ESCÁNDALO
Caso Epstein: ¿Ghislaine Maxwell delatará al príncipe Andrés?
La cómplice de Jeffrey Epstein recién capturada tiene una encrucijada: pasar más de 20 años en la cárcel o rebajar su pena si cuenta los secretos de personajes del jet set internacional, incluido el hijo de la reina Isabel, su amigo del alma.
Ghislaine Maxwell pago el precio de ser lo que es y tendrá que esperar el momento de su juicio tras las rejas. La juez que lleva su caso en una corte de Nueva York dijo que su poder económico, sus conexiones sociales y la perpectiva de pasar 35 años en la cárcel eran razones suficientes para negarle la posibilidad de quedar libre bajo fianza. "Los riesgos simplemente son demasiado grandes", apuntó la juez.
Maxwell lloró cuando oyó la decisión -vía videoconferencia- desde una cárcel de alta seguridad de Brooklyn, donde está detenida. Minutos antes, la británica de 58 años e hija del difunto magnate de la prensa británica Robert Maxwell, se había declarado no culpable de tráfico sexual de jovencitas para satisfacer los deseos de su expareja, el difunto financista Jeffrey Epstein.
Negó cada uno de los seis delitos vinculados a crímenes cometidos por Epstein, quien se suicidó en agosto del año pasado en una cárcel de Nueva York, mientras aguardaba su juicio.
Básicamente, los fiscales dicen que Maxwell le ayudó a Epstein a "reclutar, preparar y finalmente abusar" de varias menores de edad, una de ellas de apenas 14 años de edad. Aseguran también que, a veces, ella participaba en los presuntos abusos ocurridos en las mansiones de Epstein en Nuevo México, Palm Beach o Manhattan.
Tras varios meses de persecución, el pasado 2 de julio el FBI por fin capturó a la exnovia y supuesta complice del pedófilo. Muchos piensan que con ella las autoridades podrán armar el rompecabezas de los crímenes del multimillonario. Y sobre todo responder la pregunta clave: quiénes participaron de esa especie de tráfico de menores.
Un temor real
Como Epstein y Maxwell tenían una vida social bastante activa y se movían entre políticos, celebridades y empresarios, muchos están asustados. Uno de estos, sin duda, es el príncipe Andrés de Inglaterra, el hijo favorito de la reina Isabel, a quien una de las víctimas de Epstein acusa de haber tenido relaciones sexuales con ella a sabiendas de que era menor de edad. No es seguro que Maxwell quiera hundir al príncipe, pero la cosa no está fácil. Haga lo que haga, se enfrenta a una larga permanencia en la cárcel, y según qué tanto les cuente a las autoridades puede rebajar esa condena.
Algunos expertos creen que si ella habla, estaría de por medio el prestigio de la monarquía británica, que para Ghislaine es sagrada. Pero la van a presionar. Las relaciones entre el príncipe y el FBI no andan en buenos términos, y ellos lo han acusado de no colaborar con el caso. Varios medios han especulado que si se tratara de una persona común y corriente, un juez lo pediría en extradición. Pero como no lo es, Estados Unidos y Reino Unido no se van a exponer a un incidente diplomático por un desliz sexual.
Es casi seguro que Andrés y su acusadora tuvieron contacto sexual. Él tenía 40 años, estaba divorciado y ella tenía 17.
Tampoco es fácil probar las acusaciones contra el príncipe. La mujer que lo acusa dice que estuvo en tres ocasiones con ella: en una sala de masajes, en el apartamento de Nueva York de Epstein y en la isla del pedófilo, en donde supuestamente tuvieron una orgía con otras siete mujeres. De esas versiones tienen más credibilidad las dos primeras, pero no hay forma de confirmarlas a menos que lo haga Ghislaine.
¿Real o montaje?: El príncipe ha dicho que esta foto con su acusadora es un montaje, algo realmente absurdo. Si Ghislaine, quien está detrás de ellos, confirma que es real, acabará con su reputación.
Lo de la orgía suena poco realista: un príncipe que está en la lupa del mundo entero por ser el hijo de la reina de Inglaterra no se va a exponer a una bacanal con desconocidas que pueden vender la historia a los tabloides.
