PERFIL

Anders Tegnell, el hombre que no puso a Suecia en cuarentena

Este tipo desconocido y de bajo perfil se volvió famoso por su polémica estrategia de mantener al país nórdico sin aislamiento durante la pandemia. Ahora dice que la vacuna no será la solución perfecta.

26 de septiembre de 2020
Tegnell trabaja en un edificio viejo, ubicado al lado del hospital más moderno de Estocolmo, y vive de forma cómoda pero sencilla. A pesar de que lo tratan como a una estrella de rock, le huye a la fama.

Si la pandemia del coronavirus no hubiera sorprendido al mundo a comienzos de este año, el médico Anders Tegnell habría tenido un 2020 común y corriente. Se habría enfocado en un par de proyectos pendientes: ayudar a Somalia, en África, a montar su propia agencia de salud pública y organizar una encuesta nacional sobre el bienestar de los suecos. Pero las circunstancias lo obligaron a enfrentar uno de los mayores retos de su vida como epidemiólogo jefe en Suecia.

Desde entonces, este funcionario desconocido se convirtió en una de las estrellas de su país y en un personaje que genera odios y amores en el resto del mundo. Todo por su arriesgado y polémico enfoque para enfrentar la pandemia: mientras que el resto del planeta confinaba a sus ciudadanos y declaraba cuarentenas, él optó por mantener a Suecia funcionando con normalidad y solo estableció una serie de restricciones generales. Ni siquiera declaró obligatorios los tapabocas, una medida en contravía de la propia Organización Mundial de la Salud (OMS).

Muchos lo han criticado por poner a la economía por encima de la salud, y periódicos como The New York Times lo llaman paria por arriesgar las vidas de los más vulnerables. Otros lo han ensalzado como un héroe de la libertad, y en su país se volvió tan popular que algunos se tatuaron su imagen y la gente en la calle lo trata como a una estrella de rock.

Él, sin embargo, no se comporta con soberbia y en junio aceptó que, de haber sabido cómo iba a ser la enfermedad, hubiera tomado un enfoque mucho más restrictivo, aunque no tanto como el del resto del mundo. Esto, porque para esa época la tasa de mortalidad en Suecia era más alta que la de sus vecinos y algunos decían que habían perdido demasiadas vidas (casi 5.000).

En Suecia, a diferencia del resto del mundo, la población salió a la calle o fue a la playa con normalidad. Tampoco usa tapabocas. Eso causó la muerte de miles de personas, sobre todo vulnerables, pero actualmente no hay rebrotes. Algunos creen que ya obtuvieron la inmunidad de rebaño.

Actualmente, las cosas son diferentes. Los casos de coronavirus aumentan en el resto de Europa, y países como Reino Unido o España volvieron a decretar cuarentenas. Pero en Suecia todo parece controlado: está muy por debajo en casos nuevos comparada con el resto del continente y por primera vez en seis meses tiene menos infectados que Noruega y Dinamarca. Muchos ahora creen que el médico tenía el enfoque correcto: mantener algo expuesta a la población para obtener inmunidad de rebaño y aprender a vivir con la enfermedad. Otros, sin embargo, piensan que aún es muy pronto y habrá que esperar a finales de otoño o al invierno para saber quién tenía razón.

Tegnell, de 64 años, ya sabe vivir en un país con mala calidad de salud pública y experimentó en carne propia una epidemia mortal. Lo primero porque cuando tenía 12 años su familia se estableció en Etiopía y lo segundo porque estaba en Zaire (hoy República Democrática del Congo) cuando ese país sufrió un brote mortal de ébola en 1995. No obstante, tuvo la experiencia que más lo marcó en Laos, donde trabajó en programas de vacunación.

En una entrevista reciente con The Financial Times de Londres, explicó por qué: “Allí aprendí sobre la importancia de un pensamiento amplio al hablar de salud pública. Uno no solo trabaja con enfermedades transmisibles, sino que debe encargarse de la salud pública como un todo”.

Esa idea está en el centro de su estrategia contra el coronavirus. Para él es tan importante proteger a la población del virus como mantener su salud mental en buen estado, por lo que no ve tan fácil declarar un confinamiento general. En ese mismo sentido, cree que cerrar las escuelas perjudica a los niños, pues las considera el espacio más importante de formación de una persona: “Si tienes éxito allí, tu vida será buena. Si fracasas, tu vida será peor porque vas a vivir menos y a ser más pobre”, explica.

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Tegnell combina esa mirada holística con un pensamiento de largo plazo. De hecho, afirma que la estrategia de cerrar los países a medida que aparecen brotes es como “atacar una mosca con un martillo”. La considera insostenible, pues cree que la gente no aguantará más encierros, así sean intermitentes. En ese sentido, señala que una de sus cualidades consiste en no cambiar el rumbo que se ha propuesto ni tomar decisiones apresuradas por más negro que vea el panorama. Sus críticos, en cambio, hablan de terquedad contra toda evidencia.

Él, sin embargo, logró imponer su punto de vista. En parte, porque en Suecia, a diferencia de otros países del mundo, la Agencia de Salud Pública, que dirige, tiene autonomía constitucional para tomar decisiones. Y también porque con su determinación convenció a los miembros del Gobierno y a la mayoría de los suecos. “Es admirable la forma como ha defendido lo que cree, mientras que, literalmente, el resto del mundo hace otra cosa”, le dijo un ejecutivo sueco a The Financial Times.

Sus críticos también son vehementes. Otros expertos suecos, por ejemplo, califican su enfoque de equivocado e inhumano, y uno de los partidos políticos de ese país incluso llegó a exigirle la renuncia, pues considera que no evitó la muerte de miles de ancianos en las residencias. Un precio demasiado caro, dicen, para obtener una inmunidad de rebaño que ni siquiera está confirmada. De hecho, varios epidemiólogos todavía creen que la estrategia está en entredicho porque Suecia tiene la quinta tasa de mortalidad per cápita más alta de Europa.

Suecia experimenta una disminución constante de los casos nuevos de infección y del número de fallecidos. | Foto: foto: afp/getty images/Stina Stjernkvist

Él, sin embargo, se mantiene en su posición. Afirma que, a diferencia de lo que creen muchas personas, su país no está totalmente abierto ni funciona con normalidad. Hay restricciones a los viajeros, los restaurantes, hoteles y supermercados tienen que cumplir reglas para atender a las personas, y la gente debe seguir varios protocolos para mantener la distancia física.

La idea, según Tegnell, es que la población aprenda a vivir con el virus sin necesidad de afectar mucho su vida diaria. Sobre todo, porque es escéptico de lo que pueda hacer una vacuna. “No me gustan las soluciones fáciles para los problemas complejos. Creer que una vez que la vacuna esté aquí podremos regresar a vivir como siempre es un mensaje peligroso, porque no va a ser tan fácil”, dice. Aún en eso va contra la corriente.