Entrevista
“Con 90 años tiene que pensar que la vida se va acabando”: entrevista con el padre Diego Jaramillo
En conversación con SEMANA, el padre, director del programa el Minuto de Dios, conversó sobre Dios, el amor al prójimo, las ayudas sociales y cumplir noventa años.
SEMANA conversó con el padre Diego Jaramillo, una de las figuras más emblemáticas de la televisión colombiana y un hombre comprometido con la ayuda de los más desfavorecidos.
SEMANA: Usted ya llegó al noveno piso, ¿no?
Padre Diego Jaramillo (P.D.J.): Ya veo desde la altura la gente del primero y se me está perdiendo de vista (risas).
SEMANA: Es una cifra bastante impresionante...
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P.D.J.: Cierto, y bendito sea Dios.
SEMANA: Usted ha dedicado buena parte de su vida a ayudar a otras personas. ¿Cuándo y por qué empezó en usted esta vocación de servicio?
P.D.J: Bueno, yo desde muchacho pensé en ser sacerdote, y ese es un servicio a la Iglesia con la predicación de la Palabra, con mi animación de comunidades cristianas, etcétera. Pero después, por la amistad con el padre Rafael García Herreros, ese servicio se orientó de una manera especial a las obras del Minuto de Dios, que algunas son en la línea de evangelización, otras son en la línea social netamente: de ayudar a gente que no tiene vivienda o que no tiene educación, sea a nivel colegio, sea a nivel universidades, que no tiene empleo o que está en el campo con dificultades de las que allá se suelen presentar. Entonces, pues en los últimos 51 años de mi vida he pasado plenamente integrado con la obra del Minuto de Dios.
SEMANA: ¿Cómo fue su vida siendo pequeño? ¿En dónde nació? ¿Qué recuerdos tiene de algunas experiencias de vida que lo hayan llevado a dedicarse casi por completo al servicio a la comunidad a partir del Minuto de Dios?
P.D.J.: Yo nací en un pueblo de Antioquia que se llama Yarumal. Como tú lo estás recordando, se cumplieron ya 90 años de haber nacido. Nací en el seno de una familia normal, colombiana, de clase media, y tuve un papá y una mamá a quienes recuerdo con mucho cariño. En mi hogar, como cualquier familia, éramos en esa época hijos relativamente numerosos. En mi casa yo tuve otros cinco hermanos, de manera que fuimos seis.
Estudié mi primaria con los hermanos de La Salle y después estuve en un Seminario Menor en una población de Antioquia llamada Santa Rosa de Osos. Ahí entré en contacto con mis profesores, que pertenecían a la comunidad de los Padres en Eudistas, y aprovechando la amistad que tenía con varios de mis profesores y también el hecho de que mi familia se vino a vivir a Bogotá desde Antioquia, pasé al seminario de los Eudistas aquí en Bogotá en 1950. Allí hice mis estudios de filosofía y de teología, pero en los años de teología me enviaron a sacar la licenciatura en la Universidad Javeriana, ahí fui ordenado sacerdote en el año de 1958.
Haciendo las cuentas, pues ya llevo 64 años de haber sido ordenado sacerdote. Al principio de mi vida sacerdotal estuve como profesor en el seminario... Primero, terminé mis estudios ya sea en la Javeriana, bien sea en la ciudad de París, en donde tuve ocasión de estar durante dos años. Pero aquí en Colombia he trabajado 7 años y medio en el Seminario de Cali, en el seminario Conciliar de Cali, después cuatro años más en el Seminario de Usaquén de los padres Eudistas, y luego hace 51 años estoy colaborando aquí en la obra del Minuto de Dios. Así, a grandes rasgos, esa ha sido mi vida.
Cuando vine aquí al Minuto de Dios, el primer trabajo que el padre García Herreros me ofreció fue dirigir un programa de mejoramiento de vivienda. Entonces, se le prestaba dinero a gente que habían comprado ya su lote ―pero que no tenía cómo hacer o cómo mejorar un poco la casa―, de manera que las casitas tuviesen todas servicios higiénicos y de luz eléctrica, nos preocupábamos ante todo que asegurarles que tuvieran esos servicios elementales.
Luego, muchos nos pedían pequeños préstamos para tener por lo menos una unidad de servicios higiénicos en la casa, o para mejorar la casa que estaba medio construida. Entonces ―y que no es trabajo― fue de colaboración con familias que tenían el lotecito o que habían comenzado la casa, pero que necesitaban un impulso para poder terminar de mejorarla y de ponerla en condiciones normales.
