Sin Filtro
“Colombia me salvó la vida”: la confesión de Zion Hwang, el coreano más colombiano
El joven artista, que llegó por accidente a nuestro país hace una década, se destapó en Sin Filtro, el nuevo videopodcats de SEMANA.
Nadie es profeta en su tierra y esa es la historia del coreano Zion Hwang, quien por cosas de la vida llegó a Colombia a estudiar español, tras aburrirse en otros países donde intentó hacer su vida.
Desde niño su padre le inculcó el amor por los idiomas y lo envío a estudiar a China para aprender inglés y mandarín, lenguas que aprendió sin problema alguno, pero no se adaptó en ese país.
Por esa razón, regresó a Corea a contarle a su padre que estaba aburrido y que definitivamente quería dedicarse al baloncesto, su deporte favorito, y por el que luchó durante años porque le decían que no tenía todas las cualidades para jugarlo profesionalmente. No obstante, insistió y demostró que podía practicarlo y se ganó su lugar hasta que sufrió graves lesiones, tras el golpe que recibió al ser arrollado por un carro. Hasta ahí llegó su sueño, se encerró en su habitación, casi no se podía mover e incluso pensó que quedaría postrado en una cama.
“Un carro me partió varios huesos, los vidrios me entraron en varias partes del cuerpo y en el hospital le dijeron a mis papás que quedaría en un estado vegetal. Pagaron un montón de plata para llevarme al mejor hospital, yo hacía mis necesidades en la cama y después de cuatro meses empecé a mover mis extremidades de a poco”.
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Zion intentó volver al baloncesto, pero le dijeron que no, por lo que entró en una fase de depresión durante varias semanas. Solo lloraba, no comía y los pensamientos equivocados llegaron a su mente. Su padre le pidió que se fuera para Alemania para aprender otro idioma, pero no le gustó y rápidamente volvió a Corea.
“Al verme así, mi papá me propuso que me viniera a Colombia porque un amigo suyo, que es pastor, estaba viviendo acá. Llegué a Engativá, a un sector que se llama La Faena. Tenía 19 años”, dijo.
Y le ocurrió algo que no había sentido en otros países: se enamoró de Colombia. “Es que Colombia es increíble y es un maravilloso país. Yo he viajado por muchos lugares, pero acá es diferente por la gente y la manera en que la gente resuelve cuando está estresada: uno ve a la gente estresada y se toma una cervecita, ponen música y se quitan el estrés. Ahí olvidé la depresión y me enamoré”.
Sin embargo, la llegada no fue la mejor y los amigos de lo ajeno le dieron la bienvenida a pocas horas de haber llegado a Bogotá. “Apenas llegué, me llevé una gran sorpresa. En Corea las tiendas abren 24 horas. Creí que acá sería igual. Llegué como a las 10:30 p. m. a Bogotá. Y salí a esa hora a buscar comida. Llevaba una maletica con dólares, mi celular, mi pasaporte y unas chanclas Gucci chiviadas. Entonces, me pusieron un chuchillo en el cuello. Y yo le dije lo único que sabía en español: “Hola”. Y sentí cómo me empezó a escurrir sangre por el cuello; fue cuando entendí que me podía morir. Le entregué mis cosas. Pero luego me pregunté qué iba a hacer sin mis papeles y sin dinero. Y salí corriendo detrás del ladrón, lo alcancé y lo tumbé. Y recuperé lo mío. Luego me lo encontré en el mismo colegio público a donde llegué a estudiar, pero nunca me habló. Él se graduó primero que yo”.
Pensó quedarse únicamente dos años en Colombia para aprender el español, pero ya lleva una década. Aunque parezca increíble sus primeros diálogos fueron con una señora que vendía empanadas y con la cual cruzó las primeras palabras. Ella le enseñó a hacerse entender y, además, a ser un fanático de las empanadas.
“Yo esto tan enamorado de Colombia, yo amo tanto a Colombia y estoy tan agradecido es porque Colombia me salvó la vida. La gente, la energía me sirvió para todo lo que he hecho”, dijo en Sin Filtro el nuevo videopodcats de SEMANA.
Pero su vida siguió cambiando, conoció la música popular e increíblemente resultó cantando ese género musical a pesar de su acento oriental. Empezó a mover contenido por redes sociales y se ganó el cariño de sus seguidores.
“Después de tres años de vivir aquí. Me fui a una discoteca y me senté en una mesa, solo. No sabía bailar, pero me movía. Y nadie se me acercaba. Después, pedí una botella de trago. Y nada. Y me fui decepcionado. Me pregunté por qué la gente no se acercaba. Supuse que pensaban que no hablaba español. Después de eso, empecé a escribir letras de canciones en un cuaderno. Primero de reguetón y luego de despecho, como Aventurera y Dulce pecado. Cuando volví a las discotecas, cantaba y la gente se dio cuenta de que si hablaba español y se acercaban. Al comienzo creían que era chino, yo les aclaraba que era coreano”.
Ese talento se le despertó en nuestro país, de hecho reconoce que solo cantaba en la ducha y que sus padres siempre le dijeron que no sería cantante y mucho menos un influencer.
“Mis amigos me enseñaron cómo grabar videos. Mi familia no lo creía: me decían “eres feo y no eres gracioso”. Pero mis amigos me obligaron, Yefferson y Cintia Cossio. A mí me daba pena hablar frente a una cámara. El primer video que hice fue sobre la changua. Y me gustó. Yo tengo orgullo ‘lolo’, me gusta la changua. Ahora me quito el guayabo con eso”.
Ya lleva una década en Colombia, ha lanzado tres canciones: ¿Culpa de quién?, Infiel, y Costumbre, canciones de música popular que ha convertido en virales y que cada día lo tienen más cerca de los grandes exponentes de este género. De hecho, en este 2024 hará una gira para cantarles a sus seguidores y contó con quiénes podría compartir tarima.
No hay duda de que este coreano es más colombiano que cualquiera y que su talento está conquistando a los amantes de la música de despecho. Además de cantar, se convirtió en influencer y también entró al mundo de la gastronomía a través de un restaurante que montó en Usaquén y que por poco debe cerrar por cuenta de la pandemia. Allí conoció a su novia colombiana Stephanie Fernández.
Zion Hwang, se convirtió en profeta a más de 14 mil kilómetros de la tierra donde nació y por eso siempre recomienda a sus amigos que visiten nuestro país. “Muchos de mis amigos quieren venir a Latinoamérica. Pero dicen que les da miedo y que es peligroso. Yo les digo que Colombia es una chimba. Mis primos han venido y les ha gustado el café, la gente, que es muy amable, y que hay mucha naturaleza. No les gusta el tráfico, que se demoren tanto tiempo en pocos kilómetros. Yo nunca pensé en quedarme del todo en Colombia, pensé que sería solo cosa de un año. Pero me la paso entre Bogotá, Medellín y Cali. Hace como nueve años no voy a Corea.”