Edwin Martínez Salas y Adriana Blanco. Así quedó registrado en las cámaras de seguridad de la sede política, que tiene horas enteras de escenas y conversaciones en poder de las autoridades. Al término de dicho encuentro, testigos aseguran que Merlano salió disgustada afirmando que Gerlein solo había conseguido 600 millones de pesos de los 2.000 a los que se había comprometido. Las imágenes grabadas en la sede política confirman esa versión. “Es que ese hijueputa (sic) (...) a lo bien ya el debate me lo bajó a 1.300 según él; o sea, no pagamos casas de apoyo, no pagamos votos, no pagamos; (...) tú crees que yo voy a dejar de pagarle a los líderes (...)”, dice Merlano. Más adelante, el video señala: “(...) pa’cerrar el debate necesito 2.300 (...), nosotros nos terminamos gastando la mitad, es correcto. Pero por mucho que quiera ahorrar, ahorrar, esa vaina no baja de 1.500 millones. No baja”.