MUJERES
Soñaba con ser azafata en aviones y ahora vive entre transbordadores y cohetes
La historia de Brenda Isaza, ingeniera aeroespacial de Boeing, compañía en la que es responsable del proyecto Starliner, la nave espacial que es parte del programa de la Nasa para ir a la Luna y a Marte. Su carrera la eligió luego de presenciar la trágica explosión del Challenger.
Todo pareció confabularse en la vida para que Brenda Isaza llegara a ser parte del sueño de la humanidad, de volver a la Luna y llegar algún día a Marte.
En su niñez vivió cerca de una base aérea desde la cual veía aterrizar y despegar los aviones que empezaron a ser parte de su intención de incluir el espacio en su vida profesional. Cuando tuvo la oportunidad de volar, primero en un trayecto corto, desde Pereira a Cali, de donde es oriunda, seguía fascinada con los aviones. Se imaginó primero como una azafata que recorría los cielos y conocía muchos países.
Poco a poco, sus proyectos profesionales fueron cambiando. Apenas tenía 11 años cuando la familia de Brenda decidió migrar a Estados Unidos en busca de oportunidades. Al llamado de los pasajeros, la niña tenía a la vista un Boeing 747 operado por Eastern Airways. El enorme pájaro de acero la embelesó durante largos minutos. Su curiosidad infantil fue tal que se lanzó a pedir a un integrante de la tripulación que la dejaran ver la cabina. Una vez allí, su deseo de ser parte del mundo del transporte aéreo se transformó: ahora le llamaba más la atención el poder realizar la tarea de un piloto y sabe para que servía cada uno de aquella cantidad de botones que tenía a la vista. Por eso, durante todo el trayecto que la llevó a su destino y mucho tiempo después, seguía tejiendo el sueño.
Varios episodios más sucedieron en la adolescencia de Brenda Isaza, que para ella fueron señales claras de que no había lugar a equivocaciones: había nacido para ser parte del mundo aeroespacial.
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Todo sucedía de manera espontánea
Su familia se ubicó en Saint Cloud (Florida), relativamente cerca de la estación de la fuerza aérea Cabo Cañaveral, el principal centro de las actividades espaciales de los Estados Unidos. Los maestros de secundaria utilizan esa cercanía geográfica para que los estudiantes tengan experiencias vivenciales con los proyectos espaciales de ese país. No obstante, la primera vivencia de Brenda en ese lugar fue una de las más crudas, no solo para ella sino para el mundo entero.
La clase de historia era liderada por un militar retirado de la fuerza aérea. El profesor se convirtió en su libro de consulta para saber cómo se hacía para entrar a la fuerza aérea. En 1986, cuando la colombiana seguía moldeando sus sueños, se iba a producir el famoso lanzamiento del Challenger y el hecho de que por primera vez, dentro del equipo de viajeros iría una profesora: Sharon Christa Corrigan McAuliffe, licenciada en educación e historia y uno de los siete miembros de la tripulación del transbordador.
Ese acontecimiento para el cuerpo docente, de llevar un integrante de la academia como tripulante al espacio, hizo que sacaran de las aulas a los estudiantes a ver el lanzamiento. 73 segundos después del despegue, frente a los ojos atónitos de Brenda, ocurrió el que es considerado como el accidente más grave dentro de la carrera por la conquista del espacio.
Los interrogantes de lo sucedido allí, las razones por las cuales se desintegró el vehículo, eran ahora las preguntas de la joven. Lejos de alejarse de su objetivo, fue allí donde el foco de su lente se aclaró por completo. Eligió estudiar ingeniería aeroespacial, una de las especialidades más destacadas por la Nasa que, por demás, en aquel momento, era cosa de hombres.
“Quería ser ingeniera aeroespacial para buscar soluciones de forma que sea seguro el acceso al espacio”, sostiene Brenda.
Al preguntar sobre los requisitos para que una latina lograra entrar en ese mundo, los maestros le dijeron que tenía que aprender muy bien el inglés y ser muy buena en matemáticas. La alternativa de la colombiana fue ser muy buena en matemáticas para enseñar ella esta ciencia y, a cambio de eso, le enseñaran a ella inglés.
La formación universitaria empezó finalmente. En los primeros años todos los aspirantes a ingenierías están en un solo grupo académico y en el último tramo de la preparación (los dos años finales) es cuando definen la especialidad. Había intentos por orientar a Brenda a que eligiera una especialidad distinta a la aeroespacial, que, en esas épocas, encajaba más en el género masculino. Sin embargo, nada logró cambiar su ideal.
Poco tiempo después de la graduación empezó a pasar su hoja de vida. Con la primera y única aplicación que tramitó la llamaron a los pocos días. Era de la Boeing, algo que para Brenda también fue inesperado. Se trataba de la multinacional estadounidense que diseña, fabrica y vende aviones, helicópteros, misiles y satélites y proporciona asesoramiento y servicio técnico. Presentó la entrevista y allí ha permanecido durante 24 años sin menguar un solo instante su pasión por el mundo aeroespacial.
Actualmente es la jefa de recursos de sistemas eléctricos de Boeing, en Florida. Es una de las responsables del proyecto de Starliner, una nave espacial diseñada por Boeing en colaboración con Bigelow Aerospace para el programa CCDev de la NASA y cuyo lanzamiento de prueba no tripulado está previsto para este año. La prueba consiste en el acoplamiento de la nave con la Estación Espacial Internacional (ISS), el regreso a la Tierra y el aterrizaje con éxito.
Su vida entre transbordadores y cohetes los armoniza con su familia en Estados Unidos, integrada por su esposo, tres hijos, la madre y su hermano. Todos, a su manera, han ayudado a reforzar la tarea de una ingeniera aeroespacial que dice que salir al espacio es la mejor manera de valorar más lo que tenemos en la Tierra.