ANIVERSARIO

40 años del asesinato de John Lennon: así fue la noche más trágica del rock

El 8 de diciembre de 1980, un tipo con problemas de autoestima y obsesionado con un libro asesinó a John Lennon. Su muerte generó una ola de consternación mucho más grande que la que se vio con la muerte de Maradona hace una semana.

6 de diciembre de 2020
Lennon, el más querido y famoso de los Beatles, llevaba una década como solista y se había mudado a Nueva York en 1971. La BBC prepara un documental sobre la entrevista que dio unas horas antes de su asesinato.

John Lennon no lo sabía, pero desde mucho antes de morir ya estaba condenado. Mark David Chapman, un joven de 25 años con problemas de autoestima y dos intentos de suicidio encima, había decidido matarlo a mediados de 1980. Y en octubre, mientras el músico trabajaba para su nuevo álbum con Yoko Ono, llegó a Nueva York dispuesto a hacerlo. Consiguió un arma y se hizo amigo del celador del edificio Dakota, en el que vivía el ex-Beatle, pero conmovido por la película Ordinary People se arrepintió y volvió a Hawái, donde vivía.

El lunes 8 de diciembre, unas semanas después, Lennon se despertó temprano. “Había un cielo azul brillante que se extendía sobre Central Park”, recordaría años después Yoko Ono. Ese día tenían una agenda apretada de compromisos con la prensa y la grabación de una nueva canción en el estudio, por lo que, luego de desayunar, el músico salió a cortarse el cabello. Al volver a su apartamento, recibió a la fotógrafa Annie Leibovitz, quien tenía el encargo de retratarlo para la portada de la revista Rolling Stone.

Ella quería que saliera solo, pero Lennon insistía en que apareciera también su esposa. Así que Leibovitz optó por tomar unas fotos que resultaron icónicas: Lennon, desnudo, abraza a Ono, vestida, en la alfombra de su casa. Feliz con el resultado, el cantante recibió al locutor Dave Sholin de la emisora RKO, a quien le dio la que con el tiempo se convertiría en su última entrevista (una que justo se acaba de convertir en un documental).

Mientras hablaba de todo (la separación de los Beatles, Paul McCartney, su carrera como solista), varios fanáticos lo esperaban afuera del edificio, a unas calles de Central Park. Era lo normal: siempre se reunían para tomarle fotos o pedirle autógrafos. Entre ellos estaba Chapman. El joven intentó volver a Hawái para continuar con su vida, pero el mal trabajo (era celador en un hospital), la adicción al alcohol y la infelicidad no habían desaparecido. En medio de la depresión, leyó unas 15 veces El guardián entre el centeno, novela de J. D. Salinger, que se había convertido en su libro favorito, y comenzó a pensar que él era el protagonista, un adolescente rebelde y rechazado llamado Holden Caulfield. En esas páginas vio una especie de designio: tenía que volver a Nueva York para terminar lo que había empezado.

El ex-Beatle vivía con Yoko Ono, y esa misma mañana Annie Leibovitz les había tomado una icónica fotografía que terminó en la portada de Rolling Stone unos días después.

Fanático cristiano y víctima de bullying en el colegio, Chapman era lo que muchos llamarían un nerdo o un friki. Había sido fanático de los Beatles, pero la declaración de Lennon comparándose con Jesús y la forma en la que evolucionaron sus letras lo terminaron alejando de ellos. Creció frustrado con su vida, hastiado con su mediocridad y anhelando ser famoso. Y en algún momento, influenciado por la novela de Salinger, llegó a pensar que la única forma de lograrlo era matando a alguien que ya lo fuera.

Hizo una lista con personajes como la actriz Elizabeth Taylor y el presentador Johnny Carson, aunque el escogido fue Lennon, su ídolo de infancia, a quien consideraba un hipócrita desde que había leído la biografía One Day at a Time. Como le dijo años después a su biógrafo: “Lo quería matar, porque no podía soportar más ser un don nadie. Me estaba ahogando, me estaba sofocando en esa condición”.

Enceguecido por ese sentimiento, había rondado el edificio Dakota durante ese lunes con un arma cargada, una copia del disco que Lennon y Ono sacaron 20 días atrás y una edición recién comprada de El guardián entre el centeno. En su habitación del hotel Sheraton, además, había dejado objetos personales, papeles de identificación y una Biblia con la inscripción “El evangelio según John Lennon”.

A las cinco de la tarde, Lennon y Yoko Ono terminaron la entrevista y salieron para dirigirse al estudio de grabación. El ex-Beatle se tomó su tiempo para saludar a los fanáticos que lo esperaban, y Chapman, sin decir una palabra, le pasó el disco que tenía en su bolsillo con un bolígrafo. Luego de firmar con un “John Lennon 1980”, el músico le preguntó: “¿Es todo lo que quieres?”, y Chapman, obnubilado por su amabilidad, solo atinó a murmurar un sí y luego vio cómo se marchaba en una limusina. Pudo haberse ido, arrepentido, pero decidió esperar en el umbral de la puerta.

Mark David Chapman se declaró culpable y actualmente enfrenta cadena perpetua. Fanático religioso y depresivo, se obsesionó con El guardián entre el centeno, un libro de J. D. Salinger.

Y allí seguía a las diez de la noche cuando Lennon y Ono regresaron. El músico planeaba entrar al apartamento, darle un beso de buenas noches a su hijo Sean y luego ir a comer en algún restaurante. Ella salió primero del carro, y él la siguió unos pasos atrás. Alcanzó a ver al fanático que le había pedido un autógrafo unas horas antes y pasó de largo. Justo en ese momento, Chapman sacó su arma y disparó cinco veces. Un tiro pasó por encima de Lennon y dio en una ventana, dos le acertaron en la espalda y los otros dos, en el hombro izquierdo. Ensangrentado y herido de muerte, el músico solo atinó a dar unos pasos y decir “Me dispararon”, antes de caer en el suelo.

Cuando la policía llegó al lugar, el celador intentaba ayudar al ex-Beatle moribundo, y Chapman estaba sentado en la calle, con el arma en el piso, leyendo el libro. En su primera página había escrito una dedicatoria: “Esta es mi declaración, Holden Caulfield”.

La noticia se filtró a los medios porque un productor de la ABC estaba en el hospital por un accidente menor y vio llegar al músico, sin signos vitales, en una camilla escoltada por varios paramédicos. Luego de las confirmaciones de rigor, y sabiendo que tenía una primicia mundial en sus manos, el canal decidió anunciarla durante los últimos minutos de un partido de fútbol americano, sin esperar un boletín noticioso. Cuando el narrador deportivo dio la primicia, consternado, el mundo se paralizó. El líder de los Beatles, la banda más importante de la historia, había sido asesinado a sus 40 años.

Miles de personas, adoloridas, salieron a las calles, frente al edificio donde habían ocurrido los hechos y al hospital, y comenzaron a llevar ofrendas florales, a llorar y a cantar. Las escenas multitudinarias se repitieron en todo el mundo por varios días, y durante algunas semanas los noticieros no hablaron de otra cosa. Chapman se declaró culpable y fue condenado a cadena perpetua. Hasta hoy, ha solicitado la libertad condicional en 11 ocasiones, sin éxito. La última vez, hace unos meses, atinó a pedir perdón: “No tengo excusa. Esto fue por gloria personal. Creo que es el peor crimen que puede haber en contra de alguien que es inocente”.

La muerte de Lennon generó una ola de consternación en todo el mundo. Adoloridos, sus fanáticos salieron a las calles y protagonizaron multitudinarias concentraciones.

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