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Bridgerton:¿Por qué esta serie causa furor en Netflix?
Todo el mundo está hablando de esta fastuosa serie de Netflix que rompe con los estereotipos de los dramas de época. Bridgerton, la historia de ocho hermanos y sus vidas en la alta clase de Londres.
En estos tiempos turbulentos y de incertidumbre, unos 70 millones de espectadores han podido evadirse de la realidad por obra del lujo avasallador, las picantes aventuras y las traiciones que tejen esta producción, considerada la respuesta de Netflix a Downton Abbey.
A simple vista, se trata de la típica historia al estilo de las narraciones de Jane Austen, pero con un giro a lo Gossip Girl, patente en la voz en off de Lady Whistledown, interpretada por Julie Andrews, la misteriosa autora de un panfleto que los habitantes del Londres de 1813 devoran con fruición, pues destapa las historias más salaces de la disoluta aristocracia.
Bellas debutantes deshonradas, condes casados que se exhiben con la amante “oficial”, grandes señores en bancarrota por su ludopatía, en fin, la perenne obsesión de los británicos con la clase social queda otra vez al descubierto. El pasquín, por supuesto, pone su perversa mirada sobre el mercado del matrimonio, en momentos en que casarse era la única opción para las mujeres y cazar un buen partido, su mayor anhelo.
Hasta ahí, se diría que no hay novedades, pero a medida que la muy bien informada Lady Whistledown desgrana sus chismes, afloran elementos que subvierten el género de época. Resulta que la reina Charlotte, quien con sus guiños y desprecios comanda la vida social desde palacio, es negra, algo nunca visto. Su matrimonio por amor con el rey Jorge III ha derribado las fronteras raciales, de modo que la high life ya no es exclusiva de los blancos.
La verdad es que tanto el monarca y su consorte son personajes históricos reales y la serie se vale de un viejo rumor, según el cual no sería Meghan Markle la primera mujer de color en emparentar con la familia real, sino Charlotte de Mecklenburg-Strelitz, dado que sus rasgos se asemejaban a los estereotipos sobre las personas de esta raza.
La versión fue popularizada por el historiador Mario de Valdés, quien aseguró que ella provenía del rey Alfonso III de Portugal y su amante, Madragana Ben Aloandro, una mora del norte de África. En cuanto a Jorge III, como lo narra la serie, enloqueció y su hijo, el futuro Jorge IV, subió al trono en calidad de regente, lo que dio origen al periodo conocido como Regencia.
La notoria extravagancia del monarca marcó la exuberancia y desenfreno del periodo, fielmente retratados en Bridgerton. Al casting racialmente diverso se le atribuye que la serie sea hoy una de las más vistas de la televisión por streaming. “Los creadores de Bridgerton querían asegurarse de que todos fueran invitados a la fiesta”, explicó el británico-zimbabuense Regé-Jean Page, intérprete de Simon Basset, duque de Hastings, rol masculino principal y quien está causando sensación con su varonil encanto.
“Los millones de espectadores de todos los tonos, fisonomías y credos que nos ven necesitan sentirse reconocidos en las pantallas. De lo contrario, va a ser cada vez más difícil que se enganchen a un programa”, puntualizó el actor en entrevista para The Times de Londres.
Bridgerton también cautiva por su modo poco convencional de abordar los asuntos de alcoba, en lo cual los dramas de época suelen ser muy conservadores. “Poner el foco en la vida sexual de aristócratas jóvenes y atractivos puede hacer este tipo de historias más accesibles a la generación de Tinder”, le expresó a Entertainment Weekly su creador y productor ejecutivo, Chris Van Dusen.
Los ocho capítulos de la primera temporada son generosos en lujuriosas escenas de cama, a tal punto que Netflix está en campaña para que los portales de porno dejen de sumarlos a su repertorio. Pero lo que destaca Phoebe Dynevor, quien encarna a Daphne Bridgerton, el principal rol femenino, es que hay mucha piel tanto de mujer como de hombre y así lo resumió para el rotativo inglés: “Mientras que vemos a Daphne descubrir su sexualidad, tenemos muchos close-ups de los músculos de su amado duque de Hastings mientras que ella lo contempla. Para mí, como mujer, eso es muy seductor, porque lo usual es lo contrario. La mirada femenina es uno de los grandes temas de Bridgerton”.
En películas y series de época como Orgullo y prejuicio o Downton Abbey, las inglesas se resignan a vivir bajo la completa tutela de los hombres. En este caso, aclara Dynevor, se trata de mostrar un tipo diferente de mujer y es por eso que su personaje, en complicidad con Hastings, urde un plan para escamotear la ominosa costumbre de los matrimonios arreglados.
Además, trató de que su personaje y sus hermanas no se vieran tan rígidas, pero cuando trataron de acomodarse relajadas en un sofá, se toparon con un impedimento, el corsé, y comprendió mejor cuán restringidas vivían sus antepasadas física y espiritualmente.
El diseñador de la producción, Will Hughes-Jones, relata que la productora Shondaland le dio licencia para volverse loco y crear esos grandes salones con sus ricos decorados: “Todo en este programa luce bello. No hay límite para la ambición”. Aunque Netflix no ha revelado los costos, no es difícil concluir que salió carísima.
“Llegó un momento en que teníamos más gente trabajando que en el rodaje de Star Wars”, aseguró Regé-Jean Page, refiriéndose a El ascenso de Skywalker, que se filmaba cerca. Por citar solo unos datos, “se requirieron 18 sets que sumaban 100.000 metros cuadrados, 30 tapetes gigantescos exclusivos para el programa y papel de colgadura tipo chinoiserie pintado a mano a unos 1.300 dólares el metro cuadrado. Un solo carpintero duró cuatro meses haciendo nada más que chimeneas y ventanas”, contó The Times.
Phoebe Dynevor recuerda que quedó de una pieza cuando descubrió que una enorme bodega, del tamaño de un almacén por departamentos, guardaba el ropero de la serie. “Solo para Daphne se hicieron 100 prendas”, dijo.
Ellen Mirojnick, diseñadora del vestuario, le contó al mismo diario que lideró un departamento de 238 personas para confeccionar a mano cerca de 7.500 atuendos, que tomaban solo las líneas básicas de la moda de aquel tiempo. De resto, se tomó libertades, ya que necesitaba que los atavíos fueran pícaros y escandalosos, sobre todo en el caso de las Featherington, la familia rival de los Bridgerton, cuyo estilo, afirma, tiende más a las Kardashians que a las heroínas de Jane Austen.
Otro elemento determinante en la buena estrella de Bridgerton es que se trata de un contenido muy british, pero con un toque decididamente gringo, algo que no se había dado hasta ahora. Se basa en las novelas históricas de la neoyorquina Julia Queen, quien solo en su país ha vendido 10 millones de copias, en tanto que la productora es su compatriota Shonda Rhimes, fundadora de Shondaland y la mujer detrás de éxitos como Grey’s Anatomy y Scandal.
Las críticas a Bridgerton han sido entusiastas y aplauden el giro refrescante que le ha dado al género. También es calificada como encantadora, adictiva, divertida y rápida. “El secreto de su aceptación es que toma las reglas sociales que les dicen a hombres y mujeres cómo hablar y actuar, y las pone en conflicto con lo que ellos dicen y hacen entre los muros de sus casas”, concluyó The Times.
Por su parte, el productor Chris Van Dusen observa que toda esa grandiosidad no valdría la pena si no estuviera soportada por la intención de reflexionar sobre asuntos como la clase social, el género, la sexualidad y la raza, en los cuales la audiencia puede verse reflejada y eso hace de esta una historia perfecta para el público de hoy.