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De sirvienta a emperatriz: la fascinante vida de Wu Zetian, la única gobernante que ha tenido China en su larga historia
En los miles de años de historia china registrada, ninguna otra mujer ha ejercido el mismo nivel de control directo sobre tanta gente.
En el mundo de hoy, la vida de Wu Zetian podría haber inspirado una telenovela, de esas en que una joven termina logrando algo que estaba completamente fuera de su alcance.
Pero en ella habría encarnado no sólo a la heroína que labra su camino al éxito con su belleza y talento, sino a la villana que es autora de todas las infamias.
¡Y qué infamias!
“Mató a su hermana, masacró a sus hermanos, asesinó a su emperador y envenenó a su madre”, denunció Luo Binwang, una de las eminencias de la poesía Tang, en un manifiesto político.
Para él, Wu tenía “un corazón como el de una serpiente y una naturaleza como la de un lobo”, y por eso y más “tanto los dioses como los hombres la odian, y el cielo y la tierra no pueden permitirle existir”.
La fulminante descripción es apenas una muestra de lo que se escribió sobre ella durante su vida y después.
Pero es difícil saber con certeza qué es real y qué es ficción.
“Todo lo concerniente a esta notable mujer está rodeado de dudas, porque defendió todo aquello a lo que se oponían los ideales de la clase académica-oficial confuciana (...) Y desde el principio, el registro histórico de su reinado ha sido hostil, sesgado y curiosamente fragmentario e incompleto”, advierte, por ejemplo, “The Cambridge History of China”.
No obstante, hay datos incontestables: en los miles de años de historia china registrada, desde la lejana dinastía Shang (c. 1600-1046 a.C.) hasta la actual República Popular, Wu Zetian ha sido la mujer más poderosa, la única gobernante.
Además, durante más de medio siglo, primero como la consorte de un emperador, luego como la madre de otro y finalmente como emperatriz, dirigió los destinos de al menos 50 millones de personas, llevando las riendas de la populosa nación durante uno de sus períodos más gloriosos.
Su vida y sus mitos han sido inmortalizados en numerosas obras de teatro, libros, series de TV y películas... Y hasta aparece hasta en videojuegos.
Y es que, real o tergiversada, su historia es apasionante.
Sirvienta en la corte
Wu Zhao, más conocida como Wu Zetian -su nombre póstumo- o sencillamente Wu, como ella prefería, nació en el seno de una familia acomodada en 624.
A pesar de que no contamos con ningún retrato contemporáneo, sabemos que era bella por el hecho de que a los 14 años fue reclutada como concubina en la corte imperial, y la admisión al harem “era equivalente a ganarse un torneo de belleza en el que las candidatas eran la mujeres más hermosas del mundo medieval”, como indica Jonathan Clemens en la biografía “Wu” .
Aunque suena seductor, su rango era apenas quinto, lo que quiere decir que su rol inicialmente no era ni muy distinto ni mucho más importante que el de una sirvienta doméstica.
Sin embargo, además de hermosa, era inteligente y educada, y supo aprovechar la oportunidad para acercarse al emperador Taizong, el segundo de la dinastía Tang.
Algunos cuentan que lo hizo mientras cambiaba las sábanas de su cama... Otros que fue en un potrero; que lo encantó por su intelecto... o lo sedujo complaciendo sus más inusuales apetitos sexuales.
El caso es que Taizong la ascendió a secretaria, y la cercanía a un gobernante tan concienzudo, que tenía documentos oficiales pegados en las paredes de su dormitorio para poder trabajar si se despertaba por la noche, le permitió acceder a asuntos estatales al más alto nivel.
Pero cuando Taizong murió en 649, fue enviada como todas las demás concubinas a un convento budista: la tradición dictaba a que todas las mujeres del difunto emperador les rasuraran el cabello y las confinaran pues nunca más serían de otro hombre.
A los 25 años de edad, la vida de Wu había llegado al fin... del primer capítulo.
Amor de adolescente
Li Zhi tenía 21 años cuando ascendió al trono que había dejado vacío Taizong.
