Música
Arelys Henao recuerda en SEMANA sus duros inicios en la música: “Decían que no tendría éxito porque cantaba como hombre”
Arelys Henao le canta en 2024 a las amargas despedidas y celebra regresar a la televisión en una serie sobre su vida. Con SEMANA recordó sus inicios.
La reina de la música popular, Arelys Henao, está de regreso. Este año, Caracol Televisión estrenó la segunda temporada de la serie inspirada en su vida, Canto para no llorar, protagonizada por Verónica Orozco. Además, la artista paisa lanzó una nueva canción en ese tono de despecho que sus seguidores siempre le han celebrado.
En diálogo con SEMANA, la pupila de Darío Gómez, que supo abrirse paso en un género dominado por hombres, habla de sus inicios cuando le auguraban un mal futuro en la música por no ser esbelta ni tener glamur. También de los momentos más dolorosos de su vida, que se narrarán en la novela, y por qué, como dice su reciente tema, Amarga despedida, hay ausencias que resultan difíciles de olvidar.
SEMANA: ¿De dónde nace Amarga despedida, su nueva canción? ¿Tiene algo de autobiográfica?
Arelys Henao: Es una canción con la que todos nos podemos identificar. Yo he tenido muchas amargas despedidas de las cuales he aprendido, otras que he llorado y otras que he olvidado. Me la envió un gran compositor, que se llama Chuy Luviano, mexicano y el cantante original de Billete verde. Y desde que su mánager me la entregó, quedé enamorada, porque es una letra muy profunda, es una canción desgarradora, del alma. Es un desahogo del corazón. Decidí grabarla en México, en Monterrey, en la cuna de la música norteña, donde han grabado gigantes del género, como Los Tigres del Norte.
SEMANA: ¿Cómo es esa historia de que cuando la grabó terminó, literalmente, con dolor en el alma?
A.H.: Es verdad y fue producto del sentimiento que uno como cantante le pone a una canción. Hay canciones, como esta, que reflejan la vida de uno. Y uno es un ser humano, vulnerable, que a veces sin querer lleva su vida misma a lo que interpreta. Uno también llora, también sufre, también despide a los seres amados, también tiene problemas y se equivoca. Sentía que al cantarla recordaba tantas despedidas amargas y dolorosas que he tenido en la vida.
SEMANA: Uno imagina que de esas amargas despedidas forman parte su papá, varios de sus hermanos y, especialmente, su mentor: Darío Gómez.
A.H.: A uno la vida lo va volviendo valiente, fuerte. Yo tengo siete hermanos muertos y también perdí a mi papá. Pero hace poco a mi mamá le dio un infarto, ella tiene funcional solo un 15 por ciento del corazón. Le han dado siete infartos ya y este último, en julio pasado, le pasó mientras yo estaba en Ecuador. Yo le decía a Dios que no estaba preparada para otra despedida. “No permitas que mi madre se vaya porque no soy capaz”, le repetía. Es que hay dolores del corazón que quizás se quedan toda la vida. Para mí, la partida del maestro Darío Gómez es un dolor eterno, como su canción. Lo adoraba, valoraba su respaldo, sus consejos, su ejemplo como artista. Un ser que nos cobijó a todos los nuevos artistas a pesar de que era una leyenda. Nunca fue de generar polémicas, de criticar a otros, un artista que daba paz. Y hoy le hace falta al género una figura como él, que lo una.
SEMANA: A usted le tocó abrirse paso en un género dominado por hombres. ¿Qué tan difícil fue realmente?
A.H.: En esta carrera, cuando miro 28 años hacia atrás, siento que he aprendido muchas cosas. Una de ellas, que otro hombre no decide tu futuro. Yo empecé una carrera en un mundo muy machista, cuando me decían que no había nacido para la música; que para que una mujer triunfara y pegara en este género tenía que ser muy esbelta; que triunfaban las que tenían unas voces muy altas, como la de Rocío Dúrcal. Y “usted canta muy grueso, canta como un hombre, con usted no va a pasar nada”, me decían. Incluso, otro me dijo que no tendría éxito porque me faltaba glamur. Yo solo me quedaba callada viendo cómo me cerraban las puertas. Hasta que una vez un productor me dijo que yo tenía una voz muy rara, que sería una marca propia, y las marcas propias cuando pegan hacen historia.