Así estuve trabajando un tiempo y, después, cada vez más colaborando con el padre Rafael García Herreros. Él me nombró subdirector del Minuto de Dios y fui asumiendo poco a poco la orientación de las obras del Minuto de Dios que, te repito, al principio eran vinculadas solo con la construcción de viviendas, pero comenzamos a ayudar también en el mejoramiento de casas y luego en las obras de educación de los colegios que tiene el Minuto de Dios.
Aquí teníamos en este barrio al principio jardín infantil y colegio, pero se fueron agrandando los colegios con varias modalidades y después se fueron fundando en otras partes, y luego, de acuerdo a las catástrofes que golpeaban el país, por ejemplo, el terremoto del Popayán, el volcán de Armero, las inundaciones, el temblor de Armenia en el Eje Cafetero... Entonces, el Minuto de Dios se vio como desafiado a ir dando una ayuda a las personas pobres, como las que quedaban golpeadas por la catástrofe, y nos fuimos expandiendo por todo el país.
SEMANA: En el caso catástrofe de Armero, por ejemplo, ¿cuál fue el rol del Minuto de Dios, qué labores adelantaron?
P.D.J.: Primero en el lado de Chinchiná, al lado occidental de la cordillera, se construyó un barrio. Luego en Lérida, que era la población cercana a Armero, estuvimos también construyendo y allá hicimos muchas casas, e hicimos como un centro para ancianos, de manera que nuestra labor en ese sector del Tolima fue realmente importante.
SEMANA: ¿Cuál ha sido la motivación principal para llevar a cabo tantos proyectos de carácter social en el país?
P.D.J: El primer paso fue la amistad que tuve con el padre Rafael García Herreros, que por ayudarle comencé a involucrarme en el tema. Pero claro que estando ahí, cada vez más, fui descubriendo las necesidades de muchas personas que sufrían por no tener vivienda ―y siguen sufriendo todavía, el tema no se ha acabado―, también otros que sufren por falta de educación, bien sea a nivel infantil en las guarderías infantiles, en el colegio o a nivel universitario. Yo prácticamente todas las semanas recibo cuatro o cinco cartas, o vienen aquí jóvenes a pedirme colaboración para poder ingresar o para poder sostener sus gastos a nivel del colegio o también universidad.
El diálogo permanente con la gente ha sido mi motivación de ayudarles, porque claro que hay una motivación de base que es el servicio de los humanos y la solidaridad con los que sufren.
SEMANA: En sintonía con esas obras de carácter social, ¿cuál consideraría usted que es la importancia de que la iglesia se involucre en estas labores?
P.D.J.: Pues la iglesia ve en cada persona humana un hijo de Dios. La Iglesia recuerda las palabras de Jesús, que recordó cuál era el principal mandamiento de la ley, que era amar a Dios, pero Jesús añadió: y al prójimo, como a nosotros mismos. Es un mandamiento del Evangelio servir a los pobres, que Jesús nos dio ejemplo de ello, entregó su vida por toda la humanidad, muriendo en la cruz por nosotros. Y el motivo, como lo dice el Evangelio de San Juan, es porque tanto amó Dios al mundo que entregó su Hijo, este se convirtió en Dios Hijo, se hizo solidario con nosotros, y por amor a nosotros nos entregó la muerte. Como dice el Evangelio, amó a los suyos hasta el extremo; a los suyos que estaban en el mundo.
Yo creo que cualquier discípulo de Jesús, si escucha los mandamientos de Dios, que indica amar. Por supuesto que todos somos limitados en el amor, todos somos imperfectos en el amor, y aunque quisiéramos en teoría amar mucho a Dios, lo ofendemos. Y aunque quisiéramos en teoría amar y servir mucho a nuestros hermanos, somos limitados por nuestras capacidades y también por nuestro egoísmo, pero digamos como que el mandamiento subsiste y qué bueno que lo vamos escuchando, aunque no lo llenemos totalmente.
SEMANA: ¿Cómo llega usted al Minuto de Dios? Es un programa de televisión muy conocido para la sociedad colombiana y que todos hemos crecido viendo...