No había sido la opción preferida de su padre para sucederlo, pero la conducta inaceptable de sus hermanos llevó a que él se convirtiera en el emperador Gaozong, lo que elevó el estatus de su esposa Wang y sus consortes, particularmente su favorita, Xiao, conocida como la Concubina Pura.
Pero había otra mujer en la vida de Gaozong, que le fascinaba desde que era adolescente: Wu.
Se llegó a decir que, poniendo en riesgo sus vidas, ya había tenido relaciones con ella.
Nadie sabe cómo se volvieron a ver, pero una de las versiones más difundidas afirma que Goazong, prendado de la belleza de Wu, visitaba regularmente el templo con la esperanza de encontrarse con ella y que, en el primer aniversario de la muerte de Taizong, por fin la vio.
Lloraron juntos y Wu, quien conocía bien el carácter y las debilidades del joven emperador, lo retó dudando de su poder para llevarla de regreso a la corte imperial: “Aunque eres el Hijo del Cielo, no puedes hacer nada al respecto”, refiriéndose al hecho de que estaba encerrada para siempre en el convento.
“¡Puedo hacer lo que yo quiera!”, habría respondido Gaozong.
Otros señalan a la emperatriz Wang como la verdadera promotora del regreso de Wu a palacio.
Wang nunca pudo tener hijos y eso la ponía en desventaja frente a Xiao, quien le había dado al emperador un niño y dos niñas.
Para distraer la atención que Gaozong le dedicaba a su rival, urdió un plan: le recomendó a Wu que dejara de afeitarse la cabeza y luego la invitó de vuelta a la corte imperial, donde recibió el título de zhaoyi (concubina de segundo rango) de su esposo.
Borrachas hasta los huesos
Del siguiente episodio determinante en esta historia solo sabemos con seguridad que un bebé murió.
Era la hija recién nacida de Wu, quien acusó a la emperatriz, la última en tenerla en sus brazos, de haberla asesinado, aunque según escritos de la época, fue Wu quien sacrificó a su bebita para usarla como ficha en su despiadada estrategia en pos del poder.
Sea como sea, el emperador le creyó a la madre y le dio el lugar de la emperatriz, a quien además de degradar, encarceló junto con la Concubina Pura en un lugar distante del palacio.
Se afirma que Wu incluso ordenó que les cortaran las manos y los pies y arrojaran sus cuerpos mutilados en una tina de vino; ella, complacida, habría comentado: “Ahora estas dos brujas pueden emborracharse hasta los huesos”.
Detrás del hombre
Wu contaba con la confianza absoluta de su marido, quien se había distinguido por ser un gobernante débil y poco astuto, y cuya salud era tan frágil que a menudo no podía encargarse de los asuntos oficiales.
Aunque sentada tras una pantalla en las sesiones de la corte y desprovista aparentemente de autoridad por ser mujer, pronto “el gran poder del imperio recayó en la emperatriz”, según dice el Zizhi Tongjian (literalmente: “Espejo integral al Servicio de la gobernabilidad”), una compilación de la historia china, publicada en 1084.
“La promoción y la degradación, de vida o muerte, se decidían por su palabra. El emperador se sentaba con los brazos cruzados”, agrega.
Wu siguió eliminando a sus numerosos opositores de la élite masculina, que desde siempre habían gobernado China.
El ZizhiTongjian registra que en tan sólo una década 36 altos burócratas fueron ejecutados u obligados a suicidarse y mil miembros de sus familias esclavizados.
Pero también usó métodos menos brutales y más transformadores para afrontar otros problemas: introdujo el sistema meritocrático de exámenes de ingreso para la burocracia imperial, que fue erosionando la hegemonía de la reducida clase que obtenía cargos sin importar su nivel de educación o capacidad intelectual (ese sistema sobrevivió hasta el siglo XX).
Y tomó medidas sin precedentes para elevar el estatus de las mujeres, que durante mucho tiempo habían sido reprimidas en la sociedad confuciana.
