Entrevista
Chris Carpentier: “Antes botaba a la basura los platos que no me gustaban”; el popular chef se confesó en SEMANA
Chris Carpentier, el popular exjurado chileno de MasterChef, conversó con SEMANA. Cuenta por qué se retiró del programa, cuál le pareció la peor temporada y sus deseos de tener nacionalidad colombiana.
SEMANA: ¿Cómo es eso de que la cocina lo encontró a usted y no al revés?
Chris Carpentier: Es cierto. Fue la cocina quien me encontró a mí. La cocina ha sido como un buen matrimonio hasta ahora: hemos estado en los momentos buenos y en los malos. Hemos llorado, hemos disfrutado. Comencé desde los 14 años y ya tengo 50, y creo que ha sido mi relación más estable.
SEMANA: ¿Es cierto que primero fue DJ antes de chef?
C.C.: Sí, lo que pasa es que cuando estaba muy joven ponía la música en las fiestas de matrimonio. Y comenzaba a observar cómo desde la cocina salían y salían decenas de platos. ¿Cómo harán eso?, me preguntaba. Mientras dejaba el casete corriendo, me asomaba a la cocina para ver cómo se montaba eso para que tanta comida saliera al tiempo. Y gracias a eso me empecé a acercar a los cocineros. Después me animé a organizar las fiestas de despedida de los colegios. A mí me faltaban tres años para salir del colegio, me busqué a un amigo que ya estaba en la universidad y con él monté una empresa con la que subcontrataba los servicios.
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SEMANA: Pero usted era casi un niño...
C.C.: Tenía como 16 años y no podía tener siquiera una cuenta en el banco. El marido de mi mamá me consiguió una cuenta a nombre de él y en esa época podía manejar hasta 150.000 dólares de lo que hacíamos en las fiestas para pagarles a todos los proveedores. Era, como dicen en Colombia, muy pilo.
SEMANA: Usted es una mezcla de varias culturas. ¿Todo eso nutrió su cocina?
C.C.: Mi papá es norteamericano, tengo familia francesa, chilena, polaca, argentina, española. Chile es un país de inmigrantes, donde en una misma ciudad encuentras un estadio israelí, otro croata, español, alemán, italiano. La mía no fue una familia ajena a eso. Y las tradiciones y la historia son parte de la cocina. Mucho de eso lo he llevado a mis recetas.
SEMANA: ¿Qué piensa de la cocina colombiana? Algunos extranjeros critican que sea tan calórica y salen espantados ante una bandeja paisa.
C.C.: Creo que parte de conocer la cocina de un país es también conocer la historia y realidad de un país. Entender, por ejemplo, que este es un país donde la gente trabaja largas jornadas, necesita muchas calorías para tener energía y en regiones donde no hay mucha abundancia económica. No me gusta criticar las culturas, me gusta entenderlas. No creo que haya una buena o una mala cocina, sino ejecuciones en la cocina buenas y malas.
SEMANA: Sus seguidores dicen que usted es el chileno más colombiano. ¿Qué tan cierto es?
C.C.: Cuando te dicen que uno llega a Colombia y no se quiere ir, es verdad. Es un buen vividero, a pesar de que sus habitantes a veces crean que el pasto de enfrente es más verde. Uno se queda acá por la gente, amable, cercana, cariñosa, preocupada.
SEMANA: ¿Para cuándo la nacionalidad colombiana?
C.C.: Me gustaría. Justamente, con I Latina, el emprendimiento gastronómico que estrenaré este año en Bogotá, busco devolverle a Colombia todo lo que me ha dado. Y demostrarle al mundo que Colombia es más que narcotráfico.
SEMANA: ¿Y el plan inicial era quedarse tanto tiempo en Colombia?
C.C.: Para nada. Yo solo vine un ratico, para quedarme en una temporada de MasterChef, y la temporada se fue alargando. Cuando se conoció que no seguía en el programa, no sabía que iba a generar tanto revuelo. Fue como cuando un novio te termina sin que te lo esperes. Todo el tiempo me dicen cosas en el supermercado, en el Uber. Me preguntan qué pasó, qué hay que hacer para que vuelva.
