Cambio extremo
Muchos recuerdan a Monica Seles como una de las mejores tenistas de todos los tiempos, la yugoeslava que a los 19 años reemplazó a Steffi Graf como la número uno del mundo y la ganadora de nueve Grand Slam que emitía un particular grito con cada jugada. Pero también como una mujer poco atractiva y a veces regordeta, cuya carrera comenzó a declinar tras un episodio dramático. Han pasado seis años desde su retiro y ahora, a sus 35, acaba de ser nombrada miembro del International Tenis Hall of Fame. Pero lo que resulta más asombroso es que hoy luce despampanante. En su nuevo libro, Getting a Grip, cuenta la historia de cómo sus frustraciones le generaron severos desórdenes alimenticios y cómo logró salir de eso y transformarse física y mentalmente. Seles, convertida en una autoridad en el tema de la autoayuda, relata que sus problemas comenzaron en 1993 cuando en Alemania un fanático de Graf la apuñaló en la espalda y tuvo que dejar las canchas más de dos años. Su depresión aumentó porque su agresor no fue a prisión, su papá padecía un cáncer terminal y por sentirse abandonada por sus colegas. "El tenis me dio la dura lección de que en ese ambiente lo único que importa es hacer dinero". Empezó a subir de peso, pues no controlaba su ansiedad de comer compulsivamente. Por más que se esforzó, no pudo recuperar su forma, y aunque después de su regreso ganó el abierto de Australia, la atormentaban los comentarios: "¿Esa es Monica Seles? ¿Qué le pasó, está enorme", cuenta en su libro. Concluye que "el mundo del tenis no te perdona si engordas. Se supone que debes usar faldas cortas y te comparan". Fueron 10 años terribles hasta cuando en 2003 se retiró de las canchas. Entonces dio un cambio a su vida: empezó a descubrirse a sí misma, a vivir sin presiones y a disfrutar de cosas para las que antes nunca había tenido tiempo. Así logró, sin dietas, sólo con moderación "el balance, aprendiendo a mezclar el trabajo con el placer". Para ella vencer sus inseguridades y miedos ha sido su mejor campeonato.