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En todo caso, aunque esté exagerando, es casi seguro que tuvieron contacto sexual. Eso no le debió parecer gran cosa a Andrés, pues tenía 40 años, estaba divorciado y su masajista tenía 17. Por seis meses de diferencia no hubiera sido delito. Además, nadie pide la cédula en esas circunstancias. Su problema no está tanto en los hechos, sino en el intento de ocultarlos con versiones absurdas.
Andrés y Ghislaine: amigos inseparables
Y aunque se dice que Epstein grababa secretamente los encuentros sexuales de sus amigos y que Maxwell tiene acceso a esa base de datos, es poco probable que la presente en la corte. Sobre todo porque Andrés y ella no solo han sido grandes amigos, sino también amantes. Esta semana salió a la luz que entre los dos hubo un corto romance. Lo reveló una íntima amiga de Ghislaine, que fue cómplice de esa relación y la describió simplemente como un flirt, de esos tan normales en la vida de los divorciados.
Indignación nacional En una invitación al palacio de Buckingham, Andrés dejó sentar a Ghislaine y a Kevin Spacey, otro acusado de delitos sexuales, en los tronos de la reina Isabel y el príncipe Felipe.
Terminado ese romance siguieron siendo íntimos amigos. Se la pasaban juntos de arriba abajo, y él incluso la invitó al palacio de Buckingham y la dejó sentarse en el trono de la reina Isabel, y a Kevin Spacey, en el del príncipe Felipe de Edimburgo. La foto de dos involucrados en escándalos sexuales sentados en un lugar reservado para los monarcas le dio la vuelta al mundo y escandalizó a los ingleses.
A pesar de la cercanía, a Ghislaine no le va a quedar fácil encubrir a Andrés. Hay, por ejemplo, una famosa foto en la que aparece con Maxwell y abraza a la menor que lo acusa. El príncipe ha dicho que no recuerda haberla conocido y que la foto le parece un montaje porque supuestamente su brazo no era tan largo.
Es obvio que miente, pero hasta ahora se trata de la palabra de una persona contra su acusadora. Si Ghislaine confirma que la foto es real, toda la credibilidad del príncipe quedaría por el piso. No haría falta que entrara en detalles sexuales para que se supiera que el resto de lo que había dicho también podrían ser mentiras. Y a esa deducción es fácil llegar después de la catastrófica entrevista que dio en televisión, que le costó la pérdida de sus responsabilidades reales.
La vida de lujos y escándalos de Ghislaine Maxwell
Más allá del príncipe Andrés, las autoridades no descartan que Maxwell tenga información sobre las redes de pedofilia que operan en Estados Unidos. Por ese lado, la información tampoco será muy jugosa.
Algunas víctimas acusan a Ghislaine de haber participado en los encuentros sexuales. Cuando esos testimonios salgan a flote durante el juicio, el escándalo será aún mayor.
Epstein tenía su propia red y esta tenía nombre propio: Ghislaine Maxwell. El empresario, además, llevaba una doble vida: la de arribista social y la de pervertido sexual. En la primera puede estar todo el mundo. Desde presidentes, como Donald Trump y Bill Clinton, hasta personajes de la farándula, como George Clooney, Gwyneth Paltrow y Bono. Docenas de pesos pesados de la política y los negocios fueron a sus fiestas. Pero esa vida era completamente ajena de la sexual, que casi nadie conocía.
Solo Ghislaine estaba en ambos mundos. Ella cuadraba los cocteles, pero también a las masajistas. Algunas incluso la acusan de haber participado en los encuentros. Cuando esos testimonios salgan a flote durante el juicio, el escándalo será aún mayor. Lo único que repugna más que un pedófilo es una mujer cómplice. Ghislaine lo sabe: para todos los efectos, su vida está terminada.
Por eso, las autoridades tienen la prioridad de evitar que ella se suicide como Epstein. Que lo haga, en la práctica, no es fácil, pues no todo el mundo se puede ahorcar con una sábana en una celda. Pero sí es muy probable que ella quiera hacerlo, sobre todo por la forma como vivía antes de caer en desgracia.