SEMANA: ¿En qué momento pudo torcer ese destino?
A.H.: Siento que fue una producción que se llamó Única, en la que está Señor prohibido, que fue un éxito. Y gracias a eso me pasaba que, cuando me cerraban las puertas, alguna señora en la calle me reconocía y me decía que había llorado con mis canciones y me alentaba a seguir adelante. Yo les digo a las nuevas generaciones: siempre crean en ustedes.
SEMANA: En la serie la vemos en su rol de mamá. Y en algunas escenas su personaje se cuestiona no haber estado más presente en la vida de sus hijos. ¿Qué tan complejo ha sido ser mamá en medio de una carrera musical?
A.H.: Yo nunca pude terminar ni el bachillerato. Y por eso vi la música como una salvación para salir de la miseria, para poderles dar comida a mis hijos. El mayor de ellos sufrió mucho conmigo porque le tocaron los tiempos de escasez. Mi esposo trabajaba en una fábrica donde hacían termos a presión, se ganaba el mínimo, 250.000 pesos, y estudiaba de noche. Los tres vivíamos en una piecita y muchas veces no había ni para comprarle la leche. No teníamos ni nevera, ni televisor y a veces ni para pagar un pasaje en bus. Hasta me dio anemia aguda de no poder comer bien. Por eso, por mi hijo mayor siento un inmenso cariño, porque le tocó duro. Yo le decía todo el tiempo: “Tienes que ser valiente, no llores cuando viaje, cuando me toque presentación en las noches”. Y le explicaba por qué la guerreaba tanto para sonar en la radio y que algún día nos cambiara la vida. Y cuando mi otro hijo nació, el mayor le decía: “No llores, mi mamá tiene que viajar porque nos va a comprar una casita”. Crie a control remoto dos hijos maravillosos.
SEMANA: ¿Cómo fue escribir esa historia de amor con su esposo, Wilfredo, en medio de la música?
A.H.: A él le ha tocado muy duro. Cuando uno se casa, es estar en las buenas y en las malas. Y si mi esposo, como se muestra en la novela, vuelve a caer en la cárcel, volvería a apoyarlo. No solo una esposa en las buenas. Hemos triunfado y fracasado juntos. Wilfredo ha sido un hombre maravilloso, que ha sufrido por la guerra, que le mataron a su papá y sus hermanos. Y vivió la tragedia de perder a su hermano y nunca saber dónde quedó su cuerpo. Es una tristeza que ha llevado toda la vida. Realmente, la serie ha sido muy suave para la realidad tan dura que a él le ha tocado y a nosotros como familia. Tuve que ver llorar a mi esposo una noche entera porque la mamá estaba desaparecida y habían matado a más de 30 personas en su pueblo. Por eso, me encanta verlo feliz ahora en este matrimonio, en el que somos como un par de novios.
SEMANA: ¿Es cierto que su papá se opuso a la relación?
A.H.: No culpo a mi papá, porque yo era la jovencita de la casa. Y, como todo papá, él aspiraba a que yo me casara con el muchacho que al menos me podía dar una casita, que me podía dar un futuro. Pero resulta que cuando mi esposo logró escaparse con un hermano, porque los iba a matar un grupo armado, llegó a Medellín, justo al barrio en donde yo vivía, también desplazada por la violencia. La vida nos puso, era nuestro destino.
SEMANA: ¿Amor a primera vista?
A.H.: Yo estaba en esa época llena de amargura, porque a mi amor de ese entonces me lo había matado la guerra. Yo vendía cosas en las calles, libros, muebles. Vi a mi esposo por primera vez por una ventana con la misma tristeza que yo, cuando llegaba a la casa de los tíos donde se hospedaba. Eso nos terminó uniendo. Y en una época en la que me dedicaba a motilar a domicilio, en su casa pidieron un servicio y nos conocimos. En un comienzo no fue amor. Y a mi papá le decía que de tanto prohibirme estar con él me iba a terminar encaprichando y enamorando, y así fue.