SEMANA: ¿Cuál fue la verdad detrás de su salida? ¿Hubo diferencias con sus otros compañeros jurados?
C.C.: Para nada. Fue por una apuesta que hice por Colombia y que espero abra sus puertas en julio: una apuesta de 1.800 metros cuadrados que se llama I Latina, una plataforma gastronómica que tendrá restaurante, cafetería, mercado, bar, escuela de líquidos, escuela de cocina. Es para darle visibilidad a gente talentosa que no la tiene. El restaurante tendrá tres cocineros latinos al año y que los comensales los conozcan. Poner en valor el café, el cacao, el tomate y la papa colombianos.
SEMANA: ¿Qué tan cierto es que le pasó factura su salud y por eso no siguió?
C.C.: Sí, la verdad es que emocional, médica y energéticamente estaba cansado. Y MasterChef es un programa que en términos de tiempo es muy exigente, comenzábamos a grabar desde las ocho de la mañana y eran 12 horas mínimo todos los días, solo los domingos libres. A los 30 años ya me había dado una parálisis completa, solo se me movían los ojos y quedé internado en una clínica. Tengo un problema: no mido los horarios para trabajar y el cuerpo me pasa la cuenta. Por haber presionado mi cuerpo en las primeras temporadas, en la cuarta y la quinta ya me pasó la cuenta. Tengo muchas hernias en la columna producto del estrés. Por eso a veces Claudia (Bahamón) se agachaba y me pasaba los cubiertos para poder probar los platos. Agacharme para mí a veces era muy doloroso.
SEMANA: De sus cuatro hijos, ¿cuál heredó su amor por la cocina?
C.C.: Ninguno. Pero sí heredaron el gusto por comer. En mi casa no hay niños mañosos, comen de todo. Mi hijo mayor, cuando me acompañaba a las grabaciones de programas en Chile, preguntaba: ¿qué es lo más raro? Y eso comía.
SEMANA: ¿Usted es del tipo chef neurótico que tira los platos cuando no le gustan?
C.C.: Cuando estuve en otras temporadas de MasterChef en otros países, 11 años atrás, sí. Tirábamos platos lejos, botábamos platos a la basura. Era como funcionaban los chefs antiguamente. Pero aprendimos que eso no es necesario para lograr acercar a los otros a la cocina. Aprendimos a ser empáticos.
SEMANA: ¿Qué resulta imperdonable para Chris Carpentier en la cocina?
C.C.: Varias cosas. Pero en MasterChef siempre pensaba, con cada nueva edición que comenzaba, que no entrara gente que solo llegaba al programa por fama y lograr seguidores.
SEMANA: ¿Cuál ha sido la peor temporada?
C.C.: Creo que la última, no fue la mejor en términos gastronómicos. Pero debo reconocer que fue una temporada con gente que se esforzó mucho por aprender a cocinar, que no iban por farándula. Lo bueno que tenía era que, por muy celebridades que fueran, al no ser colombiano, yo no los conocía y no los trababa como famosos.
SEMANA: ¿Y los concursantes que más los sorprendieron?
C.C.: Varios. Si te fijas, el concursante que entra no es el mismo que sale. Es una persona que sale transformada. Carla Giraldo, por ejemplo, todo lo que creció en medio de su particular forma de ser. Desde el día uno se propuso ganar. O una Sara Corrales, que de tanto esforzarse le llegó una enfermedad por agotamiento y no logró volver al programa por eso.
SEMANA: Hace poco, en esta misma revista, un colega suyo, Juan Manuel Barrientos, decía que cada vez era más difícil encontrar nuevos chefs porque a los jóvenes no les llama la atención involucrarse en un trabajo tan demandante. ¿Piensa igual?
C.C.: Creo que es un problema de esta generación, quieren trabajar menos, menos compromisos. Muchos eligen sus pasiones en función de si les da o no plata. Y muchos quieren volverse chefs para ser influenciadores, famosos y virales. Creo que el valor del trabajo se ha perdido. Quieren que todo sea fácil. Estamos criando una generación blanda.