Sus logros fueron desde extender el período de duelo por una madre para igualar el de un padre, y publicar biografías de mujeres notables, hasta encabezar la primera procesión de mujeres en una ceremonia sagrada al pie del monte Tai, que simbólicamente las acercó al cielo y les permitió ganar la aceptación divina.
Para ella, el ritual fue vital para otorgarle legitimidad a su condición de compañera en pie de igualdad con el emperador.
Gaozong murió en 683.
Como el promogénito de Wu ya había muerto, su segundo hijo, Li Xian, ascendió al trono como emperador Zhongzong.
Pero su esposa aspiraba a tener el mismo poder que había tenido su suegra como emperatriz, así que en cuestión de semanas Wu lo reemplazó por su hijo menor.
Li Dan asumió con el título de emperador Ruizong y fue, como su padre, un emperador títere.
Durante ese período, hubo varias revueltas, pero Wu las sofocó.
Para 690, cuando el emperador murió, había eliminado a casi todos sus rivales políticos.
Fue entonces cuando sucedió lo imposible.
La Sagrada y Divina Emperatriz Reinante
Ese fue el título que se confirió a sí misma a la edad de 65 años, en contravía con el pensamiento confuciano según el cual tener una mujer en el poder en China era profundamente antinatural.
Y no solo eso. También se dio el gusto de tener encuentros eróticos con amantes guapos de edad viril... Al menos eso fue lo que reportaron los hombres, no sabemos cuán guapos o viriles, que escribieron la historia.
Para ellos, esa conducta era despreciable en una mujer, sobre todo de edad madura, no comparable, a sus ojos, con la de los emperadores y sus concubinas.
En cualquier caso, sus relaciones íntimas no impidieron que su reinado fuera pacífico y próspero.
Y budista: desde antes había sido promotora de sus principios y criticada por defender un credo importado de India; durante su gobierno, el budismo, que le daba más espacio a las mujeres, superó en influencia a las creencias nativas confucianas y taoístas.
Aunque redujo el gasto militar, mantuvo la soberanía imperial de China, expandió los territorios mediante la conquista de varias regiones y se valió de la diplomacia para acercarse a imperios tan lejanos como el Bizantino.
Muchas de sus políticas de desarrollo económico beneficiaron a los pobres, particularmente a los campesinos; de hecho, uno de sus aportes más alabados fueron las reformas que instituyó y la investigación que promovió en la agricultura para hacer florecer la economía.
También dedicó especial atención a la educación, exigiendo el reemplazo de profesores deficientes por maestros dedicados.
Wu gobernó durante 15 años, pero en el último periodo fue perdiendo el control por su avanzada edad, y finalmente fue depuesta poco antes de su muerte en 705.
Después de todo...
La emperatriz fue enterrada en una elaborada tumba a la que se llega tras recorrer un sendero que pasa entre dos colinas bajas coronadas con torres de vigilancia, conocidas hoy como las “colinas de los pezones”.
Según la tradición, el lugar fue seleccionado porque las colinas le recordaban a Gaozong los senos de Wu cuando era joven.
La lápida no está marcada con ningún elogio. Es la única estela conmemorativa sin tallar en más de 2.000 años de historia imperial.
Algunos historiadores dicen que la jerarquía de la corte se negó a grabar ningún registro de sus logros en su tumba; un rechazo póstumo a una gobernante anómala.
Otros aseguran que se dejó deliberadamente en blanco a petición de Wu, quien prefirió que generaciones posteriores evaluaran sus logros.
Pero, ¿cómo evaluarla?
Una frase interesante la aporta el historiador Mike Dash en su artículo “La demonización de la emperatriz Wu”, cuando dice que “puede ser útil considerar que, en efecto, hubo dos emperatrices: la que mantuvo un reinado de terror sobre el círculo más íntimo del gobierno y la que gobernó de manera más benigna sobre 50 millones de chinos”.
Y pese a que 1.315 años después de su muerte, su historia sigue siendo demasiado compleja para elegir el epitafio perfecto, quizás lo que sigue es algo que se podría decir sin temor a equivocarse :
“Aquí yace Wu Zetian la mujer que se atrevió a desafiar hasta a Confucio sentándose en el Trono del Dragón”.