Carolyn Robinson vivió los años de la Generación Beat junto a los protagonistas del movimiento: fue esposa de Neal Cassady y amante de Jack Kerouac.

OBITUARIO

Carolyn Robinson, la última de los ‘beat’

Carolyn Robinson estuvo casada con Neal Cassady y fue la musa y amante de Jack Kerouac y Allen Ginsberg, los fundadores de la Generación Beat. Carolyn, la última representante del movimiento, murió el 20 de septiembre en Inglaterra.

5 de octubre de 2013

“Para mi solo existen las personas locas, las que están locas por vivir, locas por hablar, locas por ser salvadas, las que desean todo al mismo tiempo, las que nunca bostezan o dicen cosas comunes, sino que queman, queman, queman” escribió Jack Kerouac en su novela On the Road. La publicó en 1957 y poco después ya se había convertido en un libro de culto. Todos los fundadores y protagonistas de esta Generación Beat, como se le llamó, murieron. 

El escritor William Burroughs, el poeta Allen Ginsberg, el mítico Neal Cassady y el propio Kerouac. Los últimos dos, los más grandes héroes de este movimiento, sucumbieron alcoholizados en 1968 y 1969, respectivamente. Ginsberg y Burroughs murieron a finales de los noventa. Después de todos los viajes, las fiestas, las drogas y el sexo, solo quedaba Carolyn Cassady, la mujer de Neal y amante de Jack, quien murió el mes pasado a los 90 años en Bracknell, Inglaterra.

Carolyn los sobrevivió a todos, quizá porque realmente nunca quiso pertenecer a su movimiento. Los llamaron la Generación Beat porque, en inglés, alguien que está “beat” está derrotado, golpeado. Kerouac, quien acuñó el término, y su combo no eran más que unos cuantos chicos recorriendo Estados Unidos y bebiendo demasiado, tratando de vivir la vida al máximo. Pero el grupo terminó representando a la generación de jóvenes que crecieron durante la Segunda Guerra Mundial y que se sentían vencidos. 

Para ellos, la idea del futuro siempre estuvo en peligro porque se criaron en un mundo donde sus padres, esposos o hermanos mayores podían “morir del otro lado de un telegrama” en cualquier momento, como escribió John Clellon Holmes. El artículo que publicó en The New York Times Magazine en 1952 generalizó el término beat y dio las directrices de qué significaba  ser parte del  movimiento: “Cómo vivir les resulta mucho más crucial que por qué vivir”, dijo Holmes. 

Pero Carolyn Robinson no era como ellos. Nació en Michigan, en una familia acomodada de valores victorianos. Estudió Diseño para Teatro en la Universidad de Denver y allí conoció a Neal Cassady, un ladronzuelo encantador que la sedujo con su energía incontrolable y su sed de aprender. Desde el principio su romance estuvo marcado por las infidelidades de él: una mañana Carolyn llegó a casa de Neal y lo encontró en la cama con Ginsberg y LuAnne, su esposa. En 1948 se divorció de ella y se casó con Carolyn. Estuvieron juntos 20 años, aunque Neal pasó parte de ese tiempo viajando o en la cárcel. 

Kerouac cuenta en On the Road la historia de cómo Neal y Carolyn se conocieron. Uno del grupo conoció a Carolyn en un bar de Denver y se fue con ella a una habitación de hotel, donde se encontraron con el resto. Todos le hablaban fascinados a la joven, menos Neal, quien pasó el rato parado junto a la ventana. Cuando se fueron, Neal miró a Carolyn, se tocó la muñeca e hizo el número cuatro con los dedos. 

A las 4 de la madrugada alguien tocó: era Neal. Seguramente, como mucho de lo que escribió Kerouac en On the Road, esa no sea la versión exacta, pero para los seguidores del movimiento la escena quedó consagrada. “Cuando pienso en el lugar que nos toca en la historia...”, reflexionó Carolyn, “Todo está tan distorsionado. Napoleón seguramente medía dos metros”. 

La musa de la Generación Beat escribió dos libros (Heart Beat: My Life with Jack and Neal y Off the Road) en los que cuenta su propia versión de aquellos años y de su relación con esos icónicos hombres. Colaboró con cada película, cada recopilación de cartas de los escritores Beat y cada tributo que se les ha hecho. Aún así, recordaba la época con cierta amargura: “Nos separó su autodestrucción. A Neal le dolía mucho ver a Jack borracho, porque de niño tuvo que recoger en callejones a su padre alcohólico”, dijo. 

Pero sus intentos por quitarle algo de la magia a la época que su esposo representó fueron en vano. Incluso la muerte de Neal está envuelta en un halo de leyenda. Su cuerpo apareció en México en 1968 junto a los rieles de un tren, con altos niveles de drogas y alcohol en la sangre. Nunca se supo qué pasó exactamente, pero poco después Ken Kesey publicó un cuento en el que un hombre muere intentando contar los durmientes de la vía de un tren. Desde entonces, muchos creen que hablaba de Neal. Para millones de personas Cassady siempre será un personaje de ficción y Carolyn, la “querida rubia aristócrata”, como la describió Kerouac, también.