Muchos hijos. Como había perdido a su familia en el Holocausto, Robert Maxwell quiso tener muchos hijos para resucitar su raza. Ghislaine, la menor de nueve, siempre fue su consentida.
Creció como una niña mimada y llena de lujos en una de las familias más ricas del Reino Unido. Robert Maxwell, su padre, era en los años setenta la contraparte en el mundo de los medios de comunicación de Rupert Murdoch. Uno era un judío checoslovaco que había perdido a su familia en el Holocausto, y el otro, un riquito de Australia que había heredado un periódico de provincia.
Murdoch superó a su padre y creó un conglomerado gigante de cine, televisión y prensa. Maxwell, después de sobrevivir al Holocausto, se nacionalizó, combatió en el ejército británico en la guerra y luego logró consolidar el otro grupo de prensa más importante del Reino Unido.
Su hija creció como la hija de un billonario. Su padre, ante la desaparición de la familia, consideró una obligación tener el mayor número de hijos posible para la resurrección de su raza. Tuvo nueve, y la menor, Ghislaine, siempre fue su preferida a tal punto que bautizó Lady Ghislaine a su lujoso yate.
Precisamente allí surgió por primera vez el lado oscuro del magnate: un día, cuando estaba en el barco, apareció flotando en el mar. Nunca se supo si fue suicidio o accidente, pero, al igual que su hija ahora, tenía razones para matarse: pocos días antes los diarios revelaron que había sacado 400 millones de libras de las pensiones de sus empleados para tapar huecos financieros de su grupo. Esa plata se perdió y desde ese día el apellido Maxwell se convirtió en una leyenda negra.
Ghislaine vendió su casa y desapareció hasta la semana pasada, cuando la encontraron en una mansión escondida en los bosques de New Hampshire, que había pagado con un millón de dólares.
Aun así, Ghislaine logró reinventarse. Se fue a vivir a Nueva York y allí conoció a Epstein, con quien tuvo un romance de varios años. Con la plata de él y los contactos de ella conquistaron a la alta sociedad. Como evidencian las fotos, la pareja estaba en todo: en el matrimonio de la hija de Clinton, en la mansión de Trump y en cualquier evento social importante que congregara al poder económico con el político.
Rodeados del jet set: Epstein y Ghislaine conquistaron a la alta sociedad y se movían entre políticos, empresarios y celebridades. Aquí con Donald y Melania Trump.E Abajo, en la boda de Chelsea Clinton. Maxwell fue tan amiga de Bill Clinton que en 2010 estuvo en primera fila en el matrimonio de su hija. Para esa época, varias mujeres ya acusaban a Epstein de abuso sexual y habían mencionado a Ghislaine.
Poco cambió cuando dejaron de ser amantes. Él la mantenía y ella le conseguía a las niñas. De novios pasaron a socios en el pecado. A las chicas les decía que un filántropo millonario las iba a ayudar en sus carreras a cambio de unos masajes. Ghislaine les enseñaba cómo debían terminarlos, y las adolescentes volvían a su casa con 200 dólares.
Todo eso acabó cuando estalló el escándalo. Al principio, ella se alejó, montó una fundación para proteger los océanos y mantuvo parte de sus contactos. Pero cuando varias de las víctimas comenzaron a señalarla de reclutadora de menores, comenzó a aislarse. Dada su prominencia social en el jet set, con los primeros datos que se filtraron la noticia se convirtió en un tsunami.
Ghislaine vendió su casa y desapareció hasta la semana pasada, cuando la encontraron en una mansión escondida en los bosques de New Hampshire, que había pagado con un millón de dólares en efectivo.
Ahora está a la espera de juicio y en una sinsalida. Para una mujer que siempre había vivido en el mundo del lujo y del poder, aparecer como una proxeneta de menores de edad y en la lista de abusadores sexuales de Estados Unidos significa el fin. Hoy tiene 58 años y, si por colaborar con las autoridades queda libre a los 70, no va a poder reinventarse una vez más. Lo único que produce más rechazo que el abrazo de alguien con coronavirus es la cercanía de una convicta pervertida sexual. Ghislaine está perdida.