P.D.J.: Bueno, al principio de mi vida sacerdotal, cuando estaba en Bogotá, porque aún cuando de Cali venía a Bogotá, si el padre Rafael tenía que hacer algún viaje o tenía alguna dificultad, me pedía que lo reemplazara. Esto es a partir del año 67 cuando ya vine de una manera estable a Bogotá, radicado en Usaquén, él me pedía que los días martes lo reemplazara, de manera que, pues antes de esa fecha, de ese reemplazo, ocasionalmente estuve en la televisión. Pero de una manera más fija, los martes de mediados de 1967, hasta hoy. Son 55 años desde que comencé de una manera estable a hablar en televisión, los martes y también cuando el padre Rafael tenía algún viaje o tenía algún inconveniente pues lo reemplazaba, aunque no fuera día martes. Pero ya claro, cuando el padre García Herreros se enfermó de manera definitiva a finales de 1992 y luego a partir de la muerte del padre, debí asumir totalmente la dirección del programa.
SEMANA: ¿Cuál ha sido el mensaje que ustedes han intentado transmitir a partir de esos minutos en la televisión durante 54 años?
P.D.J.: El primer mensaje, el más fundamental y el que está como la raíz de todo es el mensaje del amor de Dios, de tomar conciencia de que somos criaturas de Dios y que debemos pensar en él, dejarnos amar por él y responder a su amor y que lo manifiesta en el amor de Dios Padre, de Jesucristo nuestro Señor y del Espíritu Santo que vive en la Iglesia y en nosotros. Eso es como la base de todo.
Pero ese amor de Dios se manifiesta con el amor al hombre, con el servicio al prójimo en general y de manera especial a los pobres, a los que no disfrutan de ciertos beneficios en la vida. Nosotros hacemos eso en el Minuto de Dios, bien sea apoyando programas de vivienda o de educación en general, tanto para la gente de las ciudades como para la gente en el campo, bueno en todo eso... cuando hay catástrofes, con mucha mayor razón. Esos han sido como los dos polos: el amor a Dios y el amor al prójimo.
SEMANA: Usted comentó que ha estado presente y ha vivido también en el Minuto de Dios algunas catástrofes del país. ¿Hay alguna que recuerde específico que lo haya estremecido o que haya hecho difícil dar un mensaje a través del programa?
La primera que recuerdo tal vez fue el temblor de Popayán y que destruyó un sector de la ciudad y nos hizo ir allá para construir un barrio. Después Armero, por supuesto, fue algo que llegó a todo el país y nosotros tuvimos aún aquí mismo, en el Minuto de Dios, con gente que venía enferma de Armero ―al principio, los primeros días―, una especie de pequeño hospital donde los recibimos, les hacíamos los primeros auxilios y donde buscábamos después, si el caso era grave, en qué hospital o en qué lugar de Bogotá los podían atender de una manera más oportuna.
Pero luego también en toda la tragedia que hubo en el Eje Cafetero con el temblor y la destrucción de casas en Armenia y Calarcá, estuvimos presentes. También estuvimos en Pereira y en los Llanos Orientales cuando hubo problemas. En inundaciones y deslizamientos, el de Villatina en Medellín por ejemplo, cuando se destruyó un barrio.
De manera que el Minuto de Dios, dentro de sus limitaciones, ha procurado estar presente y ha ayudado en la medida en que tiene algunos recursos, que logra conseguir con su benefactores.
SEMANA: Usted es una de las personas más conocidas en la sociedad colombiana. ¿Qué significa haber estado tantos minutos en la televisión? ¿Siente usted ese reconocimiento por parte de los colombianos?
P.D.J.: Bueno, que te digo. Claro que la gente ve la televisión, y eso lo experimento con frecuencia cuando voy en la calle, que hay gente que se queda mirándome y diciéndome, esta cara yo la he visto...
SEMANA: ¿Y lo paran o no lo paran?
P.D.J.: A veces hay gente que me saluda, otra que me dice “usted es el padre García Herreros”, son pequeñas equivocaciones (risas) a pesar de que el padre ya lleva treinta años de muerto, todavía de vez en cuando hay esa pregunta. Pero hay gente que llega y me dice “Padre ¿me permite tener una foto con usted? Porque yo lo he visto en televisión”. Ese es otro de los pequeños servicios que presto y es dejar que me fotocopien (risas), porque a mí que me cuesta hacer una pausa de uno o dos minutos mientras toman la fotografía. Pero si la gente quiere, pues le doy gusto, ¿y qué? A mí no me perjudica eso en nada. Eso te digo con respecto al reconocimiento.
