Rock
Así fue el horrendo suicidio de Kurt Cobain, quien habría cumplido 54 años el 20 de febrero
“Mi hija Frances estará mejor sin mí”, escribió el cantante de Nirvana en su carta de despedida.
Cobain pertenece al macabro “club de los 27”, como se le ha llamado a un grupo de figuras del rock que han muerto a los 27 años luego de alcanzar la gloria.
Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Brian Jones y, más recientemente, Amy Winehouse, se cuentan entre las estrellas que comparten tan particular suerte, pero la muerte de Cobain se destaca por las tormentas que la antecedieron.
Con los años se ha llegado a la conclusión de que el cantante sufría de una fuerte depresión nunca diagnosticada, a la cual se sumaba el trastorno por déficit de atención, para el cual le recetaron el medicamento Ritalin, a los siete años.
Sus biógrafos aseguran que, desde entonces, juró que consumiría drogas el resto de su vida, y lo cumplió. Su desbalance emocional lo llevó desde temprano a actitudes extremas como esa, o a odiar a todos los seres humanos, según lo declaró en su nota de despedida.
Había nacido en Aberdeen, un pequeño pueblo del estado de Washington, cuya cultura machista odió desde pequeño. Por eso, al llegar a la adolescencia declaró que era gay y que se sentía muy orgulloso de ello, pero no era cierto.
En esa época también fracasó en su intento de quitarse la vida tirándose de un tren. Su talento para la música, cuyo mayor atributo era su poderosa voz, hubiera podido ser una vía conveniente para canalizar todos esos demonios, pero no fue así.
Más bien, la arrolladora fama que alcanzó como cantante de Nirvana, aumentó mucho más sus ganas de enfrentarse contra el mundo, al que consideraba banal y tonto.
Le repugnaba que su arte se hubiese convertido en un producto de consumo masivo, por ejemplo. También era un fuerte crítico del negocio multimillonario que se movía alrededor de la música.
Un buen ejemplo de esa aversión y de la irreverencia que lo caracterizó fue la vez que protagonizó la portada de Rolling Stone, la revista más prestigiosa del mundo del rock y de ese sistema que tanto repudiaba, vestido con una camiseta que decía: “Las revistas corporativas son una mierda”.
Sin embargo, si por un lado despreciaba ser popular, por el otro no dudaba en hacer lo que fuera necesario para mantenerse en la cima de la música.
Su famosa esposa, la cantante y actriz Courtney Love, ha dicho en varias entrevistas que la suya era una verdadera obsesión, que lo llevaba a estudiar con mucha dedicación, contrario a la creencia de que él triunfó dejándose llevar por lo que le brotaba espontáneamente.
Ella ha relatado además que disfrutó muchísimo cuando desbancó a Michael Jackson como número uno en las listas.
Y no tenía reparo en llamar al canal MTV, otro blanco de su desdén por el establecimiento, para reclamar porque le parecía que no pasaban lo suficientemente sus videos.
Biógrafos y cronistas; sin embargo, consideran que la fama no disparó los ímpetus suicidas de Cobain, sino la adicción a las drogas, que se le salió de las manos.
Empezó a inyectarse heroína en 1990 y nunca paró, aunque él aseguraba que la había dejado.
En la entrevista para aquella edición de Rolling Stone, confesó: “Tengo un dolor crónico sin cura en el estómago y durante cinco años quise suicidarme todos los días. Estuve a punto de hacerlo tres veces”.
Narró que “vomitaba aire”, porque su afección no lo dejaba comer nada y que después de cantar en los conciertos trasbocaba sangre y se retorcía en el piso.
Entonces, buscó una cura por su propia cuenta y resultó que la heroína era lo único que le calmaba los dolores en el vientre.
Courtney también estaba enganchada a la misma droga y cuando las autoridades supieron que ella había consumido cuando estaba embarazada de su hija con Kurt, Frances, tomaron bajo su amparo a la pequeña.
Uno de los pasajes más impresionantes de su vida es el de la sobredosis que sufrió en 1993, un año antes de morir y al poco tiempo de recuperar la custodia de su niña.
Estaban presentes su hermana, su madre y Courtney, quien lo reanimó dándole un coctel de drogas conformado por buprenorfina, Valium, Benadryl y Tylenol.
Eso fue en mayo y en julio se le volvió a pasar la mano en la habitación de un hotel en Nueva York. Asombrosamente, esa misma noche se subió al escenario como si nada.
A principios de 1994, Cobain se dio cuenta de que Courtney se sentía atraída por otro hombre y discutieron por eso. Acto seguido, se tomó casi 70 pastillas de Rohypnol, un poderoso somnífero, que lo llevó a pasar 20 horas en coma.
Cuando despertó, Cobain pareció aceptar que había tocado fondo y se internó en la clínica de desintoxicación Exodus, en Los Ángeles.
Pero hasta allí lo persiguieron sus demonios. A los tres días del ingreso, salió supuestamente a fumar, saltó la valla que separaba al lugar de la calle y nunca más se supo de él.
El 3 de abril lo declararon como persona desaparecida y Courtney contrató un investigador para que lo hallara.
Lo que Cobain hizo en esos días sigue envuelto en un halo de misterio. Entre otras historias, unos dicen que se la pasó contratando prostitutas; otros, que se dedicó a pasear por Seattle en taxi. También se especula que buscó que a un cura para que le perdonara sus pecados.
Lo que si está confirmado es que estuvo inyectándose heroína con el bajista de Guns N’ Roses, Duff McKagan.
Luego, se registró bajo una falsa identidad en el motel Marco Polo, en Seattle, y allí siguió consumiendo heroína.
También se sabe que, el 4 de abril, se quedó dormido en un restaurante mientras trataba de pagar la cuenta y que entró a un cine a ver la película de moda y triunfadora en los premios Óscar, El piano, de Jane Campion.
De ahí partió para su casa, donde se ocultó en el invernadero. El 5, se inyectó una dosis triple de heroína y se pegó un tiro en la cabeza con una escopeta Remington calibre 22 que había comprado el año anterior para proteger a su familia.
Cuando un electricista lo encontró, observó como Cobain se había preocupado por dejar la escena bien dispuesta: Su cartera estaba tirada en el suelo, pero con su tarjeta de identificación sobresaliendo para que se supiera quién era.
En medio de latas de cerveza y toallas estaba su nota de suicidio atravesada por un bolígrafo.
Su mensaje postrero estaba dirigido a Boodah, su amigo imaginario de la infancia y en él expresó que su hija Frances estaría mejor sin él y que no quería verla convertida en una “rockera miserable, autodestructiva y muerta” como él. La joven hoy tiene un año más que su padre cuando murió y es modelo y cantante.
También reservó espacio para revelar las complejidades de su alma: “Quiero demasiado a la gente, tanto que me pone triste y no soy capaz de superar la frustración, la culpabilidad y la empatía que siento hacia todo el mundo”.
El gran ídolo de la generación X había nacido el 20 de febrero de 1967, o sea que por estos días habría cumplido 54 años.