Han salido también algunos reconocimientos más oficiales y públicos, por ejemplo recuerdo ahora que me preguntas, que la Conferencia Episcopal me dio una medalla por el trabajo en los medios de comunicación. Que el Ministerio de Educación también me dio una medalla como maestro, como Gran Maestro por el servicio a Colombia a través de la Universidad y de los colegios. Que algunos de los programas nuestros, por ejemplo hace como un año o dos ―un año creo―, el señor presidente de la República dio la Cruz de Boyacá al programa Banquete del Millón, entonces me correspondió a mí recibirlo.
Y así ha habido, pues, también aquí la Alcaldía de Engativá, reconocimientos, no solo que la gente te vea y te reconozca, sino que ha habido algunos reconocimientos del Gobierno. No tanto a la persona como persona, sino a la actividad que se realiza, a la obra social del Minuto de Dios, etcétera.
SEMANA: De una manera más personal, ¿qué ha significado para usted haber estado tantos años y tantos minutos en la televisión colombiana?
P.D.J: Pues creo que ha sido una oportunidad que no muchos han tenido, porque prácticamente todos los días de trabajo tengo el Minuto de Dios para hablar ahí a la gente, y claro que yo reconozco que si hay algún reconocimiento es porque muchos ciudadanos colombianos, desde que estaban pequeños ―como suelen decirlo― vieron mi imagen en la televisión.
También algunos de más edad recuerdan con mucho cariño las intervenciones del Padre Rafael García Herreros, los que tienen más de digamos ―el padre murió hace 30 años― y el que tenía ya en esa época 6 o 7 años pues de ahí en adelante, que tienen 36 o 37 años en adelante, también recuerdan al padre Rafael, lo evocan con mucho cariño y con mucho recuerdo.
Pero bueno, yo creo que para mí ha sido una posibilidad de servir a Colombia bien sea espiritualmente con el mensaje espiritual, por ejemplo, varios obispos, el señor arzobispo de Bogotá, el obispo de Fontibón, como estuve de cumpleaños, vinieron a acompañarme... también el obispo de acá de Engativá donde vivimos nosotros , vino también el arzobispo emérito de Cartagena, el de Popayán...
SEMANA: estuvo muy bien acompañado...
P.D.J.: Sí, estuve muy bien acompañado con los señores obispos, con muchos hermanos sacerdotes, con muchos fieles, muchos laicos. Muchos, claro, que trabajan en la obra Minuto de Dios, pero otros con los cuales he ido haciendo conocimiento a través de los distintos trabajos que aquí realizamos.
SEMANA: Usted mencionó reconocimientos oficiales es de suponer que conoce algunos presidentes, ¿no?
P.D.J.: Pues, por los banquetes del millón, he tenido la posibilidad de estar cercano a presidentes de la República yo creo que desde el doctor Lleras Restrepo, que recuerde. El doctor Misael Pastrana y también más tarde su hijo Andrés Pastrana, el doctor Turbay, Alfonso López, el doctor Barco, Belisario Betancur que fue también muy amable conmigo. El doctor Samper, Álvaro Uribe, también al actual presidente de la República, al doctor Santos por supuesto, César Gaviria...
Bueno es decir, todos ellos de una u otra manera he tenido ocasión por lo menos de saludarlos con motivo del banquete, y algunos pues un poco más porque ha habido algunas audiencia, porque hemos tenido que ir a pedir un apoyo para las obras sociales o para el programa, en fin. Por uno u otro motivo uno se cruza con la gente cuando menos piensa.
SEMANA: ¿Hay alguno de esos presidentes que recuerde de manera especial?
P.D.J: Bueno, por recordar ―y ya que está muerto para no injuriar a nadie vivo (risas)― te diré que el presidente Belisario Betancur, no solo cuando era presidente asistió a los banquetes del millón, sino que, cuando ya era el vicepresidente, me pidió que le ayudara en una obra en una fundación que se llama Rafael Pombo, que pretende enseñar a los niños a leer y a habituarse a las obras de la literatura a partir de las fábulas de Pombo. Él me invitó a que perteneciera, y después nos confió esa fundación para que fuera manejada desde el Minuto de Dios.
También recuerdo que el Dr. Belisario me invitó a una comisión que él había establecido llamada comisión Mutis, en la cual él invitaba a rectores y gentes de las universidades para que trataran de mantener el interés por la naturaleza, por las plantas, por los animales, como el Sabio Mutis en la expedición botánica. Y cuando el presidente Betancur murió, nosotros quedamos delegados, yo recuerdo que fue el rector de la Universidad de los Andes el que propuso que me eligieran a mí como coordinador de las actividades de esa comisión y todavía estoy en esas.
Por eso, en estos meses estoy tratando de impulsar, a partir del diálogo con las universidades, que se mantenga el espíritu de Mutis y cerca aquí en Bogotá, entre los municipios de Tena y La Mesa, apoyado por el Minuto de Dios, se compró una propiedad que se llama bioparque Sabio Mutis, y ahí estamos tratando de mantener el amor a la naturaleza con cultivos de café, de caña de azúcar, de cacao, de orquídeas, de montón de cosas. También allá inauguramos hace dos meses un museo, porque una entidad que trabaja con electricidad ―la TCE (Transmisora Colombiana de Energía)― estaba haciendo sus exploraciones con otras compañías y descubrieron un asentamiento indígena antiguo.
Entonces, con autorización del ICANH, que es la entidad del Gobierno que se encarga de todo lo que se va encontrado en el suelo, porque es de arqueología e historia, nos ayudaron a construir un museo allá entre Tena y la Mesa. Y en ese museo estamos clasificando y organizando ―nos entregaron para que nosotros las guardáramos y las trabajáramos― como 16 o 17 toneladas de restos arqueológicos: muchos de piedra, de cerámica, de hueso, usos de tejer algodón.
Bueno, es decir, un montón de cosas y estamos tratando de prestar esos servicios, que todavía no es muy evidente, pero que creemos que si hacemos bien la labor en tres o cuatro museos arqueológicos que tenemos, entonces va a ser posiblemente un buen servicio que le prestemos a Colombia para conocer lo que fue la historia primitiva. Lo que hicieron los hombres y mujeres que vivieron acá antes del descubrimiento que hicieron los españoles.
SEMANA: Usted ha hablado un poco también de la educación y ha sido educador usted mismo. ¿Cuál es la importancia de estas labores educativas para el Minuto de Dios?
P.D.J: Te cuento que el Minuto de Dios, como entidad, tiene a su cargo 10 guarderías infantiles. De manera que comenzamos con los pequeñitos. Tenemos además de eso unos 26 colegios, en donde enseñamos la primaria, bachillerato y educación media. Desde esos colegios también promovemos la formación de bachillerato para adultos, tenemos un colegio cooperativo nocturno para gente que ya va entrando en años, pero tenemos también programas de alfabetización para personas adultas. Trabajamos también formando en su bachillerato a gente que está en las cárceles, para que cuando salga, cuando cumpla los años de prisión, puedan tener una mejor oportunidad al salir en libertad.
Trabajamos también para formar una universidad en África, en la ciudad de Abijan, pero aquí tenemos las universidades del Minuto de Dios, que actualmente están en 65 municipios del país ―hay como unos 15 más que nos están invitando para que vayamos― y actualmente es la universidad privada que tienen un alumnado más numeroso. Tenemos más de 100.000, un poco más de 100 mil alumnos.
Antes de la pandemia llegamos a tener 120.000, pero luego disminuyó un poco. Estamos rehaciéndonos, cada día estamos aumentando poco a poco el número de nuestros alumnos, y estamos también empeñados en la fundación de un instituto tecnológico, de manera que mucha gente pueda complementar su bachillerato tecnológico, sacar su pregrado en tecnología y eventualmente, con algunos cursos más, su grado como profesionales. En el Minuto de Dios estamos muy abiertos a todas las labores educativas.
SEMANA: Para finalizar, ¿ha pensado en retirarse en algún momento?
P.D.J: Pues mira, ya uno con 90 años tiene que pensar que la vida se va acabando. Pero aquí en el Minuto de Dios tenemos un grupo bastante numeroso de sacerdotes, de laicos, de profesionales en muchas especies, de manera que yo creo que mi presencia para nada es necesaria, sino que en los equipos que hemos ido formando pueden perfectamente salir adelante. Por supuesto que habrá una que otra persona que desempeñará papeles como más protagónicos, pero de todas maneras yo no tengo ninguna inquietud de que vaya a hacer falta, porque las labores que hago no son para nada extraordinarias, sino que me limitó a coordinar el trabajo de muchas personas y pienso que ese servicio de coordinación y enlace lo harán muchos en el futuro, a medida que vayan pasando los años.